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Noé a Venecia, audaz apuesta estética
Si bien existe el antecedente de León Ferrari, que ganó el año pasado el premio mayor a las artes que otorga Venecia, el León de Oro, con su Cristo sobre un avión bombardero, entre otras obras de fuerte contenido y de carácter eminentemente político, es preciso aclarar que el arte político disfruta de gran aceptación en las bienales del mundo, sobre todo cuando proviene de países con problemas sociales, pobres o inestables. Es decir, Lebenglik conoce bien las tendencias dominantes, pero no buscó el camino fácil y, su elección, bien puede considerarse una audacia.
Es cierto que el curador general de la Bienal de Venecia, Daniel Birnbaum, especificó que bajo el concepto «Hacer un mundo» (que Lebenglik interpreta en el sentido de abrir el campo de «los mundos posibles»), la mirada estará puesta en el dibujo y la pintura. Además, Birnbaum agrega que quiere «enriquecer la Bienal con artistas clave de la historia del arte que aún continúan productivos, y que ejercen su influencia en las generaciones siguientes». Y en ese lugar, Noé es una figura insoslayable. Pero también es cierto que su nombre no figura en el listado de los artistas argentinos que se reiteran en las muestras internacionales, acaso porque su obra tiene un decidido sabor local.
Noé no es un pintor folklórico, pero en su último y estupendo libro «Noescritos, sobre eso que se llama arte», señala: «De manera general se puede decir que existen dos tipos de artistas latinoamericanos: los que creen que la historia del arte es universal, y, los que creen que sólo apoyándose en un punto de partida latinoamericano el arte de nuestro continente llegará a su punto de madurez». Noé, con el barroquismo esencial de Latinoamérica, que en su pintura se exalta más que se aplaca, pertenece al segundo grupo.
Lebenglik destacó su labor teórica y docente y observó: «La pintura de Noé está notoriamente generada desde un lugar y un tiempo (...), que constituye a esta altura algo así como una causa nacional en el debate internacional».
Es verdad, las heroicas pinturas históricas de la serie Federal que este año exhibió el Museo de Bellas Artes, cortaban el aliento. Pero para cerrar el encuentro, Noé dijo: «Estoy vivo, me siento vivo. Y lo que más me alegra es participar con obra actual. No ser el viudo del Noé de los años sesenta».
En suma, se trata de un artista que a pesar de los dictados del mainstream, se mantiene fiel a sus ideas. Noé llevará a Venecia sus colores fogosos y sus urgencias, la pasión y a la vez la razón de ser de un arte que hoy, en los grandes centros de consagración, con un criterio a todas luces reduccionista, consideran «exótico». No obstante, el poder de la Bienal veneciana, si sustenta con la teoría su posición, podría poner en jaque los fundamentos que en estos últimos años mandaron a la trastienda una parte esencial de nuestro arte.
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