27 de mayo 2009 - 00:00

El costo de ser hostiles con los inversores

El costo de ser hostiles con los inversores
¿Cómo se explica la fuerte baja en el riesgo-país, que en el último mes cayó más de 1.000 puntos? ¿Cambiaron tanto las cosas en la Argentina o está pasando algo raro?

En verdad, tanto la suba del riesgo-país (medido por el seguro de default, el CDS, a cinco años), que llegó a niveles estratosféricos a fines del año pasado, como la reciente baja estuvieron mucho más ligadas a factores externos que a cambios fundamentales en la capacidad de pago de la Argentina. Claro que la política económica, incluyendo los «retoquecitos» a los índices de precios, la falta de respuestas a los holdouts, que siguen en su dulce espera, y la hostilidad hacia un FMI, que hoy tiene más de 750.000 millones de dólares para prestar, hicieron lo suyo para que estemos donde estamos.

La suba del año pasado comenzó con la crisis de las hipotecas «subprime» y se aceleró con la caída de Lehman Brothers. El mundo financiero cambió de repente, y cualquier activo financiera que oliera a tóxico pasó a tener rendimientos exorbitantes. Ahí estábamos nosotros. En ese momento, el riesgo-país de la Argentina subió de cerca de 1.000 a casi 5.000 puntos, con lo que nuestros spreads crediticios pasaron de estar alineados con los bonos de empresas high yield (es decir, de calificación menor a BBB) a acercarse a los niveles de los bonos «basura».

Eran los días en que el ya conocido TED spread (el diferencial entre las tasas de interés de las letras del Tesoro y de los préstamos interbancarios) subió de menos de medio punto a más de 4 puntos porcentuales, y los bonos argentinos llegaron a rendir más del 60% anual. Era el pánico financiero en toda su dimensión.

En el interín, se dio vuelta el ciclo económico, ya que ahora estamos en recesión, se deterioraron las cuentas fiscales con lo que este año la Argentina va a tener el primer déficit de la era K. Además, se agudizó la salida de capitales que llegó a niveles récord de 23.000 millones de dólares en 2008. Y como si esto fuera poco, el Estado se apropió con apoyo del Parlamento (y sin quejas de la sociedad) de los fondos de pensión privados, con lo que se terminó de destruir lo poco que quedaba del mercado de capitales argentino y aumentó la preocupación respecto de la potencial voracidad del Estado argentino.

Pero a pesar de este deterioro, los montos que se requieren hoy para cerrar el programa financiero no son tan grandes. Este año hacen falta unos 4.000 o 5.000 millones de dólares, un monto que en el peor de los casos debería poder financiarse «viviendo con lo nuestro», y 2010 no parece ser mucho más difícil.

Ciertamente que no sobra nada y el Gobierno terminará contando las monedas y lamentándose de que no haya fondos para realizar las tantas veces prometidas obras públicas. Seguiremos dependiendo de la ANSES, del Banco Nación y de los adelantos transitorios del Banco Central para cerrar las cuentas. Pero la plata para pagar las cuentas está y alcanza, aunque no sobra.

¿Cómo se explica que con estos mismos números hace sólo unos meses el riesgo-país era de casi 4.500 puntos, 2.000 puntos más que ahora? ¿Qué cambió? Principalmente, una mejora en los mercados financieros internacionales. Los inversores han salido del pánico en el que estuvieron inmersos durante seis meses, la percepción de que lo peor pasó, con lo que empiezan nuevamente a tomar riesgos. Y este cambio de visión, que redujo los rendimientos financieros de los bonos de alto riesgo y de los activos tóxicos, llevó a que suban los precios de los bonos argentinos y nos da una nueva oportunidad.

Otros países ya están aprovechando la nueva situación financiera más favorable, pero nosotros por ahora no. El riesgo de los países emergentes ex-Argentina bajó a casi la mitad del nivel de octubre de 2008, actualmente en menos de 500 puntos en promedio. Brasil ya ha vuelto a los spreads crediticios que tenía antes de la crisis y se financia en el mercado internacional a largo plazo a tasas envidiables del 5,8% anual en dólares. Colombia, Perú, Chile y Uruguay hoy son más atractivos que la Argentina y pagan sobretasas de interés que son hasta diez veces menores. De hecho, sus bonos hoy rinden menos de lo que rendían antes de la crisis.

Los mercados financieros internacionales de a poco se están normalizando. Si bien nadie espera que vuelvan las tasas de interés y la liquidez que existían antes de octubre del año pasado, el crédito está nuevamente fluyendo a los países emergentes.

¿Y qué pasa en la Argentina? A pesar del tenue viento de cola externo, y de que los montos de las necesidades financieras no deberían generar dudas acerca de nuestra capacidad de pago, seguimos sin tener acceso al crédito y con el riesgo-país más alto entre los países emergentes. Por cierto que este logro es mérito propio y se debe principalmente a una política económica que ha sido hostil con la inversión privada y que no da señales claras respecto de principios tan básicos como el respeto de los derechos de propiedad y de contar con estadísticas realistas, y que no logra despejar las dudas recurrentes acerca de si existe la voluntad de pagar lo que se debe.

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