Si una característica puede definir a 2023 es quela Argentina fue un experimento a cielo abierto de ciencia política. Si hubiese que comparar las expectativas al comienzo del año respecto de cómo termina, existen pocas chances de que coincidan resultados. Todo y nada hace sentido en cuanto a cómo se desarrolló el interminable proceso electoral que, habrá que revisar a futuro, dejó extenuada a una sociedad que, además, ya debía lidiar con sinsabores cotidianos. Si el incierto recorrido se deja atrás con la consagración de Javier Milei al frente del Poder Ejecutivo, lo concreto es que el panorama por delante es, incluso, más desafiante. Y ofrece todo, menos previsibilidad.
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Argentina 2024: un constante juego de "palitos chinos"
El nuevo mapa del poder no solo es un desafío económico sino político y social. Los problemas que enfrenta el país están encadenados. Un mal movimiento altera el tablero.
Poner en orden el desaguisado macroeconómico en el que está sumido el país es la prioridad más visible, pero las cartas que la sociedad ha repartido para jugar ese partido en términos de representatividad están lejos de pavimentar una vía sencilla para cumplir ese objetivo. En otras palabras, con su voto la ciudadanía estableció un nuevo mapa de poder que, en muchos sentidos, fija un delicado corset para cambios radicales y de alguna forma castiga a la clase política obligándola a hacer algo a lo que se había desacostumbrado: lograr acuerdos transversales que los obliguen a compartir la suerte general.
Tanto a nivel económico como político el país se enfrenta a un tablero similar al que ofrece un juego de “palitos chinos”, donde diseminados sobre la mesa quedan superpuestos, entrecruzados, obstruidos, tabicados, o libres los palillos que cada jugador debe, a su turno, recoger. Los palitos son, en la metáfora, los problemas de la Argentina. Si se busca sacar uno bruscamente, se producirán movimientos no deseados en otros que no solo impedirán alcanzar el objetivo de removerlo, sino que pueden complicar la extracción de otros. No importa tampoco la jerarquía y el valor de las piezas. Una mala jugada en busca de una sin valor puede complicar mucho, a futuro, obtener una de mayor cuantía. Eso sucede en lo económico con las variables entrecruzadas que obligan a una quirúrgica coordinación del jugador para tener el tacto exacto para modificar una sin alterar demasiado el resto del juego. Los movimientos mal hechos traen consecuencias caóticas. La sensibilidad no es un factor de debilidad, sino a la inversa, una característica imprescindible de éxito.
Efecto Mariposa
Es factible homologar así tanto el panorama económico -principal mandato que la sociedad dio a la nueva administración para arreglar- como el político, donde el Congreso está dividido en fracciones, los gobernadores tienen todos signos distintos, e incluso, como ya se vio, el nuevo Gobierno exhibió múltiples contratiempos a la hora de conformar los equipos con los que encarará su primera experiencia de gestión. Un error al sacar un palillo, altera la posición de otro, puede obturar la salida un tercero o simplemente genera haber malgastado un turno de ataque. En lo político, como ejemplo, retacear fondos a provincias complica la relación con senadores, bloquea el pasaje de leyes y obliga a poner más en juego en cada negociación de gobernabilidad. Soltar una variable económica que impacte en precios al consumidor tiene una repercusión que puede impactar, por caso, niveles de recaudación o generar desequilibrios en la balanza de pagos. Todo aparece con puntos de contacto entre sí cuya fisonomía puede ser alterada por un simple movimiento mal calculado. Como en los palitos chinos. Si se quiere ser todavía más metafórico, si se pifia en la calibración de las acciones, Argentina podría inaugurar su propio “Efecto Mariposa”. Nunca una descripción puede ser confundida con pesimismo.
Las postales son todas nuevas. Desde cómo un Presidente orgullosamente dogmático deberá ser forzosamente pragmático para poder gobernar, hasta un Congreso que podría aplicar su mayoría opositora para tener iniciativa legislativa e imponer leyes que al Ejecutivo solo le quedaría vetar. Los tribunales y la calle, serán termómetros que con distinta escala sirvan para dimensionar otros aspectos de gobernabilidad que no queden contenidos en los acuerdos políticos a los que se arribe. El denominado “humor social” será clave. Más bien lo que deberá observarse es cuánto mal humor es tolerable por una sociedad maltratada, acostumbrad a hacer de la necesidad virtud pero que mandó un mensaje en las urnas para sacudir desde los cimientos un sistema que se había puesto muy cómodo consigo mismo.
¿Se resetea?
¿Asistiremos a un reseteo general del país y se removerán los obstáculos más dañinos para la economía para arribar a un estado de mayor bienestar general? ¿Será una transición cuya experiencia genere nostalgia de los partidos políticos tradicionales y de sus reglas de juego conocidas? ¿Cuál será la reacción de los agentes del sistema en esta reconfiguración a la que parece que fueron llamados por la sociedad? Todos interrogantes sin respuesta todavía.
Acaso, cuando pueda ponerse a evaluar, Argentina podrá inaugurar nuevas definiciones para el éxito y el fracaso.
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