26 de mayo 2010 - 00:00

Nueva reunión de Uia y CGT para calmar precios

Hugo Moyano
Hugo Moyano
La Unión Industrial Argentina (UIA) y la CGT retomarán en los próximos días las reuniones para tratar juntas de ponerles algún límite a los reclamos salariales que llevan adelante tanto los gremios que se oponen a Hugo Moyano como unas comisiones internas cada vez más dominadas por fuerzas de izquierda.

El encuentro debería producirse el viernes, pero lo corto de la semana (con dos feriados) haría que el mismo se corra al lunes o martes próximos.

Podría decirse que por primera vez en la historia patronos y trabajadores comparten una preocupación ante un tema que involucra subas salariales. Según relató a sus pares del Comité Ejecutivo de la UIA uno de los dirigentes que tomó parte de la charla con la central obrera, «los vi a ellos más preocupados que nosotros», justamente por el avance de «la contra» como llamaron los popes sindicales a la oposición, tanto la peronista como la marxista.

La UIA intentará fijar la agenda de esta neoalianza con la CGT, alrededor de tres ejes:

  • el combate contra la inflación, pese a que nadie sabe cómo hacerlo ante la falta de políticas oficiales al respecto; 

  • tratar de retrotraer los niveles de reclamos de aumentos al techo del 25% que se había planteado antes de que Rodolfo Daer y su gremio de la alimentación «pateara el tablero» al exigir (y conseguir, con la bendición implícita del Ministerio de Trabajo, que no lo obligó a acatar las numerosas conciliaciones obligatorias que dictó la propia cartera laboral) un aumento del 35%; la semana de reclamos se iniciará hoy mismo con los mecánicos de SMATA demandando «al menos lo mismo que lograron los compañeros de la alimentación», según adelantó un dirigente cordobés de ese gremio;  

  • las «leyes Recalde», impulsadas por el diputado y abogado laboralista Héctor Recalde, que tienen ya media sanción del Congreso y que -según los empresarios- ponen en peligro (en caso de que se aprueben y se apliquen) la vida misma de un gran número de pymes industriales que, de acuerdo a las estadísticas oficiales, emplean al 70% de los trabajadores industriales «en blanco» de todo el país. En el primer encuentro de esta nueva era de relaciones UIA-CGT, los dirigentes sindicales afirmaron que «no tenemos nada que ver; son cosas de Recalde»; los empresarios no les creyeron: Recalde no sólo es abogado de la CGT sino que es un hombre de consulta permanente para el líder camionero y secretario general de la central obrera.

    Los empresarios además tratarán de «filtrar» en el temario el hueco legal que existe en materia de legislación sobre accidentes del trabajo, que ya generó una industria del juicio con demandas que totalizan unos u$s 20.000 millones.

    Por su parte los gremialistas insistirán en que los empresarios inviertan en sus empresas para incrementar su capacidad instalada y generar así más puestos de trabajo. Quizá lo hagan con la esperanza de que quienes se incorporen a la fuerza laboral contrarresten el inquietante (para ellos al menos) avance de las corrientes más combativas en el seno de las comisiones de fábrica y cuerpos de delegados.

    La «mesa chica» de la UIA tampoco las tiene todas consigo: ellos también deben soportar el reclamo de sus propias bases; lo curioso es que en este caso los pedidos no son unívocos: algunos insisten en la necesidad de volver a acercarse al Gobierno luego de que algunas posturas y documentos de la entidad los alejaran de la Casa Rosada (al menos así lo percibe el matrimonio presidencial). En esta corriente se encolumnan varios dirigentes que pretenden que todas las empresas que son socias de la UIA abandonen de inmediato el seno de la AEA, el enemigo elegido por el Gobierno para concentrar en ella sus ataques al empresariado -sin dudas por la fuerte incidencia que tiene sobre esa agrupación el grupo Clarín-.

    En sentido inverso, otra corriente exige tomar mayor distancia de las políticas oficiales, dado que (afirman en la intimidad) todo lo que se había avanzado en los primeros años de la administración kirchnerista se ha convertido en un retroceso.
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