Kampelmacher indaga el paisaje y, para representarlo eligió una imagen sobre la cual trabaja hasta doblegar el papel y brindarle, en ocasiones, una condición tridimensional. En esa fronda enredada de luces y sombras, la artista imagina los huecos por donde supuestamente se cuelan los rayos del sol, perfora entonces el material y lo atraviesa. En ocasiones trabaja el papel hasta crear superficies encrespadas en dramático color rojo, o traza rectas con un bisturí, configura geometrías que colocadas sobre las ramas, se abren y dejan ver la superficie del fondo.
A través de varias series de dibujos sus experiencias e indagaciones revelan el modelado manual de los papeles, siempre a partir del origen tecnológico de una misma fotografía. La belleza de las obras se percibe excesiva y barroca para aplacarse y volverse delicada y frágil a la vez.
Se sabe que los límites entre la figuración y la abstracción pueden volverse difusos, y la propia artista explica el modo en que "construye" su trabajo: "La imagen es un recorte de una toma fotográfica, se continúa por los bordes. Se la revierte, se divide y desaparece una sección, se repliega, expande o deforma. Como estados de la memoria, tomando cuerpo o aplanándose, ponen en evidencia una imposibilidad de resultado único e inequívoco. En las imágenes se atrapan certezas como instantáneas que luego devienen fugaces, siempre, ante cada nueva presentación".
La ambigüedad estética y una sinceridad frontal perceptible en toda la producción, le permiten a la artista oscilar entre el rigor de su análisis de las formas -que le otorga a la muestra la condición de un documento-, y las vertientes más sensibles del arte conceptual.
Kampelmacher trabaja desde hace años el tema de la naturaleza y la posibilidad de ampliar la representación de un mismo paisaje con mínimos recursos, desde este punto de partida vuelve a abrir un inmenso abanico de posibilidades.
A.M.Q. |
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