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Entre la autoridad y el poder, “la política”
Tomamos aquel ejemplo para discutir un tema esencial: en la decisión, en la orden, en el imponer, siempre hay algo de arbitrariedad en juego. Planteo que, al momento de ejercer una situación de poder, por mínima que sea, en la cuota de arbitrariedad estará la diferencia entre autoridad y ejercicio de poder. Es un tema complejo, hagamos como mi amigo psicoanalista, tomemos ejemplos sencillos, como punto de partida para el análisis.
Si en un encuentro social tuviese una conversación con un físico, sentiría que lo hace con autoridad sobre la materia, autoridad sostenida en su conocimiento. Ahora, si el físico quisiera convencerme de algo, aunque más no fuese poder lograr mi interés en su tema, sería necesaria otra operación que va más allá de su autoridad como erudito. Habría que ver con qué herramientas contaría para esa pequeña cuota de poder, en su interés de convocar la mirada del otro.
Ernest Jones, en su fantástica biografía de Freud, le pregunta si él hubiese cambiado algo de su vida y Freud le contesta que no, que volvería a vivir toda su vida del mismo modo y que no tenía nada de qué arrepentirse. Pero, después agregó que algo le hubiese gustado que fuese diferente: él veía que algunas personas tenían como una especie de don, una gracia difícil de definir, de lograr la atención de los demás, sin el menor esfuerzo. Que él se daba cuenta de que muchas veces sus interlocutores no tenían el menor interés en lo que les estaba diciendo y cuanto más esfuerzos hacía, menos efectos lograba.
Siempre está presente el interés del otro. En la orden, cuando se cumple, ha ocurrido un ejercicio de poder entre el emisor y receptor, pero eso no significa que haya sido hecho con autoridad, en el sentido de respeto. Lo que determina el respeto a la orden no es su cumplimiento, sino lo "razonable" en los términos del quantum de arbitrariedad, que no sólo tiene relación con su contenido. Lo vemos a diario en situaciones cotidianas de trabajo, donde las jerarquías están presentes por cargos y conocimiento. Con el mismo contenido de una orden, de acuerdo con la oportunidad, al modo, al tono, se puede pasar de lo razonable a lo arbitrario, que implica, como dije, al cumplimiento, sin respeto, sin interés. A veces, la sola presencia de un tercero, puede provocar la vergüenza del receptor y contaminar el acto. No vale la pena referirme a las órdenes cumplidas por temor. Me interesa destacar una nueva modalidad del lenguaje, que he observado de manera recurrente, desde hace unos años, que tiene que ver con la justificación de órdenes que, en el contexto, parecerían irrazonables y carentes de fundamento. Me refiero a agregar el artículo "la" a la palabra "política". Lo pide "la política", se escucha cuando no se respeta la carrera administrativa o judicial. Viene de "la política" cuando un nombramiento es inexplicable. "La política" en estos términos actúa como un paraguas protector de lo arbitrario, antojadizo, que la orden conlleva. La orden se cumple, no sin consecuencias, sin respeto, justamente, a valores que el ejercicio de la política debería enaltecer.
(*) Abogado, psicólogo social (Esc. Pichon Rivière) y licenciado en Psicología UBA. En la actualidad, trabaja como defensor oficial en la Ciudad de Buenos Aires.
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