28 de enero 2014 - 00:00

La repetición y los contrastes definen la obra de Bohtlingk

En abierto contraste con las mareas azules de los cuadros, las esculturas de Bohtlingk están vaciadas en cemento y dejan ver unos lienzos aprisionados en su interior. Es la metáfora perfecta de la violencia contenida. Las pinceladas cruzan las telas desde arriba hacia abajo con idéntico impulso, trazan unas bandas verticales que se reiteran en todos los cuadros de Sofía Bohtlingk, configurando el sistema de una búsqueda estética.
En abierto contraste con las mareas azules de los cuadros, las esculturas de Bohtlingk están vaciadas en cemento y dejan ver unos lienzos aprisionados en su interior. Es la metáfora perfecta de la violencia contenida. Las pinceladas cruzan las telas desde arriba hacia abajo con idéntico impulso, trazan unas bandas verticales que se reiteran en todos los cuadros de Sofía Bohtlingk, configurando el sistema de una búsqueda estética.
Punta del Este - La galería Del Paseo, en medio de la serie de exhibiciones de artistas argentinos y uruguayos contemporáneos que, en amable secuencia, se suceden durante todo el verano, acaba de inaugurar una muestra de Sofía Bohtlingk. El color azul de Prusia domina la exposición y, las pinturas abstractas de gran formato, irradian una luminosidad especial en la blanca sala con vista al mar. Las pinceladas cruzan las telas desde arriba hacia abajo con idéntico impulso, trazan unas bandas verticales que se reiteran en todos los cuadros. Una atmósfera azulada envuelve al espectador.

El procedimiento, la trayectoria repetida de las extensas pinceladas, es el elemento en el cual se afianza Bohtlingk para definir el carácter de su obra. Las pinturas están hechas de tensiones, ritmos y un dinamismo que ella misma compara con un ejercicio, con la gimnasia del oficio.

Los cuadros tienen leves variaciones y la similitud es una consecuencia aceptada. La energía palpita en las telas.

El trabajo de la artista se parece al de cualquier intérprete musical practicando las escalas. "Me interesa la repetición, cumplir con el plan de hacer los mismos cuadros una y otra vez, como si en el hecho mismo de la reiteración se pudiera alcanzar un estado especial de la pintura". Con este objetivo, la artista trabaja como un samurai, está capacitada para obrar por instinto y para disponer del color y la forma de un modo eficaz.

La búsqueda de Bohtlingk la lleva a encontrar, al deslizar con mayor o menor fuerza el pincel, un abanico de matices entre el azul y el negro y entre la luz y la sombra. Un ejercicio sin duda, pero saturado de armonía y de la inconfundible distinción de la buena pintura. La tenacidad no le resta lirismo a las obras.

Hay dos acuarelas en la muestra que quiebran el orden riguroso de esas bandas azules. Son dos paisajes que respetan el monocromático azul, pero se abren en su centro y dejan lugar a unas formas extrañas. "Las pinturas son como telones donde un espacio sin pintar se hace lugar, algo en potencia pero que todavía esta medio dormido", aclara la artista.

La muestra se completa con dos objetos escultóricos que se levantan en medio de la sala. En abierto contraste con las mareas azules de los cuadros, las esculturas están vaciadas en cemento. La pulida y helada superficie gris se abre y deja ver unos lienzos pintados y aprisionados en su interior. Es la metáfora perfecta de la violencia contenida. Cargados de resonancias, los dos monumentos grises citan las formas del minimalismo, pero lo subvierten al someter a presión esas pinturas destinadas a perecer, con su "cuerpo" encerrado en la densidad del cemento.

Bohtlingk destaca las propiedades del material, "el cemento me gusta porque es casi lo opuesto al óleo, es seco, duro y puede ser plano". El contraste que ambos generan entre las obras de la muestra alcanza la mayor intensidad. En el texto de presentación el artista Osías Yanov describe estos módulos de cemento, como "lápidas. Luto transformado en monumento".

Los años que Sofía trabajó como asistente de su hermana mayor, Florencia, también pintora, le sirvieron para ahondar en el conocimiento de la materia. En la década del 90 mientras limpiaba pinceles en el taller de la calle Uriburu, comenzó a gestar un estilo propio. Así lo demuestra su gesto esencial y ajeno a todo lo superfluo, la uniformidad invariable de las pinceladas que miden entre tres y cinco centímetros de ancho, la monotonía que afirma el sentido de la obra.

En el año 2013 Sofía Bohtlingk fue la artista elegida para cerrar la celebración del décimo aniversario de la galería Alberto Sendrós.

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