22 de noviembre 2010 - 00:00

Charlas de Quincho

Como cada fin de semana largo, dividimos en dos partes la entrega de estas charlas (mañana, la segunda). Tristeza y soledad; eso es lo que permean los pasillos y las estancias de la residencia de Olivos, pese a que su habitante está casi siempre acompañada. Allí se habló de las misiones casi secretas (al menos en sus objetivos) encargadas a dos ministros, y la improbabilidad de concretar el «pacto social» propuesto por la Presidente. En un quincho en Chapadmalal, una familia que cobró (más) notoriedad esta semana por un acto de violencia se internó para restañar heridas y evaluar las consecuencias de ese hecho. En contraste, les contamos todos los detalles inéditos del matrimonio de un jefe de Gobierno, incluyendo un incidente actoral-musical que casi provoca una tragedia. Veamos.

Mauricio Macri y su flamante esposa, Juliana Awada, junto a la hija de ésta, Valentina, encabezaron la fiesta en Tandil.
Mauricio Macri y su flamante esposa, Juliana Awada, junto a la hija de ésta, Valentina, encabezaron la fiesta en Tandil.
El dato de Olivos del fin de semana largo, interminable, hasta con un acto en sábado de noche, como para llenar con alguna actividad provechosa el paso insufrible de las horas, no puede ser más desolador. El testimonio de la tristeza de la Presidente, sola por las galerías y estancias penumbrosas de la residencia presidencial -que no deja de ser una repartición pública despersonalizada, a la que los inquilinos hasta por cábala no le ponen detalles de personalidad-, lo transmiten todos los visitantes de estas horas. Exaltan a una Cristina de Kirchner animada, optimista, atenta hasta la minucia en los detalles de la burocracia, pero profundamente triste, y además sola, acompañada de su hija, algunas horas por su madre, y los asistentes personales, que tampoco dejan de ser empleados públicos, sujetos a los límites de su función, que no es la asistencia personal. Atendió a ministros para escuchar proyectos e informes, algunos en los cuales confía para gatillar la confianza del público que cree la ayudará a encarrilar a un Gobierno que se ha quedado sin el motor original.

Esas conversaciones, algunas en la noche del viernes, despertaron charlas sobre las restricciones que tienen los proyectos, que parecen obvios pero que creen ella, y sus funcionarios, que pueden parecer concesiones para dar un mensaje conciliador a los adversarios que esperan verla flaquear. Es la razón del sigilo que reclamó a los enviados de miércoles y jueves a Washington, por donde se pasearon Amado Boudou y Héctor Timerman con misiones y consignas que tienen orden de mantener bajo siete candados hasta que ella encuentre la forma de contar de qué hablaron. Se enfurece, como esos funcionarios cuando leen en medios que fueron al vientre del monstruo -la sede del FMI- a pedir la toalla en la negociación con el Club de París, algo de maquillaje para que no se note que el organismo algo hará para facilitar ese acuerdo que todos piden. Nada de eso admitirán los protagonistas, entre otros motivos, porque esa venia vendrá no por el lado de mirar hacia otra parte en la exigencia de la revisión del FMI antes del acuerdo con el Club de París, ni esos ministros tienen entre sus carpetas el tema que será clave para que el organismo tire «buena vibra» (como está de moda decir en la TV) hacia la Argentina.

La cuestión está discutiéndose en otras oficinas y con otros delegados y va por el lado del reclamo más importante que hacen el FMI y los inversores, que es la calidad de la medición de la economía del país. En este punto el Gobierno retomará el viejo proyecto de Alberto Fernández y Martín Lousteau, que nunca se frenó en realidad en el nivel de las charlas entre técnicos del INDEC y los del Fondo, para adaptar los métodos estadísticos de medición de las variables de la economía a los que consiente Washington como los más apropiados, para que los datos Moreno se vayan adaptando, de a poco, a los que recopila el FMI a partir de estudios propios y de economistas privados a quienes les creen más los mercados. Como en el caso del artículo 4º, lo importante para el Gobierno es que se note poco esa adaptación para que la Argentina no parezca capitulando ni reconociendo que ha hecho algo malo de forma de impedir que poseedores de bonos ajustados por crecimiento del PBI o por índices de precios se tienten de hacer demandas para que les compensen lo que han cobrado de menos antes de ahora. La mortificación para el Gobierno es que se instaló la sigla INDEK y lo que busca es que se diga que los números del organismo se acercan cada vez más a los de las mediciones privadas.

Esta señal es la que acompañará, cuando alguien del Gobierno tenga la venia de Olivos para hablar de esto, a otros gestos como el recurso ya conocido de un acuerdo económico y social con empresarios y gremios que ya se ensayó en la foto de la cumbre industrial de la UIA, algo que al Gobierno entusiasma pero que le cuesta tramitar en un país en donde los sindicatos representan a poco más de un tercio de los trabajadores, los empresarios mantienen un alto porcentaje de economía en negro y un Gobierno que en las últimas lecciones sacó un tercio de los votos sobre el total de los emitidos. Ese panorama que el Gobierno heredó de sus antecesores se dificulta con la crisis del sistema, peronismo y oposición divididos y minoría del oficialismo en el Congreso y una coyuntura que ha puesto a todos en un punto de nuevo comienzo sin certidumbre sobre lo que va a pasar.


Por cierto que Cristina celebra, dentro de su tristeza, las encuestas que la saludan con crecimiento de imagen y esas fantasías extemporáneas de que ganaría sin balotaje si las elecciones fueran hoy, cuando todos saben que van a ser dentro de un año. También hace preguntas sobre otros hechos extravagantes como la popularidad que tuvo el castañazo de Graciela Camaño a Carlos Kunkel, que para analistas propios del Gobierno puede encerrar el simbolismo de una bofetada del público a un vocero notable del Gobierno, señal que preocupa pero que explica que la propia Cristina ante Kunkel, en el acto de Florencio Varela que se hizo minutos después del incidente fuera parca en la solidaridad. Apenas llamó a perdonar «hasta a quienes nos pegan». Hacer otra cosa hubiera implicado renunciar a su defensa inveterada de la condición femenina que había agredido el diputado con sus dichos hirientes a Camaño, ante un centenar de personas y por TV. Un hecho mortificante que sólo podía terminar con Camaño huyendo en lágrimas de humillación o, como hizo, volviendo a darle un golpe que, demás está repetir, fue bochornoso.

Éste y otros episodios le hicieron recordar a la Presidente en las charlas de fin de semana opiniones de Néstor Kirchner en vida, en especial de crítica a Elisa Carrió. Se recordó en esas conversaciones de Olivos lo que Kirchner les decía a los asesores que le recomendaban algún plan de captura de la jefa del ARI y el respondía: «Nunca busquen un acuerdo con ella porque no le interesa acordar, lo de ella es pelear sin hacer construcciones como las que buscamos nosotros». Como si entendiera como nadie ese temperamento, Kirchner ironizaba sobre cómo cambiaba de aliados, de Jorge Rivas en 2001 a Alfonso Prat Gay en 2007, para que entendieran lo que quería demostrar. La apelación a lo que Kirchner opinaba es frecuente en esos conciliábulos para sacar letra para situaciones como la visita del jueves a la mañana a Olivos de Hugo Moyano, a quien la Presidente encontró más amansado que nunca y con el latiguillo de que está nada más que para colaborar y ayudar en lo que pueda, algo que suelen hacer quienes en realidad necesitan ayuda, y Moyano está más urgido de apoyos que Cristina porque se mueve en arenas movedizas, vigilado por jueces y también por los peronistas que se preguntan adónde los va a terminar llevando este socio.

Estas reflexiones no son exclusivas de Olivos; se las plantearon en grupo los funcionarios que se reunieron a desayunar el viernes en el porteño hotel Panamericano con el pretexto de escuchar al asesor especial de Lula da Silva, Marco Aurelio García, sobre el futuro de las relaciones entre Brasil y la Argentina. Lo escucharon con atención sobre lo que venía a decir -que es una réplica del discurso integrador del saliente presidente del Brasil- pero el provecho lo sacó el visitante. Se sentaron con él los gobernadores José Luis Gioja y Gildo Insfrán, los asesores presidenciales Juan Carlos Mazzón y Juan Manuel Abal Medina, el director de la ANSES, Diego Bossio, los diputados Jorge Landau -sobre cuya cabeza pasó el castañazo de Camaño a Kunkel, Ruperto Godoy, Mariano West, la secretaria de Interior, «Kely» Olmos, y un grupo de jóvenes llevados por Bossio. García asistió a una reunión de análisis de la coyuntura que incluyó anécdotas que se llevó para animar peñas en su país. Por ejemplo, cuáles fueron las primeras palabras de Luis Barrionuevo cuando se en-teró del incidente. Estaba en Concepción del Uruguay para asistir junto al «Momo» Venegas a un acto de Eduardo Duhalde y Jorge Busti. Le pasaron un pape-lito y se acercó a un televisor en donde repetían el sopapo, y musitó: «Pobre Kunkel, porque la 'Negra' pega fuerte, ¿eh?». Ramón Puerta, que sabe de mujeres le dijo: «De eso sabrás vos...», y «Luisito» replicó: «Si lo sabré...».

La mesa de los duhaldistas en Entre Ríos se dedicó a lo mismo que el viernes la peña de los funcionarios con García, decidir a quién le conviene y a quién no ese incidente. Hubo respuestas de todo tipo, pero para tener una idea más precisa, nada mejor que el aporte de otro quincho, el familiar de los Barrionuevo en Chapadmalal, que es adonde se internó el matrimonio el fin de semana para tratar, a solas de buscar alguna claridad. Para Camaño, se escuchó allí, es dramático que haya dedicado casi diez años de su vida a hacer una trayectoria propia despegada de su marido. Todas sus acciones como ministra de Duhalde y como diputada las dirigió a separarse del aura controvertida del sindicalista, a pedirle a quienes hablaban y escribían sobre ella que no mencionaran a Barrionuevo. Con eso construyó su imagen de legisladora seria, algo que le reconoció el kirchnerismo en el Congreso cuando la contó entre sus filas, y continuó cuando se fue con los disidentes, Está en la Comisión de Asuntos Constitucionales por pedido del kirchnerismo, que aunque ella estaba ya en la oposición, la prefirió a Elisa Carrió en ese cargo. Todo ese capital lo arriesga con la bofetada que dio, precisamente, por defender al marido de quien quiso despegarse durante largo tiempo.

Lo más mortificante es que el resultado es un salto de popularidad que es lo que necesitaba para su proyecto de lanzar una candidatura a gobernadora de Buenos Aires, algo que tenía previsto hacer el mismo Día del Militante (peronista) cuando dio la bofetada. En suma, que lo que gana por un lado lo pierde por el otro, hasta con condimentos grotescos. Mandó a suspender el lanzamiento de la candidatura y puso otra fecha: eligió el próximo 25 de noviembre, pero cuando se estaban imprimiendo los afiches le recordaron que ese día se celebra el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, algo que despertaría más ironías y reproches por lo que hizo. La fecha quedó para diciembre.

Pero vamos a lo que el público quiere saber y nadie le ha contado, pese a la profusión de palabreríos, que es lo que pasó en realidad en el campo La Carlota de Tandil, donde Mauricio Macri festejó su casamiento con Juliana Awada, tercer matrimonio del gobernante porteño cumpliendo con la veracidad del dicho que afirma que un nuevo matrimonio es un triunfo de la esperanza sobre la experiencia. La ceremonia, cerrada para curiosos, pero no para estos quinchos que son una ventana a la realidad, fue una pantomima graciosa de boda, porque los contrayentes ya habían pasado por el civil. Un par de amigos, José Torello y el actor Martín Seefeld (quien había disfrazado la noche del viernes su cumpleaños 50 que fue en realidad la fiesta de despedida de soltero de Macri con todos los excesos y reticencias de esas ceremonias entre hombres solos), junto a Pamela de Saguier, una amiga de la novia, le advirtieron entre bromas y veras que se portase bien en esta nueva navegación, porque, si no, le iban a «romper la cabeza».

El novio se acurrucó ante estos amigos que simularon ser los curas de la ceremonia, asegurando que lo hará y más, se arrodilló ante la novia y le juró amor eterno. Raro, comentó uno de los testigos, nadie le pidió a la novia que se portara bien, prueba de que conocen a este hijo de tigre, que esta vez no contó en la fiesta con la compañía de su padre. La alegría que le puso a la celebración el novio hizo olvidar la fantasía de las estrellas que nunca llegaron (Mirtha, Susana, Tinelli) y todos se embutieron en la gran carpa para comer un asado que impresionó por la cantidad y la variedad, pero no por la calidad: la mayoría coincidió en que no estuvo a la altura de los protagonistas. Los novios se aseguraron de que la política no se devorase la fiesta; apenas Enrique Nosiglia, Ramón Puerta y Francisco de Narváez representaron el padrón por fuera de los legisladores PRO y los ministros y asesores del gabinete, entre ellos, el consultor ecuatoriano Jaime Durán Barba, que se entremezclaron con algunas celebrities de la TV, como Jorge Rial o Fernando Niembro, Valeria Massa y su esposo Alejandro Gravier (recién llegado de Tailandia), futbolistas como Guillermo Barros Schelotto o el representante Guillermo Coppola, de exagerado bajo perfil, lo mismo que De Narváez, invitado por la amistad, dijeron varios, de su esposa Agustina Ayllon con la novia. El «Colorado» ha sido un socio odioso de Macri y cruzaron un saludo algo frío; después, el diputado se mantuvo lejos en su mesa.


Por supuesto que hubo política, como en la mesa de Federico Pinedo, a quien vieron todos más que apesadumbrado por sus trajines como jefe del bloque, que apareció dividido en la sesión del Presupuesto. Por lo que se le escuchó, es pesimista por el destino del llamado «Grupo A» de la Cámara de Diputados, mayoría hasta ahora ante el kirchnerismo. Como si le cantase la defunción, se le atribuye haber dicho que en esa cámara se inicia una nueva etapa en la cual los números serán otros. En las mesas con políticos todos se atuvieron a la doctrina oficial de que Macri es candidato a presidente. Eso hizo cruzar en un largo debate a Puerta y a Durán Barba, que coincidieron en la misma mesa. Puerta defendió su vieja idea de que Macri tiene que integrar un frente, como candidato a presidente o a repetir como jefe de Gobierno, junto al peronismo disidente. El ecuatoriano sostuvo la tesis contraria, de que Mauricio tiene que ir solo y arrastrar así al voto de ese peronismo y también al electorado independiente que rechaza al viejo peronismo y a la figura de Duhalde. Trató de terciar, sin más argumentos que su entusiasmo, el empresario Gregorio Chodos, quien sostenía que Macri debe repetir como jefe de Gobierno y lanzarse a presidente en 2015.

Entre los macristas porteños -la mayoría se divide en el ala de Horacio Rodríguez Larreta y el ala de Gabriela Michetti- festejaron algunos que la diputada recibiese saludos como futura candidata al Gobierno porteño. Había algunos provinciales, como el primo Jorge Macri y Ramiro Tagliaferro (diputados por Buenos Aires), que celebraron que no hubiera asistido Gustavo Ferrari, escudero de De Narváez, porque, sin su presencia, el «Colorado» habla más suelto; por ejemplo, le arrancaron que en diciembre relanza su candidatura a gobernador y que está a la espera de una reunión con Duhalde, que le demora el pedido de entrevista. Algunos de los presentes venían algo baleados por la despedida de la noche anterior organizada por Seefeld; otros, por la fiesta que ese mismo día había hecho Augusto Rodríguez Larreta en su casa para festejar sus 43 años, donde su hermano Horacio algo negoció con Jorge Telerman, que busca una candidatura para el año que viene, a la vista de otros invitados como Miguel Peirano, Alejandro MacFarlane -otro de los empresarios que estuvieron en Tandil-, Marcela Tinayre, Marcos Gastaldi.

Sobrevolamos las mesas, y vemos más en La Carlota, por ejemplo, los conciliábulos entre Nosiglia y el empresario del juego Daniel Angelici, a quien se lo anota en una pelea interna por imponer un candidato propio en el Consejo de la Magistratura porteña, pelea que les frenan a los peronistas que quieren allí a Juan Manuel Olmos, jefe del PJ oficial, que se recibió de abogado el año pasado y ya quiere dominar el sistema de jueces, los ibarristas, que quieren a Laura Moresi, y la gente de Pino, que preferiría al ex kirchnerista Beinuz Schmukler. En otra mesa, Jorge Macri algo negociaba con De Narváez, que se mantuvo lejos de la mesa principal, pero que no se privó de sacarse fotos con el novio. Todo suma. En otras, callado, José Uriburu, ex ministro menemista y hoy asesor del PRO, imaginaba el tono que habría tenido una fiesta como ésta en los 90. La animaban sucesivos videos de hijos de unos y otros que le cantaban al amor familiar, pero todo sin excesos. En un momento trataron de quebrar esa consigna los ministros Guillermo Montenegro, Diego Santilli y Esteban Bullrich (todos hombres de envergadura física) que alzaron a Macri para ese ritual canalla de arrojarlo al novio por el aire. Se defendió la víctima -después de todo es el jefe- y los convenció de frenar esas efusiones de estudiantina.

Miraba esto con aire experto -en matrimonios, se entiende- el ministro cultural Hernán Lombardi, que ha sido testigo de otras fiestas en otras épocas y que sabe de la futilidad de algunos gestos. Lo ganaba, como a los ministros presentes, el comentario de la noticia de que Macri quiere adelantar las elecciones porteñas para febrero o marzo si la Legislatura no le aprueba el Presupuesto. Se lo dijo en un rapto de enojo el jefe de Gobierno a Cristian Ritondo y a Oscar Moscariello, jefes legislativos, pero a medida que avanzaba la noche en La Carlota llegaba la rectificación de boca del propio Macri. Si se llegase a hacer eso, el Gobierno nacional se va a tentar con lo mismo y podría adelantar las elecciones generales aprovechando el veranito cristinista en las encuestas. Lo puede frenar el antecedente de 2009, cuando Kirchner adelantó los comicios con el argumento de que era un año malo y que era preferible sacar la pelea electoral del medio en plena crisis financiera, pero con un resultado aciago, porque perdió la elección en Buenos Aires, que es donde más le importaba, al punto de que se puso como candidato.


En un momento de la fiesta, Macri tomó el micrófono y eso exaltó a los amigos: no, ni se te ocurra cantar. No hizo caso y arrancó con «Something», que estuvo tolerable. Cuando terminó anunció: «Acá ha venido mi amigo Freddie para cantarme algo». Sa sacó el saco y se disfrazó de Mercury ante todos, con la mala idea de ponerse un bigote postizo. Arrancó con el tema y en una estrofa quiso ganar aire ¡y se tragó el bigote! Se detuvo, carraspeó con dificultad y todos empezaron a ver cómo se ahogaba, con el pánico que les agarra a los testigos de ese síntoma. Lo sentaron, con más dificultades para respirar. Saltó Jorge Lemus, ministro de Salud y empezó con el protocolo del socorrismo, pidió que se abriesen y dieran aire, Michetti, angustiada, ofreció el abanico, se sumó la mujer de Lemus, que es médica también. El galeno recomendó que empezase a tragarse el bigote porque era imposible sacárselo. Se auxilió con una bebida, y Macri englutió el mostacho a sus entrañas. Se dijo repuesto, pero ya no volvió a cantar, doble alegría para todos, por la recuperación y porque no había más canciones. El incidente duró media hora, que les trajo las peores evocaciones a los presentes. Pero con final feliz: si todo sigue según lo acordado, el falso bigote de Freddie Mercury debe haber sido a esta horas eyectado para bien de la República, y de la música.

Vamos a terminar con un chiste psicológico. Un hombre concurre a consultar a un terapeuta por primera vez, quejándose de que está muy deprimido. El profesional le pregunta qué le pasa y el paciente responde:

- Y, tengo 35 años... y sigo sin pegarla con las mujeres. Haga lo que haga, se me asustan y se van...

- Pero amigo... ¡eso no es un problema grave! Hay que trabajar en su autoestima. Todas las mañanas quiero que se levante, vaya al baño, se mire en el espejo y diga: «Soy una buena persona, divertido, atractivo». Pero dígalo con convicción, sintiéndolo. Dentro de una semana va a ver que las mujeres van a correr a su encuentro y van a morirse por estar con usted.

El paciente se va del consultorio, aparentemente convencido de las bondades del consejo. Tres semanas más tarde regresa a la sesión con la misma expresión de tristeza y depresión pintada en el rostro. El psiquiatra le pregunta:

- ¿Y?... ¿funcionó mi consejo?

- Sí. Estas tres semanas me acosté con las mejores y más bellas mujeres de mi vida...

- Y entonces...¿cuál es su problema?


- ¿Problema? Yo no tengo ninguno. Mi esposa sí...

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