26 de mayo 2009 - 01:07

Charlas de Quincho

Cerramos hoy la entrega de las charlas que iniciamos ayer. A lo más saliente de lo publicado en la víspera (la ignorancia que aducen en Olivos de las estatizaciones chavistas, el viaje de la Presidente a una reunión internacional acompañada de su «sherpa», el aporte de $ 16 millones de un empresario a la campaña electoral del oficialismo, la pelea entre el «uno» y el «dos» de la lista del PJ opositor también por una cuestión económica) le agregamos varios datos. Por caso, las cuitas de Kirchner ante la posibilidad de un fallo adverso. También su enojo por la impugnación de candidatas opositoras (que se la endilgan a él, pero que sería obra exclusiva del juez), y la toma de distancia de Macri de la crisis que envuelve a Boca. Veamos.

Daniel Scioli y el candidato presidencial brasileño José Serra, en el Delta. El aspirante -nieto de una correntina- es un enamorado de la Argentina y recita tangos de memoria.
Daniel Scioli y el candidato presidencial brasileño José Serra, en el Delta. El aspirante -nieto de una correntina- es un enamorado de la Argentina y recita tangos de memoria.
El nervio electoral agita más al oficialismo que a la oposición que, después de todo, no cree que se juegue a todo o nada. Un dato que en principio parecía decorativo, las impugnaciones de las candidaturas, pareció tapar de angustia a Olivos durante el fin de semana largo. Ya no son las impugnaciones a la cabeza de la lista de Néstor Kirchner: también se agregaron otros nombres de la nómina de diputados nacionales que pelearon sordamente los apoderados del PJ con el juez electoral de La Plata, Manuel Blanco. «Nunca creí que gente que está tan alto se ponga tan nervioso con este tema», llegó a decir uno de los apoderados electorales del oficialismo al salir el domingo de Olivos, adonde lo citaron para dar un informe detallado de la situación, que alcanza a más nombres.
El propio Kirchner pidió seguridades sobre el trámite que tendrán las objeciones a su nombre y el de otros desde hoy en la Cámara Nacional Electoral; nadie le pudo dar ninguna. Le contaron que es un tribunal que siempre falló por unanimidad y que a sus miembros les gusta discutir todo a fondo hasta llegar a esa común sintonía. Pidió más Kirchner el domingo y le pasaron una radiografía de dos de los camaristas electorales: de uno, identificado más con el radicalismo, le dijeron que es amigo de Ricardo Gil Lavedra y de Elisa Carrió, y que pondría alguna reserva para habilitar candidaturas. El otro camarista, más cercano al peronismo, también fue señalado por los informantes de Olivos como quien implantó en los medios desde la semana pasada que la sentencia podría traerle algún problema al oficialismo.

Por esas tensiones, Cristina de Kirchner mandó a desarmar una cita que había organizado para el domingo a la tarde con varios gobernadores en Puerto Iguazú, donde tenía ayer el acto por el 25 de Mayo. Duró poco la invitación y se argumentó el mal tiempo para anular ese encuentro que había obligado a varios mandatarios a hacerse presentes en el Sheraton de esa localidad fronteriza. También se bajó del viaje Néstor Kirchner, quien ayer siguió por teléfono fatigando a sus operadores judiciales para que le aclaren cuándo se termina esta trituradora que es el debate sobre quién puede o no puede ser candidato. El juez Blanco le agregó una complicación al observar a las damas de la lista opositora de De Narváez. «¿Quién las impugnó?» «Ninguno de nosotros», le respondieron: fue el juez por las suyas. Se justifica el enojo: tiene que salir también a explicar el Gobierno que nunca impugnó a nadie (con el mismo énfasis que tiene que emplear para decir que el Gobierno no estatizó las empresas de Techint en Venezuela), algo que desgasta el argumento oficial de que es víctima de una persecución judicial de sus candidatos.
En suma, anoche los Kirchner se fueron a dormir en Olivos con nervios de procesado ante la decisión judicial que se trata desde hoy en la Cámara Electoral y que puede arruinar otra semana de campaña con otras cuitas que parecen lejos de la política. La más importante: el reproche que hará un sector del macrismo al Gobierno por la crisis de Boca Juniors. ¿El culpable? El de siempre, Carlos Kunkel, amigo del actual presidente Jorge Amor Ameal, quien en pocos meses, dirán esos macristas, terminó con todo lo que había hecho Mauricio Macri durante 15 años. Desde su comando de campaña -el café de la estación de servicio de la esquina de Libertador y Tagle, a pocos metros de su departamento-, el gobernante porteño mandó a decir que él no tiene nada que ver con esos comentarios, que no quiere que se mezclen con una campaña que viene bien para el macrismo, y que no hay que tocar con ninguna peleíta menor. «De Boca sé sólo lo que sabe un hincha más que lee los diarios», se desentendió mientras devoraba un pancho junto a su novia Malala Groba en la madrugada de ayer, después del recital del Bicentenario en el Obelisco.


La otra novedad del fin de semana es que volvió el fútbol a Olivos. Entre la tensión de la campaña que exige descargas anímicas y la necesidad de imponer algún ordenador de conductas (jugar en Olivos es un ejercicio de la meritocracia), la Presidente autorizó que el marido candidato, un grupo de funcionarios, voceros, custodios y entornistas pisasen la gramilla presidencial y que recuperasen todos calorías con un asado que dio para una jugosa sobremesa. A esa hora del viernes ya conocía el Gobierno la confirmación de la estatización por Hugo Chávez de tres empresas en las que tienen intereses compañías argentinas, y parte de esa sobremesa transcurrió tratando de dibujar alguna reacción. Como siempre, se impuso la idea de esperar la repercusión en los diarios (que fue arrolladora el sábado, como quejas de empresas hasta ahora amigas del Gobierno y que aprovecharon la suerte ajena de Techint para exponer miedos escondidos), pero sirvió el debate para que los Kirchner se mostrasen sorprendidos por el anuncio.

Según insistieron ante el grupo del fútbol, en el cual estaban un ministro y el principal vocero del Gobierno, Chávez nunca les dijo nada sobre estas estatizaciones en el viaje a El Calafate. ¿Destrato del bolivariano, ingenuidad del matrimonio? Entre los K y Chávez hay una relación de medro mutuo -aprovechan entre sí-, pero sin mucho afecto. Siempre los ha irritado cómo Chávez les ocupa el micrófono, los salones, cómo les ceba a sectores propios como los piqueteros, y los Kirchner nunca han mostrado ánimo para frenarlo en público; y eso reflejan los chistes que hace el venezolano cuando ironiza sobre su abuso del tiempo ajeno y el uso del micrófono en los actos. Lo toleraron con alguna alegría cuando el petróleo estaba más caro y Chávez era el último prestamista; ahora, con las estatizaciones, los fuerza a dar explicaciones inconvenientes en medio de una campaña sobre un tema que es un regalo para la oposición.

«No nos dijo nada», repetía Néstor, a quien tampoco le cuadra el rol de defensor de empresas cuando necesita atornillar votos en el padrón populista. La falta de afecto es haberlo tenido en El Calafate tres días, pero sin invitarlo a su casa, apenas una recepción con 70 convidados en un hotel, y dejándolo solo para el resto del paseo; los Kirchner aparecieron en el minuto en que se iba para saludarlo. Intimidad-intimidad la tuvieron sólo en el viaje de ida, unas tres horas de charla en el Tango 01 con Jorge Taiana de testigo. Si en ese instante Chávez hubiera dicho algo de estas estatizaciones, Taiana recordaría algo y lo habría registrado por mero profesionalismo; ni que decir del fracaso del espionaje criollo, el mismo que no avisó nunca de la crisis de Botnia con el Uruguay, que debió advertir que esa estatización se venía. ¿Cuándo? Cuando Chávez anunció en la conferencia de prensa que dio junto a Cristina hace diez días, al llegar al país, que estatizaría las dieciséis empresas sin que nadie repreguntara ni registrara nada. Ni en el Gobierno, ahora que la Presidente reconoce -lo hizo el viernes en la sobremesa de Olivos- que escuchó lo que decía su colega sin pensar que se venía un conflicto serio.
El resto de la charla se fue en presunciones. Por ejemplo, cuánto pagará Chávez por estas tres estatizaciones. Porque pagar, siempre paga; algo que ilustraba una frase que acuñó un embajador de los Estados Unidos en Buenos Aires, anterior al que ahora se va: «Chávez es el dictador perfecto: te expropia y te paga, no es como Fidel, que te expropia y no te paga». En el mismo sentido, Kirchner se ufanó de haber conseguido que por la expropiación de Sidor se le pagase a Techint una suma quizás superior a su valor, u$s 1.970 millones. Eso justificó, recordó uno de los presentes, un viaje a Caracas como parte de la visita a Cuba, en donde se cerró ese número. Resignado a estas noticias que le complican la vida, el ex presidente pareció ver hacia adelante una nueva pelea por las indemnizaciones a cobrar.

Hubo también en esa sobremesa del viernes repaso de encuestas, que el Gobierno intentará imponer esta semana como un pronóstico cierto de lo que pasará el 28 de junio; por ejemplo, insistir en que la lista de Margarita Stolbizer ya está dos puntos debajo de la de Francisco de Narváez en la provincia de Buenos Aires y que los peronistas disidentes han comenzado a declinar en el impulso que les hizo temer a los Kirchner que podían perder la elección. «De los 134 municipios de Buenos Aires, controlamos 88, y en todos esos vamos a ganar. La banda de Felipe no tiene ningún intendente; el resto está con los radicales. Con eso tenemos asegurado el triunfo», se entusiasmó un vocero mientras devoraba una morcilla. Otro de los presentes, encargado de juntar papeles que sirvan para disipar las impugnaciones a las candidaturas oficiales, acercó un nuevo folio poco grato a Olivos, una sentencia de la Cámara Nacional Electoral que decía en 1998 que nada obligaba a un candidato a decir si asumiría el cargo o no. ¿Sobre quién lo decía? Sobre Fernando de la Rúa y Graciela Fernández Meijide, que eran intendente y diputada por Capital y se postulaban a la presidencia y a la gobernación de Buenos Aires. Frunció el ceño Kirchner cuando pidió que ese papel lo manejasen con prudencia, no sea que esos antecedentes terminen salvándolo de una pelea que creía ganada, pero que se estira día a día.

Quedó para el final una charla intimísima entre Kirchner y uno de los presentes sobre detalles inconfesables de la campaña, aquellos que tienen que ver con el dinero. Nunca se sabrá de lo hablado, pero la orden del Gobierno es evitar desprolijidades en el financiamiento como las de la campaña de Cristina de Kirchner en 2007, que complicaron al oficialismo con aportantes de la industria de la salud que le va a costar mucho superar. Ese problema va a acompañar al kirchnerismo por mucho tiempo, y el grado de complicación en la Justicia va a ser un barómetro de su capacidad de retener poder después de las elecciones.

Antes de despedir a los invitados, Cristina anunció que el Gobierno se pone en emergencia desde el 29 de junio para una nueva etapa. Todos prestan atención y cuenta: «¡En setiembre tenemos G-20 en Nueva York!» G-20 significa actuar la amistad con Barack Obama, juguetear con las fotos, el suspenso de si hay reunión a solas o no, un dulce para el Gobierno que usa estos temas para que rabie la oposición y los periodistas escriban extravagancias sobre las relaciones internacionales y sobre si el Gobierno se aísla mucho o poco del resto del mundo. En la segunda semana de junio los «sherpas» (representantes personales de los presidentes) del G-20 tienen una reunión en Berlín para ajustar el listado de temas que tratarán los presidentes en la reunión, que coincidirá con el único viaje tópico al que los Kirchner le hacen caso, la asamblea de la ONU, que se hace todos los años en setiembre y que tiene un producto por el cual sienten una fascinación inexplicable: hablar en un recinto semivacío, en un orden de oradores meramente alfabético, para decir lo que se dice todos años para que lo transmita Canal 7 y lo escuchen los aficionados a esa onda, que son bien pocos.
Cartón lleno para la agenda internacional entre este G-20, la visita a la ONU y otra novedad que va a usar el Gobierno en su beneficio: una cumbre de cortes supremas de toda América que se hará en Buenos Aires ese mes, organizada por Ricardo Lorenzetti y a la que concurrirán jueces de Estados Unidos (lo negoció el presidente del tribunal la semana que pasó en Washington) y de todos los demás países. Uno de los funcionarios ya aportó el lema que usará el Gobierno para hacer rostro con ese cónclave: ahora la Argentina es sede de congresos de cortes supremas, cuando antes se hacían congresos de ejércitos para organizar golpes de Estado. ¿No será demasiado? Los voceros darán la última palabra.


Quien no tiene angustias en materia de relaciones exteriores es Daniel Scioli, el más global de los kirchneristas, quien dedicó varias horas a agasajar en el Delta al gobernador de San Pablo y candidato opositor a la presidencia del Brasil, José Serra. Este personaje, nieto de una correntina y que tiene gran amor por la Argentina, se apareció en Buenos Aires, pidió hora, y la tuvo, con Cristina de Kirchner el jueves. Después se fue a ver a Scioli, quien lo paseó por su nueva querencia, el Delta. Terminaron comiendo en el recreo El Gato Blanco y dibujando su destino futuro, que creen propio y sin discusión. Serra es un empresario que milita en el mismo partido de Fernando Henrique Cardoso, pero no se anima a cantar victoria en este turno, complicado por la enfermedad de Dilma Roussef, jefa de Gabinete de Lula, sobre cuya candidatura, le contó a Scioli, no hay nada decidido. El gobernador-candidato bonaerense se ufanó con viejos lemas, que lo han llevado adonde está: «Soy el intendente 135 de mi provincia», y le agradeció a Serra haberle inspirado un sistema de salud.
No hay quien pueda con estos embates seductores de Scioli cuando reconoce en esos niveles: esta vez le dijo que había creado en Mar del Plata una red de consultorios que ni son un dispensario ni un hospital, sino algo intermedio que había visto que Serra había aplicado en San Pablo. Hasta ahora, todos creían que lo de Mar del Plata era una idea de su ministro de Salud a cambio de apoyos electorales del vecinalista intendente Gustavo Pulti. Serra, mirando el río, se derramó en elogios a la Argentina, país al que viene sin avisar, para recorrer las librerías de viejo de la calle Corrientes, animarse en las tanguerías y recitar tangos de memoria por las parrillas de la calle Montevideo. Se aficionó a eso cuando vivía exiliado en Chile y su mayor cercanía a Brasil la tenía mirando el río de color de león. En este viaje Serra tampoco pudo confirmar si la noticia de la designación de Tom Shannon como embajador de los Estados Unidos en su país es fruto de una fabricación de prensa o es una realidad. En cables diplomáticos que han llegado a la Cancillería argentina se lo da por cierto, pero no hay ninguna formalidad que respalde este pase a Brasilia del funcionario más alto que tiene Washington para los asuntos latinoamericanos.

En la otra vereda del peronismo, el ánimo no era más pacífico. El gremialista de los trabajadores del campo, Gerónimo «Momo» Venegas, invitó a almorzar a solas a la sede de su sindicato al ex presidente Eduardo Duhalde, a quien el Gobierno le atribuye el padrinazgo de todas las movidas opositoras. «Momo» quiso ilustrar con esa invitación la bronca por haber perdido cuatro funcionarios nacionales y provinciales que le respondían, por haberse pasado a la disidencia de De Narváez-Solá. ¿Qué esperabas -le dijo Duhalde-, si te los nombraron porque estaban con el Gobierno? Te fuiste, te los echan, ¿de qué te quejás? «Momo» es todavía jefe de las 62 Organizaciones y por eso responde peronísticamente: «Pero así no se manejan las cosas, eso no es peronismo». También se quejó Venegas de que la cúpula de esa liga opositora hubiera marginado a los duhaldistas de las listas. «Lo que pasa», le respondió Duhalde, «es que Francisco (De Narváez) cree que con plata se compra todo». El sindicalista se exaltó y prometió que después del 28 de junio se tomará venganza de estos agravios internos y también externos de De Narváez y de Kirchner sometiéndolos a sevicias, crueles, de raigambre campestre que hicieron temblar al propio Duhalde de sólo imaginarlas. En el momento más caliente del diálogo, «Momo» le reprochó a Duhalde: «Te equivocaste con Kirchner, ¿también te equivocase con el 'Colorado'?». El ex presidente dio una respuesta marxista: «Yo te apoyo pero ¿tenés plata? Me dijo que no. Lo hubiera apoyado a él, pero no me dejó margen».

Nada de esto contó Venegas el martes posterior al almuerzo con Duhalde, en la mesa que junta en el sindicato con los integrantes de la comisión del Monumento de Homenaje a Juan Perón. Ante ellos estuvo callado cuando escuchó de boca de algunos de los presentes, Antonio Cafiero, Fernando Galmarini, Teresa González Fernández, Antonio Arcuri y algún otro, más quejas sobre cómo De Narváez incumple promesas de financiar campañas de otros candidatos que no sean él. A Solá, contó uno que suele hablar mucho con el ex gobernador, le prometió que si se conformaba con el segundo puesto en la lista, le pagaría su campaña, algo que no ha hecho. Eso lo complicó doblemente a Felipe, víctima de la purga de duhaldistas en la boleta, algo que le quitó apoyos en pueblos del interior. «Hay lugares en los que no puede aparecer porque esos duhaldistas se quedaron fuera de las listas», se contó en la mesa. «Felipe, agregó otro, dice ahora que no puede irse del trío en donde lo han agraviado tanto porque el espacio desaparece».

«Momo», angustiado -tiene además un rostro que le sirve para exagerar el dramatismo-, cerró el debate y pidió que se hablase del monumento a Perón. Tenemos, anunció la fecha, para la inauguración, el 17 de octubre. Sí, le respondieron, ¿pero cómo lo vamos a pagar? Venegas explicó que se va a hacer una colecta pública con recibos-carné de $ 5 y $ 10 en donde va a constar que «este compañero contribuyó al monumento». Pero eso es la colecta de Cáritas, se rió uno; siguieron las risas sobre el éxito de una colecta en un partido que tiene que pedirles, como hizo Ramón Puerta en Misiones, a los candidatos que firmen una hipoteca sobre los salarios de cuatro años o un bien inmueble para impedir que traicionen y se vayan a otra bancada. O que, como ocurre en las listas kirchneristas, hayan tenido que inventar el chisme de las listas antitraición (testimoniales) para que los intendentes que se dicen oficialistas no hicieran arreglos por debajo de la mesa en sus distritos con otros partidos para evitar el peso negativo del nombre Kirchner en las nóminas de candidatos. También tenemos otros apoyos, trató «Momo» de acallar las bromas, el «Alberto» (Rodríguez Saá) va a poner el granito rojo para la base del monumento, la UOCRA (sindicato de la construcción) va a poner el hormigón y la mano de obra, y la UOM (metalúrgicos) va a poner el bronce.
Un modelo de comunidad organizada, festejó Cafiero, preocupado por la ausencia de Lorenzo Pepe, custodio de los manes partidarios, pero que faltó al asado del martes porque se está reponiendo de una operación. Hablar tanto de plata, y algunos caldos que se sirvieron en la mesa de la UATRE, soltó las lenguas sobre estas miserabilidades dinerarias de la campaña. Nadie negó que haya un empresario que dice haber recaudado ya $ 16 millones entre empresas relacionadas con el Gobierno para mejorar su situación electoral en varias provincias, entre ellas Santa Fe, en donde la pelea Reutemann-Giustiniani dista mucho de ser un paseo, como vaticinó el ex corredor. Ese empresario tiene historia en el peronismo de los 90 y tiene el llavero de más de una puerta. ¿Cuánto cuesta una campaña? En la provincia de Buenos Aires, la oposición no peronista dice que va a terminar gastando unos $ 8 millones; el oficialismo de Santa Fe dice que gastará $ 3 millones, que recaudará con dos cenas 1.000 x 1.000 (mil personas que pagan $ 1.000 por comer con los candidatos) y una rifa de un auto que cuesta $ 1.000 el número y que se puede pagar en cuotas. Estas lindezas pertenecen a lo inconfesable de la política, que impide saber cuánto terminará costando la campaña del oficialismo o la del trío del peronismo disidente en Buenos aires, que tiene a la cabeza a uno de los hombres más ricos de la Argentina.

Vamos a terminar con un chiste de la línea fuerte. Un hombre va manejando por una ruta semidesierta, y a lo lejos ve la luz de un café. Para el auto, baja y entra al bar. Allí sólo ve a una rubia, madura pero todavía bastante atractiva. Le pide el menú, y la dama le alcanza un papel en el que dice solamente: «Gaseosas: $ 6; Sándwiches de jamón y queso: $ 10; sándwiches de salame y queso: $ 8. Masturbaciones: $ 50. Por otros servicios, consultar». El cliente, atónito, lee el menú varias veces; finalmente, se decide y llama a la moza. Y pregunta:

- Disculpame: ¿vos sos la que se encarga de las masturbaciones?

La rubia, ronroneando y con una mirada prometedora de placeres en sus ojos, responde:

- Sí, papito... ¿Por?

- Entonces andá a lavarte las manos, que quiero un especial de cocido y queso...

Vea aquí la primer entrega de Charlas de Quincho, del lunes 25 de mayo

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