- ámbito
- Edición Impresa
Pedaleando por todo el mundo

La Argentina lo sorprendió por su diversidad, por sus contrastes, por la diferencia de sus paisajes entre Norte y Sur, entre Salta y El Calafate. «Les digo a mis amigos que hay muchos países que tienen que visitar, pero que a la Argentina tienen que venir y vivirla», y agregó, con cierta picardía que parecía ocultar el testimonio de alguna singular experiencia: «Ustedes realmente saben cómo expresar amor, en el arte, en las calles».
Obviamente, elegir un lugar que se destacara entre los muchos por los que ha pasado le resultó prácticamente imposible. Por dar uno, mencionó los lagos y las lagunas de Bolivia, que tienen una superficie conjunta de unos diez mil kilómetros cuadrados y entre ellas está el famoso Titicaca. De todas formas, en sus andanzas aprendió que el paisaje es paisaje, las montañas son montañas, las rocas son siempre lo mismo, pero que «el paisaje más interesante es la gente y sus diferencias».
Se siente feliz de haberse hecho de amigos en cada lugar que visitó y que ésa era una de las principales metas de su viaje, así como continuar manteniendo contacto con ellos, enviándoles fotos y contándoles de sus aventuras para que se sientan parte de su recorrido. Recuerda que un día en Ushuaia se dedicó a llamar para avisarles que «había llegado al fin del mundo».
Su intención es al llegar a un lugar perderse por las calles, hablar con la gente y preguntarle de todo. «Estoy viajando por el mundo, no alrededor de él. Me decidí a descubrir el mundo pedaleando». Ahora va a Sudáfrica y recorrerá el continente para finalizar en Etiopía.
Animarse
Para Roey, su bici es su alma. Cuando lo asaltaron en México, suplicó llorando a los ladrones que no se la sacaran y lo logró, pero le robaron todo el resto, por lo que tuvo que volver a Estados Unidos y reequiparse. Además de ese robo, una tormenta le destruyó su carpa la última noche que pasó en la Patagonia. Y durante su paso por Bolivia, un auto lo chocó y, si bien había mucha gente, nadie lo ayudó. De todas formas, pudo seguir adelante, porque «lo que no te mata te fortalece, me dije: voy a vivir mañana, así logré seguir adelante».
En la tradición de los viajeros, Roey lleva un diario en el que anota datos y experiencias. «Lo más difícil del viaje es estar tanto tiempo solo, y el diario es una compañía». Su intención es, algún día, convertirlo en un libro.
Nacido en Oranit, pequeño pueblo de Israel, Roey, una vez que terminó su servicio militar, comenzó a trabajar para ahorrar plata. Además, escaló el Himalaya y realizó otras aventuras hasta que se decidió a comenzar un gran viaje. De vuelta a su país, con su primer sueldo se compró la bici, entrenó durante más de un año y comenzó su aventura. «Cuando digo que soy de Israel creen que soy militar o que me gusta la guerra, pero después me conocen y cambian de opinión, por eso doy charlas sobre la vida en mi país para decir cómo es realmente Israel». Explica que hoy muchos lo conocen por haberlo visto varias veces en la TV israelí, y que cuando vuelva quiere trabajar en un programa de aventuras del estilo de los de Discovery para mostrarle a la gente que «cualquiera puede hacer esto porque yo soy una persona común y corriente y lo hice; quiero transmitir el mensaje de que todo se puede lograr, que hay que animarse a tener sueños y a luchar por ellos».
Entrevista de Sonia Fakiel
Dejá tu comentario