Lo que primero fue una insinuación, que velozmente era neutralizada por una serie de livianos argumentos permanentemente utilizados, se fue haciendo más difícil de disipar. Tanto en el gran tablero global como en el ámbito local, solamente sendos motivos seguían sosteniendo una escalada de los índices bursátiles. La ola de temor que recorre los recintos del mundo, instalada en lo mediático, se sintetiza en la amenaza de que las políticas monetarias existentes vayan mutando, en condiciones de principios más normales. El dinero tiene un costo, los bancos centrales solamente pueden implementar "subsidios" por cuestiones puntuales (y sin extenderlas como un derecho adquirido). Esto hizo titubear primero a la demanda, después abstenerla para dar paso a que la oferta -inquieta- aumente su caudal de salida preventiva. Y en lo que hace al mercado doméstico, el simple juego de plegarse al dólar "paralelo" -olvidando todo argumento fundamentalista- se cortó súbitamente por ciertas medidas implementadas y la ostensible presión oficial respecto de los centros de formación de la cotización de la moneda extranjera. La unión de los dos escenarios dejó sin asidero al Merval, que solamente se ve invadido desde afuera por malas señales y -seguramente- por carencia de flujos de capital viniendo desde una liquidez mundial en procura de alternativas de riesgo.
Lo que viene detrás de este primer corte, poda de ramas, que había llevado al Merval a zona de 4.100 puntos depende tanto del ciclo en el exterior como ver cómo se escribe la historia de ciertas piezas internas que -además- se mezclan con un año electoral. La tasa de interés no es enemiga preocupante por el momento; tampoco existen alternativas en el presente que sean capaces de capturar el dinero que quede flotando en la Bolsa. Hay otras especulaciones, acaso que se resuelva -de modo institucional- dotar al mercado de cierto capital, acompañando la aparición de los CEDIN o el hecho de poner en vigencia el nuevo sistema bursátil (en tren de mostrar algunos logros iniciales). Se cuenta a favor con que las dimensiones tan reducidas de un mercado como el que ahora se tiene lo hacen capaz de ser incentivado sin demasiado esfuerzo. De todas formas, diría Graham, el "inversor inteligente" también debe vigilar -y desear- al mercado global, que termina siendo incidente. Una película de suspenso, de final abierto.
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