Un cisne negro emergió en el sprint final de la campaña para meter “ruido” en la planificada estrategia que Sergio Massa había planteado de cara al balotaje. El juicio político a la Corte Suprema no había siquiera formado parte de la agenda de discusión entre candidatos y languidecía en un segundo plano. Pero el tema se coló en los últimos días y ya dio muestras de ser la plataforma que utilizará la oposición para intentar desacomodar al Ministro-candidato y forzarlo a tensar al interior de la alianza de Unión por la Patria. Pero fue el propio oficialismo el que sirvió en bandeja de plata la chance de que el asunto resucitara y que desde la vereda de enfrente aprovecharan para sacar ventaja mortificando a Massa. En las próximas horas, se pondrá en marcha un intento para acotar daños pero haciendo equilibrio para no sumar desaires.
Un imprevisto obstáculo amenaza el tramo final de la campaña de Massa rumbo al balotaje
El juicio político a la Corte Suprema será la plataforma que utilizará la oposición para intentar desacomodar al Ministro-candidato y forzarlo a tensar al interior de la alianza de Unión por la Patria.
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Increíblemente, en la semana previa a las elecciones generales, el 19 de octubre, el secretario de la comisión de juicio político de la Cámara de Diputados se presentó, en persona, en el cuarto piso del Palacio de Tribunales con un notificador y dos personas más que lo acompañaban, una con un celular en posición de filmación, según relataron los testigos de la visita. Llevaba el mandato de anoticiar de manera formal a los cuatro jueces de los cargos imputados por la mayoría oficialista de la comisión que corrió a cerrar la etapa investigativa y por los que se considera que deben afrontar un proceso de eventual destitución. La comitiva no pasó desapercibida en el lugar con más abogados por metro cuadrado de toda la Capital Federal. Estaban conminados a responder en diez días hábiles, lo cual se cumplió el pasado jueves, con sendos escritos que fueron finalmente presentados por Horacio Rosatti y Carlos Rosenkrantz, presidente y vice del máximo Tribunal, pero a título individual. Ámbito dio cuenta del contenido de sus réplicas, con párrafos filosos hacia el desempeño de la comisión, a las características del proceso y a una pobre factura técnica en las conclusiones a las que se arribó. En las filas de UP se preguntaban por qué los magistrados habían hecho públicas las respuestas, siendo que el tema juicio político estaba prácticamente encapsulado. Les respondieron que no les dejaron otro camino, luego de la visita de los notificadores que golpearon las puertas de todas las vocalías. El calendario marca otra curiosidad: a cuatro días de la elección, el movimiento solo hace sentido si se imaginara un escenario en el que Massa perdía y la acción no se trasladaba a la semana final de la segunda vuelta.
Pero lo que más enfureció a Massa fue que llegó a sus oídos un off the record concedido por la presidenta de la Comisión, la entrerriana Carolina Gaillard que no solo mostró el dictamen de acusación final contra los 4 jueces, sino que agregó que entre el 13 y el 17 de noviembre podían darle la puntada final para aprobarlo, con la salvedad de que hubiese una prórroga de las sesiones ordinarias del Congreso. Una infidencia que así planteada atenuaba el efecto de una muy factible vía de salida de la encrucijada y difería hacia adelante cualquier consecuencia. Esa respuesta recorrió despachos y quedó expuesta como un estratagema que quedaría ahora supeditado a negociaciones internas de la coalición oficialista. En criollo, avivaron giles y le subieron la temperatura a la última semana previa al balotaje.
Para peor, las esquirlas del tema juicio político no pueden circunscribirse solamente al kirchnerismo que puso el cuerpo para llevar adelante la iniciativa desde un comienzo y no reniega de las consecuencias de sus efectos. Massa aportó dos legisladores al desarrollo de todo el proceso, en una factura que le colgarán al candidato. Si Ramiro Gutiérrez imaginó que su expertise y el activo rol en la comisión podía acercarlo a una eventual poltrona del Ministerio de Justicia en un futuro gobierno de UP, esas chances comenzaron a evaporarse. En el entorno del tigrense castigan con dureza la ausencia de previsión y la imprudencia. Por todo lo anterior, los cañones de escaneo de lealtades también apuntaron hacia Gaillard a quienes los Renovadores le adjudican lazos con autoridades de la Universidad Nacional de San Martín. El tétrico panorama se completaría esta semana con la aparición de diálogos directos entre un Diputado Nacional y un hombre que está preso por haber espiado a decenas de jueces. Inmediatamente, ante el imprevisto desbarajuste, en el massismo se pusieron a trabajar durante el fin de semana para barajar escenarios (posibles) que tuvieran el menor costo posible o, que al menos, sirvan para bajar la espuma. No es sencillo porque tampoco puede abjurar de este último año de equilibrismo.
Ya no se trata de ordenar discursos y evitar tiros en los pies, algo en lo que el oficialismo venía progresando, sino manejar sectores de la propia coalición que parecen haberse autonomizado en su agenda en pos de objetivos disociados a ganar. Con relativo éxito habían superado el incómodo pedido de Ana María Figueroa para regresar a su cargo en la Cámara de Casación difiriendo cualquier definición para luego de la elección. Apelaron a la buena fortuna de que la solicitud fue dirigida a la Comisión de Selección del Consejo de la Magistratura para que desde esa oficina “administrativa” enfrentaran una decisión de la Corte y un reacomodamiento de la propia Casación. Declinaron el obsequio envenenado, lo que generó cortocircuitos con quienes desde el Ministerio de Justicia asesoraron para la movida.
Toda la secuencia le sirvió en bandeja a Mauricio Macri la preparación del terreno para achacarle al candidato una ausencia de respeto por la división de poderes, las instituciones y el mentado avasallamiento a la justicia por la herencia sin beneficio de inventario del juicio político. Pero lo que sorprendió no fueron sus tuits, sino los de Juan Schiaretti -el primero que buscó percutir mientras trata de controlar la sangría dirigencial de apoyos que busca capitalizar Massa en Córdoba- y, en especial el de Roberto Lavagna, quien en dichos del propio candidato tendrá un lugar destacado en su futura administración. “Lilitos”, halcones del PRO y radicales se subieron casi por reflejo. Con esta piedra en el zapato, Massa debe avanzar hacia la meta del 19. Si alguna vez tuvo un objetivo político y una meta virtuosa para aglutinar al oficialismo, el tema se convirtió en una bomba sucia para la campaña, a punto de estallar en el peor momento y que deberá ser cuidadosamente desactivada.
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