25 de marzo 2013 - 00:36

Bebo Valdés: “Tocar hasta que muera”

Pianista excepcional, Bebo Valdés había emigrado hace medio siglo de La Habana. En sus últimos años, gozó de una impensada y nueva popularidad con la edición del magnífico CD “Lágrimas negras”, con Diego El Cigala.
Pianista excepcional, Bebo Valdés había emigrado hace medio siglo de La Habana. En sus últimos años, gozó de una impensada y nueva popularidad con la edición del magnífico CD “Lágrimas negras”, con Diego El Cigala.
"A mi edad, el futuro es ayer, así que no hago muchos planes; si tuviera 20 claro que todo sería diferente. Quiero escribir música y tocar hasta el día en que me muera. Sólo quiero morirme sin sufrir; y entonces, cuando me muera, quiero que den una fiesta", así le había dicho Bebó Valdés a este diario en una entrevista, cuando tenía 86 años. Tuvo otros ocho más de vida. El gran pianista y compositor cubano, que murió el último viernes, será enterrado en un cementerio de Estocolmo, probablemente el mismo en que reposa su esposa, Rose-Marie, fallecida el pasado verano. Aún no se ha fijado la fecha para el entierro en un país cuya legislación establece un plazo máximo de 30 días para el enterramiento a contar desde el día del fallecimiento. En Estocolmo, su hijo menor Rickard precisó que la familia necesita tiempo para decidir qué hacer. También se desconoce si asistirá algún miembro de su familia desde Cuba, lo que dependerá de cuándo se celebre el funeral.

Bebo Valdés vivía en Benalmádena, Málaga, desde noviembre de 2005, donde se había asentado junto a su mujer Rose-Marie, con la que se había casado en 1963 cuando ella contaba 18 años y él, 44. Antes, su exilio a Suecia en 1960 supuso el inicio de un largo mutismo artístico, que fue aun mayor en Cuba, pues el veto a la difusión de su obra en las emisoras del país, en vigor hasta hace sólo unos pocos meses, condenó su legado al olvido entre sus propios compatriotas. En Cuba, su figura quedó reducida a ser el "padre pianista" de Chucho Valdés, otro puntal de la música afrocubana, a no ser por la capital obra "Lágrimas negras" (2002), un disco que fusionaba su talento y el del cantaor flamenco Diego El Cigala, capaz incluso de trascender la censura impuesta por La Habana. "Tengo nostalgia por Cuba, por supuesto, como la tiene cualquiera", dijo en esa misma entrevista. "Pero no soporto a los dictadores, ni de derecha ni de izquierda. No me gustan los privilegios; nadie es mejor que nadie. Y me gusta que los cambios lleguen sin violencia; allí tenemos los ejemplos de Mahatma Gandhi y Nelson Mandela, que vencieron al imperio británico sin tirar un tiro. El amor siempre es más valioso que las balas. Pero no soy vengativo; creo que la venganza no conduce sino a más venganza. Yo prefiero buscar el amor en mi mujer, en mis hijos, en mis amigos. Todo lo que yo pueda ser como músico, se lo debo al pueblo de Cuba y no a los políticos".

Sobre el CD que tan famoso lo hizo tardíamente, recordaba: "En mi vida he esperado esto. Y menos lo esperaba a mi edad. Me está resultando difícil cumplir con las expectativas porque hay que viajar mucho; por eso, por ejemplo, a Buenos Aires fue mi hijo Chucho en lugar de mí a presentar el disco con El Cigala. Pero por supuesto que me hace feliz sentir lo que está sucediendo. El responsable de que se hiciera este disco fue Fernando Trueba, con quien antes había trabajado para la película 'Calle 54'. El vino a verme a Estocolmo. Hicimos 'Lágrimas negras' con el Cachao; y eso hizo posible que me conociera El Cigala. Trueba organizó una paella y nos presentó. La verdad es que no hicimos muchos ensayos. Yo fui buscando cosas en el piano y Diego se fue acoplando. Mi idea era que ni él ni yo nos quedáramos apegados a nuestros orígenes. Recuerdo que le dije: 'tú no seas gitano que yo no voy a ser un negro de Cuba'. Y creo que la unión ha sido muy interesante."

"Lágrimas negras"
fue uno de los grandes logros de su segunda vida artística, que lo llevó al primer plano de la actualidad musical internacional también gracias a sus trabajos con Trueba ("El milagro de Candeal" y "Calle 54") y a discos como "El Arte del Sabor" (2001), Grammy al Mejor Álbum Tropical Tradicional. "Lágrimas negras" fue distinguido con un Grammy Latino y tres Premios de la Música. "Yo me fui de Cuba cuando dejé de sentirme libre para tocar la música que me diera la gana y debía rendir cuenta hasta de mi repertorio ante los comisarios políticos. Llegué a Suecia, donde me dieron asilo político. Allí conocí a una niña de 18 años -yo ya tenía 44- que era admiradora mía; Rose Marie iba a escucharme a un parque de diversiones donde yo tocaba. Y bueno, como dice el dicho, «un par de tetas tiran más que una yunta de bueyes». Hace ya 41 años que estamos juntos; tenemos dos hijas que se suman a los cinco hijos que yo ya tenía en Cuba con otras dos esposas anteriores", señalaba Valdés en la entrevista con este diario.

En La Habana, Omara Portuondo, conocida internacionalmente como la "diva" del colectivo musical Buena Vista Social Club, afirmó que se ha perdido "una gloria de la música cubana", un "excelente y extraordinario músico, orquestador, ejecutor que asimilaba y disfrutaba la música" y con el que trabajó cuando era pianista de la orquesta del cabaret Tropicana.

Diego "El Cigala" añadió que "Se ha ido con un público absoluto que le quiere y que le ama y, sobre todo, se ha ido con la calidad de genio que le caracterizaba".

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