22 de julio 2002 - 00:00

Mal consuelo: pierden más que con "corralito"

La pregunta cabe: ¿para cuándo el cacerolazo en Wall Street? Si los ahorristas, inversores y contribuyentes a fondos de pensión de Estados Unidos fueran la mitad de combativos que sus contrapartes argentinos, la «city» neoyorquina ya debería haber sido tomada por asalto hace varias semanas.

Es que, comparado con lo sucedido con los balances de algunas de las principales corporaciones estadounidenses, el «corralito» y el «corralón» son medidas casi benéficas para los ahorros de la gente común. Hoy los depositantes argentinos podrían recuperar hasta 35% de sus ahorros; un estadounidense que hubiera comprado acciones «premium» como WorldCom, apenas 0,014%. Y ni hablar de las pérdidas que sufrirán los futuros jubilados de ese país, cuyos depósitos en fondos de pensión sufrirán enormes quitas por este colapso.

Por estas razones, una hipotética protesta de los carpinteros y plomeros (por parafrasear la célebre frase de Paul O'Neill, secretario de Hacienda de George W. Bush, justificando la no ayuda a la Argentina) tendría incluso más bases que la de los vecinos de Belgrano y Flores. Veamos:

• en la Argentina el «corralito» fue un acto de gobierno, que no pudo ser previsto ni por los ahorristas ni por los depositarios de los fondos (los bancos), sino hasta el último momento, cuando ya era tarde para todo;

• en Estados Unidos, la gente concurrió a sus corredores de Bolsa o aportó a sus fondos de pensión convencida de que empresas como Enron, WorldCom, Merck, Xerox o AOL Time Warner tenían una sólida posición, y de que sus ganancias eran efectivamente las que reflejaban sus balances -auditados por una consultora «seria» como Arthur Andersen-. Además, al gobierno del que O'Neill forma parte ya se lo acusa de haber hecho poco para defender a esos carpinteros y plomeros por cuyos ahorros dicho funcionario se mostraba preocupado.

En resumen:
lo de la Argentina fue una medida tomada por dos gobiernos (De la Rúa y Duhalde); lo de Estados Unidos, una defraudación en cadena cometida por empresas a las que la gente común le confió sus ahorros sobre la base de datos falsos. Que, además, arrastró al resto de las empresas, aun las que tienen sus libros en orden.

• Paradigma

El caso del (ex) gigante de las telecomunicaciones WorldCom es paradigmático. Sus acciones valían u$s 64 hace un par de años; un carpintero de Duluth, Minnessotta, que hubiera invertido u$s 64.000 de sus ahorros en esos papeles comprando 1.000 acciones, hoy tendría exactamente u$s 90, porque el viernes WorldCom cerró en Wall St. a u$s 0,09.

En contraste, si un ahorrista argentino hubiera tenido
u$s 64.000 depositados en un banco local, hoy estaría muchísimo mejor que su contraparte estadounidense. De haber optado por el BODEN (el bonocanje), podría venderlo a su cotización actual y recibiría u$s 22.400; en caso de esperar su vencimiento, recuperaría el total de su ahorro (más intereses) dentro de 10 años. Si hubiera elegido quedarse con su depósito reprogramado (CEDRO), contaría con «teóricos» u$s 31.175 (sus dólares a $ 1,40 más el CER hasta la fecha). Pero, aun si hubiese optado antes por vender su plazo fijo, habría obtenido en esa transacción unos u$s 19.600 (pesificados a 1,40).

Y si bien se trata de inversiones distintas por naturaleza, los estadounidenses tienen una larga historia de colocar sus ahorros en los mercados bursátiles, tanto como los argentinos de acudir a los bancos para lo mismo:
de hecho, más de 70% de la población de Estados Unidos tiene acciones o bonos.

• Consejos

De cualquier modo, no sólo el público simple fue engañado por balances falsos: los corredores de Bolsa y los «porfolio managers» también fueron «sorprendidos en su buena fe». Ellos también aconsejaban a sus clientes determinadas inversiones sobre la base de las performances de empresas que en realidad estaban ganando mucho menos de lo que decían en sus contabilidades.

¿O qué portafolio de inversiones podía ser más conservador que uno constituido en parte por acciones de World-Com, de Enron y de AOL Time Warner? No es difícil imaginarse el argumento de venta del asesor de inversiones:
«Tenemos una empresa de alta tecnología, en el área de comunicaciones, como World-Com; también AOL Time Warner, que, además de ser la principal proveedora de Internet del mundo, es un emporio de medios de comunicación, cine, música, TV satelital... Y, para ser más conservadores, invirtamos en Enron, porque ¿qué puede ser más seguro y tranquilo, casi aburrido, que una empresa que lleva gas del punto A al punto B a través de un caño?».

Hoy Enron está en quiebra; WorldCom, a punto de acogerse al «Chapter 11» (el equivalente al concurso preventivo de la legislación argentina); y AOL Time Warner vale un sexto de lo que llegó a valer cuando se fusionaron AOL y Time Warner. Esa cartera, que parecía a prueba de fuego, les ha hecho perder a muchos estadounidenses
la casi totalidad de sus ahorros.

• Golpe monumental

Y si bien los fondos de pensión tienen buena parte de los ahorros de sus clientes invertidos en bonos del Tesoro de EE.UU. (que hoy rinden 2% anual), una parte de sus carteras está colocada en acciones de las principales corporaciones de ese país.

El golpe que han recibido los inversores bursátiles, justamente por comprender a todos los estamentos de la sociedad estadounidense, ha sido monumental:
en los últimos dos años se «evaporaron» cerca de siete billones (millones de millones) de dólares del valor de mercado de todas las empresas que cotizan y tienen sede en Estados Unidos. (El dato surge del índice Wilshire 5000.) Según publica ayer el diario « The NewYork Times», el valor de las compañías cotizantes pasó de los u$s 15 billones en marzo de 2000 a u$s 8 billones en 18 de julio. Las malas noticias no terminan allí: los mercados siguen en descenso, como es público, y los analistas todavía no avizoran cuál será el fondo de la caída.

Quizás antes de ese día, los estrechos cañones que forman los monumentales rascacielos del bajo Manhattan serán la escenografía ideal para la protesta de los ahorristas e inversores: debe haber pocos lugares en el planeta en el que el sonido de las cacerolas pueda resonar con tanta potencia como en Wall Street.

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