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Cupones Bursátiles
En las notas se hablaba acerca de la resonante fusión concretada, acerca del monto que podría llegar a moverse en la nueva «familia» construida con los europeos.
No importó demasiado que algunos elevaran sus quejas, porque la gente del NYSE quedará en minoría en la conducción -sólo «6» sobre «15»- y el timón será para los alemanes.
Nada interesa, los símbolos y el orgullo han quedado muy atrás, aunque esto ya había rodado -formalmente- cuando los árabes entraban de lleno en los principales nombres bancarios del Norte.
Este «monstruito» que no dormirá ni un minuto por día se dedicará a generar operaciones de todo tipo y color.
De América, de Europa, de Asia, de Primer Mundo o de emergentes. Y acaso en unos años se compare la recaudación con los recintos de Las Vegas, que podrían resultar sus «pares».
Todo parece admisible, con la resaca que dejó la crisis. Las «fusiones» de todo tipo, en mercados financieros, están a la orden del día. Y son tan impresionantes los anuncios -inconcebibles, hasta hace unos pocos años- que las opiniones, en general, van hacia la admiración lisa y llana. Pero, en casos como estos, resuena en la memoria el viejo refrán de los paisanos: «Reunión de zorros, matanza de gallinas...» (no es necesario aclarar en cuál de los grupos nos anotamos los argentinos).
Al demonio
Todo el fantástico historial de Wall Street, de la Bolsa rectora, de un símbolo de validez mundial se acaba de ir al diablo sin miramientos. Por más maquillajes que les apliquen, los que se quejan saben que a partir de ahora los que manejen el negocio no serán los del NYSE. Y tendrán que ir apareciendo los primeros efectos, así como los «colaterales» para los demás mercados. Y en especial, para los menores.
Lo que era el espíritu bursátil, que se comenzó a enturbiar con la incursión de los negocios bancarios en la cotización, más infames «derivados» inventados, tiene ahora una lápida apropiada: el juego puro, sobre la inversión.
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