18 de marzo 2010 - 00:00

Aparecen más cartas inéditas de Salinger

J.D. Salinger murió el pasado 29 de enero.
J.D. Salinger murió el pasado 29 de enero.
Nueva York - Unos dos meses después de la muerte de J.D. Salinger, aparecieron cartas hasta ahora desconocidas del autor de culto en Nueva York, según informó ayer la página web alemana «Spiegel Online». Se trata de nueve cartas privadas que el autor de «El cazador oculto» envió a su ex camarada del Ejército Werner Kleeman entre 1945 y 1969. Un curador de la Morgan Library, un museo de Nueva York, que expone desde esta semana cartas de Salinger enviadas a su amigo Michael Mitchell, evaluó las cartas dirigidas a Kleeman y las consideró auténticas.

Según «Spiegel Online» las cartas muestran un costado cálido del escritor, que murió el 29 de enero a los 91 años. En una carta de 1961, Salinger se muestra «afligido» por la muerte de Ernest Hemingway. Salinger y Kleeman conocieron al escritor durante su misión para el Ejército estadounidense en Francia. En su última carta de febrero de 1969, Salinger reveló a su amigo que ya no tenía ganas de mostrarse en público. En ese momento, el autor ya vivía de forma modesta en una casa de campo en el pueblo de Cornish, en el estado norteamericano de New Hampshire, donde se mantuvo oculto durante medio siglo.

La Morgan Library en Manhattan presenta desde esta semana hasta principios de mayo dos exposiciones con un total de diez cartas que Salinger escribió entre 1951 y 1993 a su amigo Michael Mitchell. En ellas Salinger confiesa cuánto disfrutó al principio el reconocimiento para su novela de culto.

Incluso después de huir de la ciudad, según las cartas, Salinger seguía viajando a Nueva York, la ciudad del protagonista de su novela, Holden Caulfield. Allí se reunía con amigos, comía comida china, pasaba horas en las librerías y por la noche veía algún espectáculo en Broadway. En vida, Salinger se opuso hasta en las más altas instancias judiciales a que sus manuscritos salieran a la luz pública. Hasta los años 80, incluso quizá hasta más tarde, se sentaba todos los días a las seis de la mañana a su escritorio y trabajaba, según le contó a Mitchell en sus cartas.

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