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CGT: socio y rehén de Moyano, Kirchner busca evitar fractura
La demanda de los críticos de Moyano para que la Casa Rosada los trate en igualdad de condiciones parece condenada al fracaso: el Gobierno no puede, ni quiere, modificar su sociedad con el camionero. Por eso, apenas pretende una tregua temporal; una pax que le conceda algo de tiempo extra.
Un ejemplo reciente. Mario Koltan, designado como administrador del APE por el ministro de Salud, Juan Manzur, de buen diálogo con el antimoyanista Carlos West Ocampo, duró 24 horas en su cargo. El expediente Koltan es la prueba más brutal de la influencia de Moyano en el Gobierno.
Julio De Vido y Carlos Tomada, dos ministros que conocen en detalle la jungla sindical, se esforzaron la última semana por apagar la rebeldía de «gordos» e «independientes» contra Moyano. Ofician, además, como garantes -y en la práctica lo hacen-de que el Gobierno escucha «a todos» no sólo al jefe de la CGT.
Pero, por ahora, no pueden hacer más: cualquier movimiento que pretenda equilibrar las fuerzas entre Moyano y sus competidores puede desatar una tempestad por parte de los moyanistas. Lo saben los críticos del camionero que torean a la Casa Rosada: «El Gobierno le tiene miedo al Negro, nosotros no».
«Él nos acusa de oportunistas, pero él es un chantajista: hace una semana chantajeó a Kirchner amenazando que se iría con Duhalde si no le devolvían el manejo del APE», dijeron, anoche, desde uno de los gremios amotinados contra Moyano.
De Vido y Tomada, en sintonía con el jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, tendrán que hacer malabares para desactivar un cisma en la CGT o, al menos, que esa fractura se exprese en Consejo Económico y Social (CES). Esa amenaza, con la sutileza de viejos negociadores, fue la que traficaron los amotinados tras la reunión del lunes al mediodía en la sede de la UOCRA.
La hostilidad entre las tribus obligó a Tomada a hablar en público del asunto. «El Gobierno no interviene en la situación interna de ninguna entidad», recitó el ministro el libreto formal mientras, en reserva, dialoga con caciques de cada sector para tratar de acercar posiciones. Una tarea ciclópea.
Como socio y rehén, Kirchner padece una especie de síndrome de Estocolmo con Moyano: lo detesta -el patagónico volvió en Olivos a hablar pestes sobre los modos y los manejos del camionero-pero, a la vez, lo necesita y, para completar la patología, no puede evitarlo.
Por eso, anoche, «gordos» e «independientes» reflotaron la alternativa de abandonar la CGT. Cavalieri, Oscar Lescano (Luz y Fuerza), Carlos West Ocampo (Sanidad) y José Pedraza (Unión Ferroviaria) son los que motorizan el quiebre.
Más cautos -o más dependientes de la Casa Rosada-Gerardo Martínez (UOCRA) y Andrés Rodríguez (UPCN) evalúan los movimientos, pero están tentados, hartos de Moyano, a pegar el portazo.
Moyano, desafiante, dijo ayer tiene fuerza para retener, en caso de un Congreso, la jefatura de la central. Es cierto: además del MTA, el camionero tejió alianzas tácticas con SMATA, la UOM de Antonio Caló y Juan Belén, José Luis Lingieri (Obras Sanitarias) y, entre vaivenes, con Roberto Fernández (UTA).
Por eso, reapareció el plan de deshabitar las oficinas de Azopardo. Si dan ese paso, apenas a un año de ser reelecto en la CGT -entonces sin la participación del sector de Luis Barrionuevo, que armó su propia central-Moyano sufrirá otro vaciamiento.
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