15 de agosto 2012 - 13:23

¿El Gobierno se quedó en 2011?

Nicolás Dujovne - Economista
Nicolás Dujovne - Economista
Las restricciones al funcionamiento del mercado cambiario han generado varios efectos, todos ellos negativos. Aumento en la incertidumbre, caída en la inversión y derrumbe en el mercado inmobiliario. La depreciación en el mercado paralelo ha generado además un aumento en el ritmo inflacionario aún en el marco de una economía que ya ha entrado en recesión.

Históricamente, al kirchnerismo le ha costado mucho comprender la relación entre los precios y las cantidades. Así lo ha demostrado cuando destruyó el stock ganadero, la producción de trigo o la exploración de petróleo y gas al imponer precios políticos por sobre aquellos hubieran prevalecido sin la intervención oficial. Y la salida de capitales de 2011 que el Gobierno abasteció perdiendo reservas fue el reflejo de la existencia de dos precios desalineados: el tipo de cambio y la tasa de interés. El resultado fue el esperable: el Gobierno terminó con un menor stock de reservas y finalmente, sin haber resuelto el exceso de demanda de dólares, eligió restringir las operaciones cambiarias.

Mercados paralelos

Paradójicamente, el miedo del Gobierno a que el peso flote se contrapone con la existencia de mercados paralelos en los que el peso se mueve sin intervención y donde el equilibrio de la oferta y la demanda se ha alcanzado con una cotización del dólar apenas un 30% superior a la que rige en el mercado oficial. En un mercado donde existiera algún riesgo para los especuladores de que el Gobierno pudiera intervenir, l equilibrio se hubiera alcanzado con una menor depreciación del peso.

Las reminiscencias de 2001 probablemente pesan en la memoria del Gobierno. A la salida de la convertibilidad, el peso llegó a depreciarse un 300%, el equivalente a que hoy el tipo de cambio cotizara a 18 pesos por dólar. Ello hoy no puede suceder y es una lástima que el Gobierno lo ignore. Si la Argentina tuviera hoy alguien que entienda y explique, y una Presidente que escuche, tal vez podrían descubrir algunos números.

Acreedor

La Argentina es desde 2004 acreedor neto respecto del resto del mundo. A partir de ese año, los activos externos de los no residentes exceden a las inversiones y acreencias de no residentes en nuestro país. Dicho exceso totaliza hoy unos u$s 50.000 millones, comparados con una posición negativa, de u$s 60.000 millones en 2001. En términos de PBI, la diferencia es notoria. Mientras en 2001 la diferencia entre activos y pasivos externos mostraba un saldo negativo de casi un 25% del PBI, en 2012 el «patrimonio neto en dólares » se ha vuelto positivo y representa hoy un 12% del PBI.

¿Cómo se generó semejante cambio? Básicamente mediante dos procesos: la reestructuración de las deudas externas públicas y privadas luego del default, y la fenomenal fuga de capitales registrada entre 2007 y 2011. Como China aunque en menor dimensión, los argentinos tenemos hoy más dólares de los que debemos. Y a diferencia de China, donde esos dólares los tiene el Gobierno, en la Argentina esos dólares están mayoritariamente en manos del sector privado.

Uno de los significados de este cambio de signo en nuestra posición patrimonial respecto del resto del mundo es que en caso de depreciarse el peso, la hoja de balance agregada de la Argentina está mucho mejor preparada que hace 11 años. El efecto riqueza para la sociedad en su conjunto de una depreciación real del peso es positivo y ello se diferencia notablemente de lo que sucedía cuando la Argentina abandonó su Caja de Conversión en 2001. No quiere decir esto que un cambio sustancial en el tipo de cambio real no genere efectos. Gran parte de los activos de los argentinos en el exterior pertenecen a quienes se encuentran situados en los tramos más altos de la distribución del ingreso. Pero a diferencia del año 2001 en el que la clase media era deudora neta en dólares por sus pasivos con los bancos, especialmente por deudas hipotecarias, hoy las deudas en dólares de los locales pertenecen casi exclusivamente a grandes empresas la mayoría con sus posiciones cubiertas y a préstamos para comercio exterior del sector transable de la economía.

El Gobierno, que era un gran deudor neto en moneda extranjera en 2001 ya no lo es, puesto que la mitad de la deuda se encuentra denominada en pesos y al haber absorbido al Banco Central dentro de su operatoria ha acelerado la tasa de inflación como costo, pero ha reducido notablemente su posición deudora en moneda extranjera casi a cero.

Impactos

Hoy los efectos de una depreciación de la moneda son mucho más reducidos desde el punto de vista de la hoja de balance de la economía. Los impactos se concentran entonces en el «estado de resultados » de los distintos sectores. Allí, claramente la depreciación del peso impacta a través de la caída en los salarios reales y genera efectos distributivos aunque mucho más manejables que los que vimos en el pasado. Las retenciones a las exportaciones y los bajos intereses en dólares de la deuda convierten al Gobierno en «ganador» de una depreciación real del peso, con chances importantes de compensar en parte los efectos más fuertes que pudieran ocurrir sobre los sectores de más bajos recursos.

Comparar los efectos que mencionamos, con los enormes costos de la estrambótica política cambiaria actual sería una tarea muy sencilla para una burocracia estatal más profesional, menos primitiva. Allí, afuera de las cavernas, hay un mundo mejor esperándonos.

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