Se necesita más ahorro e instituciones creíbles
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En cambio, siendo realistas, ¿qué tendrían que estar respondiendo los candidatos frente a la crisis? Existen problemas urgentes y otros de mediano plazo pero todos con un común denominador: la reconstrucción de instituciones y de políticas que no sean «impresentables» para los ojos del resto del mundo.
• Reconstrucción
El primero y más urgente es el de la reconstrucción de las instituciones monetarias y financieras, que no puede pensarse independientemente del problema fiscal. La impericia, improvisación o parálisis electoral hace que la crisis financiera se proyecte como un chicle o una historia que no se termina nunca, de modo que no permite otra cosa que acompañar una contracción severa y permanente del sistema financiero. Esto incluye un posible escenario de corrida bancaria y cambiaria todavía mayor el día que se demuestre que estamos tratando de aguantar con reservas que no son nuestras sino de los organismos multilaterales. ¿Serán los candidatos conscientes de la dura tarea que les espera?
El segundo es la concreción de un programa definitivo con el FMI y con los acreedores que haga explícito el esfuerzo de ahorro interno que va a tener que hacer el sector público y el país en los próximos años para financiar una transferencia de recursos al exterior que no va a ser inferior a 4 o 5 por ciento del PBI. Este esfuerzo de ahorro va a ser duro al comienzo y se va a diluir en la medida que el país comience a crecer, pero por sobre todo va a requerir de fuertes instituciones fiscales con basamento político para no repetir la fiesta de gasto y endeudamiento de los años '90. Las preguntas son ¿serán los candidatos conscientes de la batalla política e institucional que implica tener un superávit fiscal prima-rio sostenible muy alto? ¿Tendrán la convicción para llevarlo adelante? ¿Se lo podrán transmitir de modo creíble y convincente a la población?
El tercer problema es nada menos que la reconstitución del tejido económico y social que permita el retorno de la inversión productiva en la escala que hoy se requiere para volver a crecer. Esto es rever-tir la situación que empezó con la destrucción de los contratos y los derechos de propiedad y siguió con la seguridad personal y el orden público a niveles que van camino a ser extremos. Restablecer un capitalismo competitivo va a ser una tarea muy difícil porque va a implicar crear instituciones privadas y gubernamentales dotadas con los mejores profesionales y que puedan ser controladas por la sociedad sin interferencias políticas ni corrupción. Pero por encima de ello se va a requerir que la Justicia y la seguridad entren primero en la lista de la reforma, porque si no, no hay contratos ni seguridad personal que puedan salvaguardarse. Aquí la pregunta es ¿Podremos imaginarnos algún candidato en noviembre que enarbole un capitalismo competitivo, no éste manchado de sospechas de corrupción, y sea firme y enérgico para defender la justicia y la seguridad?
Más allá de completar esta lista de preguntas con otras relevantes, lo cierto es que el próximo proceso electoral es parte una transición que puede salir bien o mal y que eso depende de la gente y de su discernimiento. Todavía está abierta la incógnita sobre qué significa precisamente reconstruir la Argentina partiendo de este estado de situación y confusión. Pero de todos modos, estas reflexiones sirven para concentrarse en el tema central del problema argentino actual: cómo, cuándo y en respuesta a que eventos, la sociedad hace la transición hacia un gobierno democrático que dé respuesta a los problemas anteriores y reconstruya a la Argentina. Si la respuesta de la sociedad a los riesgos de una mayor caída y destrucción se anticipa bien, reconociendo los mismos a tiempo, entonces se podrá evitar pasar por las cenizas antes de iniciar la reconstrucción. Si, en cambio, las cenizas son parte de la información que la sociedad necesita para cambiar su modo de pensar entonces el problema transicional va a ser mucho más largo y más grave.
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