5 de mayo 2009 - 00:00

“El lector”: el cine europeo vuelve sobre el pasado alemán

Kate Winslet y David Kross en una escena de «El lector»: el despertar sexual de un adolescente que ignora el pasado nazi de su iniciadora.
Kate Winslet y David Kross en una escena de «El lector»: el despertar sexual de un adolescente que ignora el pasado nazi de su iniciadora.
Londres - A «El lector», el film de Stephen Daldry gracias al cual Kate Winslet obtuvo este año el Oscar de la Academia como Mejor Actriz, no le faltaron en el festival de Berlín, donde tuvo su premiere mundial en febrero, los reproches que suelen hacérsele a las películas que de manera directa o indirecta, se ocupan del tema del Holocausto como fondo o motivo. «Terminen ya con esta moda», dijeron algunos críticos, convencidos de que la frecuencia que en los últimos años tienen estas historias podría ser sospechable de sobreexplotación de taquilla.

Desde luego Daldry, el afamado realizador inglés de «Billy Elliot» y «Las horas», negó de plano estas acusaciones, y puso de relieve el hecho de que «El lector» era un proyecto encajonado durante años, que sufrió muchas vicisitudes, incluyendo la muerte de sus dos famosos productores ejecutivos, los también directores Sidney Pollack y Anthony Minghella, y que precedió en el tiempo a muchas otras realizaciones que también se ocuparon del tema.

Basada en el best seller mundial del alemán Bernhard Schlink, «El lector» es la historia de la iniciación sexual de un adolescente, en la Alemania de 1958, con una mujer solitaria, guarda de un tranvía, que lo recibe en su casa no sólo para compartir la cama sino también para que él le lea lo que fuere: desde clásicos como la «Odisea» hasta revistas de historietas. Años más tarde, cuando el joven está por graduarse como abogado, descubre que esa mujer, que un día lo abandonó sin dejar rastros de su vida, está siendo juzgada por haber sido carcelera en Auschwitz.

Durante la rueda de prensa en el festival, y en otros foros internacionales, Daldry respondió a los periodistas algunas preguntas sobre su adaptación para la pantalla de la novela de Schlink, que demoradamente se estrena el jueves en Buenos Aires:

Periodista: ¿Desde cuándo se propuso filmar esta novela?

Stephen Daldry: En verdad, la película iba a ser dirigida por Anthony Minghella cuando lo sorprendió la muerte. Fue un gran amigo mío y de David Hare, el guionista.

P.: ¿Cuáles fueron los mayores escollos para la adaptación?

S.D.: La novela está escrita en primera persona, de modo confesional. Eso siempre le plantea grandes desafíos al guionista. Por eso mismo creamos el personaje de la hija del protagonista: hacía falta alguien con quien Michael, de adulto, pudiera confiarse. Era una vía más humana y dramática que si lo hubiésemos hecho escribir sus memorias.

P.: ¿Kate Winslet fue la primera elección para el papel de Hannah?

S.D.: Sí, pero eso también retrasó las cosas. Como la producción se demoraba, ella firmó su contrato para hacer «Revolutionary Road» («Sólo un sueño»), entonces yo recurrí a mi amiga Nicole Kidman, con quien trabajé en «Las horas». Pero ella quedó embarazada. Entonces tuvimos que esperar a que Kate terminara con su otra película.

P.: La película refleja el ambiente de la Alemania de posguerra y de la guerra fría. ¿Cómo se empapó usted de ese ambiente siendo extranjero?

S.D.: En realidad, yo viví algunos años en Alemania mientras hacía mis estudios. Aprendí alemán, desde luego. Es un país al que conozco mucho, sobre todo su historia y sus gentes. Mucho antes de que apareciera el proyecto de «El lector» en mis manos, yo ya me había propuesto hacer alguna vez una película sobre ese período.

P.: El personaje de Hannah es muy ambiguo. ¿Cómo espera usted que el público la reciba?

S.D.: Creo que la gran ambigüedad y la complejidad de su historia es la mayor riqueza de esta novela. Una de las cosas por las que más luchamos en la adaptación fue mantener esa ambigüedad, para no entregarle al público una moraleja ya predigerida. El libro de Bernhard Schlink se ocupa de un tópico que marcó a más de una generación de alemanes. ¿Cómo se hace para amar, respetar y obedecer a los padres, los maestros, los profesores que vivieron durante el nazismo? ¿Cómo se diferencian las responsabilidades, cómo se atraviesa en un contexto de culpa colectiva?

P.: ¿Qué opina usted sobre quien acusa a la cantidad de films sobre el Holocausto que se siguen produciendo en el mundo de nublar, antes que aclarar, la historia?

S.D.: N creo que tal acusación pueda hacérsele a «El lector» porque no es un film que se ocupe de un aspecto histórico puntual. Es una película que enfoca a los jóvenes alemanes, en un período histórico determinado, cuando en su mayor parte están convencidos de que son culpables por el sólo hecho de haber nacido en ese país. La película se limita a un muchacho que vive a la sombra de un pasado que no vivió pero con el que está involuntariamente comprometido, a través de su iniciación sexual. Él es un resultado de ese medio humano y ese tiempo.

P.: ¿No son todos las personas resultado de un medio humano y un tiempo?

S.D.: Desde luego, pero en este caso estamos hablando de una nación que produjo nada menos que el Holocausto, y en consecuencia no es lo mismo. Es un país que continúa tratando de superar el estigma de haber producido no sólo el hecho más horripilante del siglo XX, sino tal vez de toda la historia del hombre. Eso se ha incorporado para siempre a la llamada «alma alemana», modificando por completo la definición que tuvo en siglos anteriores.

P.: Sin exigirle clarividencia, ¿cree usted que Alemania llegará alguna vez a saldar cuentas definitivas con su pasado?

S.D.: No sé si «saldar cuentas» es una expresión exacta. ¿Hay posibilidad de saldar cuentas por Bosnia, por Ruanda, por la esclavitud racial en los Estados Unidos? Si uno ve los crímenes atroces que continúan llevándose a cabo en las guerras modernas, sin que la humanidad reaccione pese a toda la «conciencia» que se tiene ahora, a diferencia de lo que ocurría a mediados del siglo XX, puede concluirse que nunca se «salda» nada.

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