9 de mayo 2014 - 00:00

Comedia a la medida de Suar y Francella

Adrián Suar siguió el modelo de actuación de Steve Martin en el film de 1987, y Francella sobrepasa las modestas pretensiones de una comedia como “Dos pícaros sinvergüenzas” con su enorme talento. Cada vez que se aparta del estereotipo “capocómico porteño”, deslumbra.
Adrián Suar siguió el modelo de actuación de Steve Martin en el film de 1987, y Francella sobrepasa las modestas pretensiones de una comedia como “Dos pícaros sinvergüenzas” con su enorme talento. Cada vez que se aparta del estereotipo “capocómico porteño”, deslumbra.
"Dos pícaros sinvergüenzas", de J. Lane y D. Yazbek. Dir.: M. Carnevale. Int.: G. Francella, A. Suar y otros. Esc.: A. Negrín. Ilum.: G. Córdova. Vest.: M. Toschi (Teatro Metropolitan).

En esta comedia liviana y de ambiente glamoroso todo conduce al lucimiento de la dupla protagónica. Guillermo Francella y Adrián Suar explotan su carisma y complicidad, ya probada en "La cena de los tontos", colmando así las expectativas de un público que espera de sus actuaciones la picardía anunciada en el título. Ambos interpretan a un par de estafadores de rasgos casi opuestos cuyo oficio consiste en esquilmar a mujeres ricas.

El primero es Lawrence Williams, un embaucador de guante blanco con aires de aristócrata, y el segundo es Freddy Benson, un torpe embustero de conducta adolescente. Estos simpáticos personajes se cruzan accidentalmente en la Riviera Francesa y tras un par de peripecias terminan convertidos en maestro y alumno. Hasta que la ambición de Freddy, que quiere ser tan rico como su instructor, pronto los convierte en rivales.

Gran parte de la obra es una sucesión de gags que obligan a una constante entrada y salida de elementos escenográficos; lo que quita fluidez a la acción. Pero en la segunda mitad, la trama cambia de rumbo y los hechos se aceleran hasta desembocar en un ingenioso desenlace de "burladores burlados".

El libreto pertenece al musical de Broadway "Dirty Rotten Scoundrels", (adaptación de una remake cinematográfica de 1987, protagonizada por Michael Caine y Steve Martin). Y, sin duda, fue una decisión acertada, ya que el film de 1964, "Dos seductores" ("Bedtime Story"), hoy resulta bastante desabrido, sobre todo por la fallida actuación de Marlon Brando en un rol de comediante. Suar, a su vez, siguió el modelo de actuación de Martin y le sumó comicidad con algunas payasadas de cuño propio. Así logró resolver la ríspida escena en que Freddy se hace pasar por el hermano infradotado de su maestro, con apreciable soltura. Pero, su personaje no debería vestir pantalones chupines, tratándose de una ficción de ambiente retro donde se envían cartas por correo y no vía email.

Francella sobrepasa las modestas pretensiones de esta comedia con su enorme talento. Cada vez que se aparta del estereotipo "capocómico porteño", deslumbra. Ya sea con su expresivo lenguaje corporal (por ejemplo, cuando azota las piernas de un Freddy supuestamente paralítico) o con la melancólica y sabia madurez que transmite su personaje.

Sólo resta una objeción: si los protagonistas actúan como argentinos ¿por qué no legitimar, dentro de la pieza, un rasgo tan evidente? De todos modos -y pese a tratarse de la remake de otras remakes- "Dos pícaros sinvergüenzas" no ha perdido vigencia. Y, aunque cueste creerlo, divierte mucho más en el escenario que en la pantalla.

P.E.

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