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Cupones bursátiles
Acumulación de novedades de porte menor, de donde se logra sacar algún jugo en los índices, pero superadas largamente por las periódicas evidencias de tono mayor. Y lo desagradable de las cuentas desviadas en los países viene ahora con «premio»: así como en Grecia se debieron reconocer números imaginativos, también en Hungría estuvo presente la mano del gran dibujo para tratar de disimular lo que, de pronto, buscó la superficie. Malas administraciones políticas, adosadas de estratagemas para engañar a todos: a ciudadanos propios, a los acreedores de esos países, a los que confiaron comprando deuda pública y extendiendo un crédito. ¿Puede haber felonía mayor que hacer mal las cosas y después mentir para ocultarlo?. Difícil.
Cuando estalló el caso, nos atrevimos a decir que el fullero de Maddoff -debidamente encarcelado- había resultado un truhan ingenioso y que se había aprovechado de la fatal codicia de quienes acudían a él. Pero que, en relación con ciertos banqueros «honorables» -y ahora también gobernantes diversos- podía resultar un simple estafador de menor calibre, comparado con los que vienen destruyendo la credibilidad y las ilusiones de la gente.
Por una pequeña noticia, algún indicador de segundo orden se ha visto ensayar repuntes en los mercados que -de inmediato- son debidamente rasurados. Actitud de lo más lógica para el momento que se vive, cuando en Estados Unidos los nervios siguen y en toda Europa tienen los pelos de punta con la reiteración de desastres. La idea de taparlo todo emitiendo moneda a cifras monstruosas, prometiendo coberturas, hubiera dejado oculto lo que ahora salió a la luz, de haber resultado exitoso.
La etapa del sinceramiento y de los sufrimientos para tratar de colocar al mundo en caja ha seguido su marcha. Ahora hay que acertar dónde estallará el próximo foco económico cuando ya la capacidad de asombro se ha vuelto resignación.
Y hay que aguantar.
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