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¿Paritaria para jubilados o revisar todo el sistema?
¿Por qué podría caer bien la propuesta de paritaria? Sencillamente porque muchos beneficiarios reciben una pensión que supera holgadamente sus aportes y, por lo tanto, cualquier mejora es "maná del cielo". No van a oponerse y son mayoría a partir de las moratorias de 2005. Se trata de un grupo que gana el mínimo o cerca del mínimo, pero que accedió a la pensión sin aportes o con una fracción de los aportes. El haber mínimo previsional está hoy en torno del 81% del salario mínimo vital, pero podrían "reclamar" el 100% ya que -para ellos- no hay distinción entre salarios y haberes previsionales. Por otro lado, está el resto de jubilados que realizó aportes, pero cobra menos de lo que aportó o de lo que la ley dice. Estos últimos son los que hacen juicio y de vez en cuando reciben algo (ellos o sus deudos). Están también quienes trabajaron y aportaron por más de 35 años, o quienes tienen una curva de ingresos en la que los últimos años no son los mejores. La ley no los ampara, y en cualquier caso pagan un impuesto por haber estado en blanco.
Seguir con el régimen actual hará que los ingresos reales de los jubilados caigan si la inflación sube o aumenten cuando la inflación baje (mejorando a todos). O sea, en un escenario como el actual de alta inflación pero con expectativas de baja significativa a mediano plazo, esperamos una caída y posterior recuperación de los ingresos reales. Al mismo tiempo, el sistema gasta ya en financiar transferencias de seguro social casi un 11% del PBI -sumando el sistema nacional (SIPA) con el "resto de provincias"-, casi un 30% de los recursos tributarios. Aumentar el gasto siempre será posible a costa de acelerar la inflación (lo que reducirá el haber real) o mayores impuestos si éstos estuvieran disponibles.
La solución no está en una "paritaria" ni en prolongar a partir de septiembre la moratoria, sino en repensar un sistema originalmente contributivo que derivó en un esquema no contributivo que invierte más que Dinamarca -en relación con su ingreso- y provee pensiones que apenas superan el umbral de la canasta de pobreza para más de dos tercios de jubilados. En este sentido resulta bienvenida por su visión más integral la observación del nuevo titular de ANSES que define al sistema actual como un parche, señalando lo injusto que resulta que quien contribuye reciba la misma pensión que quien no contribuye. Podría agregarse que quien ingresa vía moratorias recibe mucho más rápido su pensión que quien tiene 40 años de aportes porque -milagros de la burocracia- la verificación, aún con los mejores papeles, puede llevar todo el tiempo del mundo.
El programa de "jubilaciones para todos" es un hecho y amplió la cobertura. Si bien impone altos costos impositivos y obliga a la sociedad a resignar otros programas, ya no puede volverse atrás. Pero ello no obliga a descarrilar: el nuevo sistema deberá mantener seguramente una porción de beneficio universal, pero también deberá respetar una componente contributiva tan extensa e intensa como lo sea la vida laboral hacia la cual converge la población. La alternativa populista es una vida laboral de impuestos impagables para un trabajador de mediana edad, que converge a viejitos socializados con ingresos igualitarios de subsistencia. Miserias del populismo.
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