20 de marzo 2002 - 00:00

Cupones bursátiles

Al trascender, porque todo trasciende con enorme facilidad en paredes de gobierno que tienen más agujeros que un gruyer, los puntos sobre las «íes» que dejó el indio del Fondo en la mesita de luz, antes de irse, fue singular oír la versión oficial del contacto establecido. Para los funcionarios locales es como que todo está fenómeno, apenas un par de puntos menores que no se han cumplido... y cosas por el estilo. Desde el otro ángulo de la escena, cualquiera podía darse cuenta que esta gente no se dedicó, por esta vez, a digerirse algunos sapos vivos argentinos porque no vino el guiño político, necesario para ello. Ahora, los quieren como si fueran ranas, a la provenzal, con un poco de sal, haciendo los méritos necesarios para que el comensal afloje el di-nero de la cuenta y alguna propina. Estos se levantaron de la mesa, salieron del restorán que no les sirvió para «restaurar» nada y agregaron un poco de leña, al juego y fuego político local: porque esa reunión a solas, con Reute-mann, empezó a tener calificativos de todos los colores. Se fueron, nos dejaron solos con nuestros problemas, alguna palmadita en las espaldas de un ministro, alguna declaración para la prensa del tipo estándar y que contiene un «estamos con ustedes, no aflojen...» Ahora, se dice que para abril podrían entablar negociaciones en firme. Y abril parece lejos, todo está lejos en un país que solamente produce manifestaciones, piquetes, descontentos, impuestos, hambrientos, arruinados. Y mucha gente que se toma las presiones impositivas con una sonrisa. Lo más peligroso.

Al respecto, vale la anécdota de Dionisio -el Viejo- un tirano de Siracusa que mostraba interesantes dotes para interpretar a la gente. Y, por ejemplo, imponía algún nuevo impuesto. Si la gente protestaba de modo agrio, lo aumentaba todavía más. Cuando notaba que la población hacía bromas sobre el pago de los gravámenes, entonces infería: «Si se ríen es porque saben que no lo podrán pagar y no tienen nada que perder. Quiere decir, que es excesivo». Y bajaba el impuesto. Un par de cuestiones delicadas se deslizaron la pasada semana, una tiene que ver con declaraciones de directivo de grupo económico esencial en la economía local, diciendo: «Las empresas son inviables» (dentro del actual escenario planteado). Si lo hubiera dicho una de las tantas en convocatoria, casi liquidada, en un rubro desfalleciente, vaya y pase. Pero, oírlo de un Oscar Vicente, y que lo hiciera público: hmmmmm... Lo otro pasa por la intención decidida de votar un impuesto a las grandes sociedades, pretendiendo tapar agujeros con dinero de las que todavía quedan. No se puede tirar impunemente de las cuerdas de los puentes, porque la elasticidad también tiene un punto de ruptura. Y aquí se está olfateando una atmósfera de soledad, donde quedan los del poder aislados de todos los sectores. La Bolsa deberá decir algo acerca de todo esto, con sus paneles, sus volúmenes, sus meneos de precios. Aprestar los oídos.

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