12 de octubre 2021 - 00:00

Rimoldi: policial que une historias que atraviesan la gran historia

Su protagonista, un abogado tanguero entregado a las investigaciones y los romances melancólicos, dialoga con algunos personajes clásicos de la literatura rioplatense, en especial con los de Roberto Arlt.

Gustavo RImoldi. “Cabezas perdidas” en su tercera novela.

Gustavo RImoldi. “Cabezas perdidas” en su tercera novela.

A un abogado que tiene una foto dedicada por el coronel Perón que le abre puertas, y que es un porteño tanguero de ir a bailar en los cabarets y de romances melancólicos, lo contratan para dar con unos documentos robados y de pronto se ve ante la mafia, un fascista falangista, el Martín Fierro real que fue modelo para el “poema biográfico” de José Hernández. Estos son algunos de los sucesos de “Cabezas perdidas” (Edhasa), nueva novela de Gustavo Rimoldi, que lleva publicadas “Tres heridas” y “Lontano” (Premio Fondo Nacional de las Artes). Dialogamos con él.

Periodista: ¿Qué lo llevó a contar un policial en tiempos del primer peronismo?

Gustavo Rimoldi: El interés que despierta ese momento de transformación. Es un momento en donde se produce un cambio importante. Esa transformación trajo a su vez muchas contradicciones en la sociedad. Eso lo hace un momento rico para un novelista porque, así como despertó pasiones a favor las despertó en contra, y nosotros vivimos de las emociones. Y eso se da en un momento cultural memorable: la época de oro del cine argentino y la década de oro del tango.

P.: A eso le suma la mafia italiana en nuestro país y la Guerra Civil española.

G.R.: De la Guerra Civil española se sabe a través de Pons, un catedrático y fascista español, personaje oscuro que participó de esa guerra. Siempre me interesó la poesía española a partir de la Generación del 27, muy ligada al proceso que se dio en España con la Guerra Civil. Y las sociedades italianas en la Argentina se establecieron con sus hermetismos y secretos...

P.: Una de ellas convoca al abogado Elio Rubato para que investigue un robo que no debe tomar estado público.

G.R.: La piden a Rubato que encuentre unos documentos robados y a una profesora de la Universidad de Buenos Aires que desapareció con ellos. Esos papeles lo llevan a algo ocurrido en la Argentina a fines del siglo pasado en la estancia de los Morgan, donde pasaron cosas terribles. A medida que Rubato investiga, sin quererlo se le van desocultando cosas en él, y lo que encuentra en sí mismo no es necesariamente muy lindo, a veces puede ser terrible.

P.: Lo policial se liga a lo fantástico: una adivina advierte a Rubato lo que le sucedera.

G.R.: Le dice que lo que va a tener que atravesar va a ser una tormenta. Los personajes que viene a patear el tablero de lo racional, para no darle el sello de lo fantástico, nos ponen ante lo inaceptable. A Rubato se le impone ver a la adivina y se encuentra con eso. Pasar sin darse cuenta de la vida común a la irracionalidad es algo que le sucede a otros personajes. Del doctor Amaro, abogado muy reconocido, y su solterona hija Irene, nos enteramos luego que son muy distintos a lo que aparentan. Mi apuesta fue que la intriga comience bien arriba y no deje de subir, que cada capítulo sea como el último. Los novelistas tenemos como única herramienta la palabra, con ella tenemos que hacer imagen, ritmo, música, romper de una patada la cabeza del lector, llegar a la emoción. Para eso hay que trabajar. La obra tiene que tener un contenido fuerte que este sustentado en la forma, en el estilo. Si se logra o no se logra es otro tema.

P.: ¿Con qué autores siente emparentada su novela?

G.R.: Hay en “Cabezas perdidas” un diálogo con “Los siete locos”, con lo conspirativo. El diálogo lo siento desde el deseo de construir un maravilloso imaginario como el que construyó Arlt, pero no es más que un deseo. Para mí siempre está presente Onetti, que creo que es mi maestro. Pero una de las cosas más importantes que me enseñó Onetti es que es imposible imitarlo, porque uno termina escribiendo desde sí mismo.

P.: Hay en “Cabezas perdidas” una línea romántica forjada por las protagonistas.

G.R.: Las mujeres son el motor oculto, están moviendo la historia permanentemente. Son personajes fuertes, con historia. Para empezar la profesora que roba los documentos, que tiene una voluntad de deseo muy grande por lo cual no le importa nada que no sea su objetivo, cree que ha encontrado algo que para ella tiene valor y va en pos de eso.

P.: En su novela “Lontano” señalaba el paso del gaucho a peón, en esta el peón se convierte en obrero.

G.R.: Lontano fue un médico italiano que vino a la Argentina a atender los problemas nerviosos de Emily Dick, esposa del estanciero Leston Morgan. Era un científico que tiene la intención de estudiar nuestra población. En medio de la pampa, en una estancia gigantesca, empieza a estudiar a los peones y descubre el gran poder de Morgan, estanciero y traficante de armas con una fuerte relación con el presidente de la Nación. Eso ocurre después de la Conquista del Desierto donde los gauchos pasaron a ser soldados, y luego peones de estancia. Ahí aparece Fierro, un peón directamente vinculado con el “Martín Fierro” de Hernández. Ahora la profesora busca confirmar que Martín Fierro fue alguien real. Y Lontano aparece en los documentos que va a tener que recuperar Rubato. Luego de setenta años Rubato tiene que investigar un hecho que me permitió a mí saber lo que ocurrió con aquella gente de “Lontano”. Me vino bárbaro Rubato porque hizo el trabajo por mí desde una novela diferente.

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