25 de octubre 2013 - 00:00

Gremios con guerra propia

Los cuatro sectores que integran la interna de la CGT coincidieron esta semana en una reunión que arrojó un diagnóstico común: como sucedió en las primarias, los sindicalistas son convidados de piedra para las elecciones de este domingo y sólo les espera perder más poder en los próximos dos años. No fue un conciliábulo secreto, sino el congreso anual de la Confederación de Sindicatos de la Industria de la Alimentación (CASIA), que reúne a dirigentes de todos los sectores en que está dividida la central obrera.

Sin ser gremios de la primera línea, los de la CASIA representan en escala la fragmentación del movimiento obrero: incluye a sindicalistas alineados con la CGT oficialista, de Antonio Caló; la vertiente opositora, de Hugo Moyano; el sello Azul y Blanca, de Luis Barrionuevo, y los "gordos" de las grandes organizaciones de servicios. Bajo el mismo techo, este miércoles admitieron que la madre de todas las batallas hasta 2015 será sostener el modelo sindical argentino frente a los embates de los sucesivos fallos en contrario de la Corte Suprema.

Ese objetivo parece modesto frente a un sindicalismo que supo acuñar como un dogma la inclusión del "33 por ciento" de dirigentes en las listas del peronismo. Ese número se convirtió en apenas una ilusión desde el retorno de la democracia, y fue en descenso con el correr de las elecciones. Para este domingo, los principales contendientes en la provincia de Buenos Aires cedieron lugares marginales aunque con expectativa de obtener bancas- para gremialistas: Héctor Daer (Sanidad), por el Frente Renovador, y Oscar Romero (mecánicos, Smata) por el Frente para la Victoria, están igualados en el puesto número once de sendas listas.

Daer
representa a los "gordos" que se aliaron con Sergio Massa, para enojo de Caló, en tanto que Romero consiguió su puesto más por la afinidad con funcionarios de su líder, Ricardo Pignanelli, que por su condición de referente de la CGT. Moyano, en tanto, languideció durante la campaña en su alianza con Francisco De Narváez, que pocas horas después de las primarias del 11 de agosto estuvo a punto de fracturarse. El camionero sólo aceptó atar su destino al "Colorado" para facilitar la reelección de su colaborador Omar Plaíni (Canillitas) en Diputados.

Peor incluso le fue a Gerónimo Venegas, que integra la CGT de Moyano pero resolvió ir por su cuenta al comicio y apenas arañó el piso necesario en las primarias como para competir, al frente de su propio partido, FE, este domingo.

En ese contexto, la representación pura del sindicalismo en la próxima composición del Congreso será escasa y fragmentada. Paradójicamente, todo indica que esas piezas separadas quedarán rápidamente bajo un mismo paraguas: la defensa del modelo de monopolio de representación sindical, la máxima preocupación que atraviesa a todos los sectores de la principal organización burocrática del gremialismo.

El panorama para el domingo guarda poco misterio para "los muchachos" de la CGT. En cualquiera de sus líneas suponen que se repetirá el resultado de las PASO, al menos en el orden de la provincia de Buenos Aires, y que ello no modificará sustancialmente ni los esquemas parlamentarios ni, en definitiva, el rumbo del Gobierno. Es decir: seguirá la política oficial de hacer concesiones a los gremios sólo en última instancia, y a juicio de los dirigentes- en forma escasa, tardía y discrecional.

Lo creen los sindicalistas porque así fue en los últimos dos años (a partir de la ruptura del Gobierno con Moyano) en el segmento de los fondos de las obras sociales y, de alguna manera, en los cambios en Ganancias.

La única salvedad a tanto pesimismo pasa por un reducido núcleo de dirigentes que resolvieron atar sus destinos al de Cristina de Kirchner. Se trata del propio Caló, del taxista Omar Viviani, del estatal Andrés Rodríguez (UPCN) y del mecánico Pignanelli, entre otros pocos, a quienes se los vio presentes y activos en los últimos actos de campaña del Frente para la Victoria.

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