26 de marzo 2018 - 23:30

Cottage: la revolución israelí y su lección para la Argentina

• MOVILIZACIÓN POPULAR QUE HIZO QUE SE REVISARÁN ACUERDOS
Tras la crisis de 2011 los precios generales de la economía bajaron un 5%. Pero la presión impositiva se considera alta. Tel Aviv es en la actualidad la séptima ciudad más cara del mundo.

Protesta. La sufrió el Gobierno de Benjamín Netanyahu, que debió actuar para acomodar los precios de la economía.
Protesta. La sufrió el Gobierno de Benjamín Netanyahu, que debió actuar para acomodar los precios de la economía.
Tel Aviv - La Revolución del Cottage de 2011. Así se llamó en Israel a la revuelta popular de agosto de ese año, que cambió radicalmente, y para mejor, la economía del país. Luego de la primavera árabe y de la crisis de 2008, y cuando se pensaba en Israel que el malestar general estaba controlado, el 5% de la población salió a la calle (unas 500.000 personas) -y no por el eterno conflcito en los 70 años de historia del Estado (se cumplen este año) con los vecinos árabes-, sino por un disparador inusitado. Los israelíes salieron masivamente de sus hogares a protestar por una serie de notas periodísticas donde se mostraba que el queso cottage (el preferido de las mesas familiares locales), costaba en el país 35% más que en Europa. Y que la explicación era que el proveedor israelí era una empresa láctea monopólica llamada Duva, propiedad de una de las familias empresarias fundadoras y que tenía al mercado interno coptado (dominaba el 90%), con la prohibición explícita de importar, subsidios del Estado y créditos blandos. Y además, se descubrió, evadía impuestos.

La indignación se generalizó y provocó que comenzaran a discutirse todos los precios de la economía local, incluyendo los servicios públicos, los celulares, los alimentos y bebidas, los combustibles y el transporte. En todos los casos se fue descubriendo que el costo local de proteger a unas 20 familias que dominaban todos los sectores, era de pagar sobreprecios de entre 20% y 35% promedio a los mercados europeos. Y, lo peor, la respuesta de las autoridades nacionales (el jefe de Estado era Benjamín Netanyahu), era de justificar los precios y pedirle a la población que colabore y no proteste. La respuesta fue que la elegantísima avenida boulevard Rothschild se copó de gente y que la clase media hizo su primera protesta masiva en la historia del país. A partir de allí el clima cambió y la situación derivó en lo que la economía israelí muestra en la actualidad.

De una inflación del 350% en los '80, bajó a una inflación de menos del 2%, o como los últimos dos años, deflación del 0,3%. El crecimiento se mantiene en el promedio del 3% anual y hay déficit fiscal y comercial que deriva en la "enfermedad holandesa". Esto es, un ingreso de divisas que termina siendo perjudicial para la economía. El nivel de ingresos llega ya al de un país europeo y el nivel de vida se lo compara con Bélgica y Holanda. Por caso, ya superó a España. El Estado israelí toma deuda al 2% anual, y cualquier empresa con los papeles en orden puede conseguir crédito a 10 años a menos del 3%. Un crédito hipotecario para una familia tipo con niveles de ingresos medios cuesta 5% total, incluyendo comisiones y los intereses pueden descargarse de ganancias.

Luego de la crisis de 2011 los precios generales en la economía bajaron un 5%, con casos testigo como los taxis (20%), celulares (80% en cuatro años), transporte en general (10%) y esparcimiento (20%). Esto sin bajar la presión impositiva que, los israelíes, consideran muy alta. Esta se basa en el tributo a las ganancias y llega al 35% promedio con un tope de 45% para los salarios altos. El IVA se ubica por ley en 12% y no existen tributos criollos como el impuesto al cheque, ganancia mínima presunta o ingresos brutos o a los activos. De hecho, cuesta explicarlos a tributaristas locales sin que pongan cara de horror.

Al analizar la distribución del presupuesto local, curiosamente, el principal ítem no es defensa (que ocupa el segundo lugar y es clave en la seguridad del país), sino educación. Ese es el sector donde el Estado destina más recursos. Y, a diferencia de la Argentina, el principal capítulo de educación explicado en el presupuesto es "inversión en infraestructura". La explicación es simple: modernización permanente de los colegios e inversión en tecnología de última generación. Luego, en segundo lugar según el dinero del presupuesto, aparecen los sueldos de los docentes y no docentes.

Israel tiene crónico superávit comercial. Dato curioso en un Estado que debe importar casi la totalidad de sus alimentos y la energía ya que, como ellos mismos lo definen, es el único desierto en Medio Oriente sin petróleo. Con euforia se anunció el año pasado que Israel encontró gas y que demandará unos tres años poder extraerlo. Hasta tanto, también habrá que importarlo.

Muchos de los empresarios plantean como otro activo la velocidad de acción del sistema judicial. Se habla de un promedio de seis meses para resolver cualquier discrepancia entre privados o privados y el Estado que deba resolverse en la Justicia. Esto incluye casos de evasión impositiva y corrupción, hasta disputas por "dumping" o cualquier discusión por desinteligencias entre privados.

Las reservas del Banco Central de Israel, donde Mario Blejer fue alguna vez director, llegaron el mes pasado a los u$s120.000 millones, lo que derivó en un problema de nuevo encarecimiento de la moneda local y de sobreapreciamiento de la economía. De hecho, Tel Aviv es hoy la séptima ciudad más cara del mundo. Es además una de las sedes mundiales de las monedas virtuales, con el lanzamiento exitoso por ahora de una bitcoin con reservas en diamantes, para evitar la especulación financiera. Además, aseguran, cada inversor es controlado para evitar que el dinero que llega a la criptomoneda provenga del lavado de dinero u otros delitos comerciales. Tel Aviv y su "city", son una de las pocas plazas financieras donde las casas de cambio tradicionales permiten las operaciones con este tipo de monedas virtuales. Israel está calificada como una economía 100% en blanco. Pero no siempre fue así. Se estimaba a mediados de la década del 80, que la evasión superaba el 40%, un nivel aún mayor al que detentaba Argentina en esos años. Hoy, se menciona, está realmente mal visto el empresario de cualquier tamaño que maneja parte de su economía en negro y el usuario, consumidor o incluso empleado que lo permite. Al que es acusado por estos delitos, es señalado por la sociedad, directamente, como un antipatriota que priva a la nación de recursos para la defensa y la educación.

(*) Enviado especial a Israel.

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