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Entretenida, didáctica y con buen suspenso hasta el final

El elenco brinda una labor sólida y expresiva, sobre todo en las peleas grupales y en los feroces cara a cara que abundan en la obra sobre un equipo de médicos que deben decidir a qué paciente trasplantar un único corazón.
En medio de los ruidosos festejos por el día de San Patricio, un equipo interdisciplinario del St. Patrick's Hospital de Nueva York se reúne para decidir cuál de los pacientes en lista de espera recibirá un trasplante de corazón.
Participan de ese encuentro el atildado director del programa (Gustavo Garzón), un cirujano cínico y despiadado (Gonzalo Urtizberea), una psiquiatra atormentada por el suicidio de su hija (Alejandra Flechner), un simpático asistente social en silla de ruedas (Héctor Díaz), una joven médica, inocente e idealista (Julieta Vallina), una enfermera con muchas agallas (Ana Garibaldi) y un sacerdote- abogado en plan detectivesco (Roberto Castro).
Cuando la reunión llega a su fin, un hecho inesperado pone al equipo sobre ascuas: hay un solo corazón disponible y tres candidatos que no reúnen los méritos necesarios para ser trasplantados. Es un desafío ético para el comité, ya que debe decidirse entre un poeta mediocre de 49 años, portador de HIV y sin familia ni amigos que lo contengan en su posoperatorio; una ex enfermera de 68, madre de cinco hijos y con un intento de suicidio a cuestas y un drogadicto de 23, hijo de un millonario que quiere donar una fortuna al hospital.
En esta pieza de Mark Saint Germain (autor de "La última sesión de Freud") el debate cobra temperatura desde el primer minuto. Los médicos abundan en datos y estadísticas estremecedores y analizan cada caso con un rigor rayano en la inclemencia. Pero, cuando los distintos puntos de vista chocan entre sí, ya no hay contención para las emociones.
Son personajes que bordean el estereotipo, pero defienden sus ideas con pasión y carnalidad. Sus angustiantes experiencias de vida en las que no se profundiza demasiado- explican, en cierto modo, su falta de ecuanimidad. Saben que los pacientes rechazados difícilmente soportarán una nueva espera, de allí que resulte tan difícil emitir un dictamen. Y también las historias personales influyen en el debate, ya que ninguno de estos profesionales puede abstraerse de sus miedos, prejuicios y ambiciones.
El elenco brinda una labor sólida y expresiva, sobre todo en las peleas grupales y en los feroces cara a cara que abundan en la obra; mientras que el humor se concentra básicamente en el sacerdote chistoso y sermoneador, en el lisiado que se burla de su condición y en los comentarios mal intencionados del cirujano.
La pieza es didáctica, entretenida, tiene suspenso y sigue develando trampas y secretos hasta el final. Veronese le imprimió ritmo y algunas pinceladas de absurdo; por ejemplo en la seguidilla de mensajes telefónicos que va dejando el médico encargado de transportar el corazón en disputa.
El espacio diseñado por Alberto Negrín tiene la elegancia de un hospital de lujo con una imponente mesa de vidrio. Sin embargo, los enérgicos miembros de este equipo permanecen muy poco tiempo en sus sillas, ya sea para responder a las agresiones de sus colegas o debido al incesante fragor de un día de hospital.
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