10 de octubre 2008 - 00:00

El francés Le Clézio ganó un muy anunciado premio Nobel

Jean Marie Gustave Le Clézio durante la conferencia deprensa que brindó ayer en París, tras conocerse la noticia delNobel.
Jean Marie Gustave Le Clézio durante la conferencia de prensa que brindó ayer en París, tras conocerse la noticia del Nobel.
El francés Jean Marie Gustave Le Clézio se convirtió ayer en el Premio Nobel de Literatura más anunciado en la historia de la habitualmente hermética, y sorprendente, Academia Sueca, una institución que ignoró a Kafka, a Proust, a Joyce y, naturalmente, a Borges, aunque la repercusión de sus fallos continúen teniendo una repercusión que excede su dudosa condición de «faro literario».

De hecho, el nombre de Le Clézio, tardío epígono del nouveau roman y cultor de las llamadas autobiografías imaginarias, había sido anticipado por este diario el pasado martes a partir de las infidencias que dejaron filtrar los medios suecos, en un año donde cobró mayor preponderancia pública la persona de su secretario general, Horace Engdahl, quien atacó, con escaso tacto y discutible criterio, a los escritores norteamericanos.

Con elegante ironía, ayer el diario «The New York Times» dijo ayer en su página web que Le Clézio es autor de un «exótico canon de novelas», citó a Engdahl cuando manifestó que «Europa es el centro del mundo literario» y recordó que el último Nobel que se le otorgó a los EE.UU. fue el que le correspondió a Toni Morrison en 1993. Latinoamérica debería quejarse más: el Nobel a Octavio Paz en 1990 fue el último para las letras de este lado del mundo.

En la Argentina, Le Clézio no es un nombre exótico, aunque sí de lectura muy minoritaria. Casualmente, el año pasado visitó la Feria del Libro de Buenos Aires, donde firmó ejemplares y mantuvo un diálogo público con Mario Goloboff. Eudeba publicó en 1997 «Mondo y otras historias», un libro que reúne ocho de sus relatos; Adriana Hidalgo lo hizo con «El africano», y Tusquets, en España, cuenta en su catálogo con varias obras suyas como «El pez dorado» y «La cuarentena».

Ayer, para morigerar sus afirmaciones paneuropeístas, Eng-dahl fundamentó el fallo de la Academia diciendo que «Le Clézio es un cosmopolita, un nómade. Pertenece a varias culturas y pasó largas etapas de su vida en otros lugares y no en Europa. Su escritura está claramente marcada por eso. No se lo puede contar como un típico escritor europeo».

Perfil

Nacido en Niza en 1940, hijo de una francesa y un médico inglésque en parte trabajó en Nigeria por encargo del gobierno británico, Le Clézio estudió literatura y, tras su graduación, dio clases en Bristol, Londres y Aix en Provence. En 1948 se trasladó a África para reunirse con su padre, y ese viaje fue al parecer el inicio de su fascinación con los mundos primitivos. Ese viaje es descripto en 1991 en su novela «Onitsha» y en 2004 en «El africano».

Cuando en 1963 publicó, a los 23 años, su primera novela «Le procès-verbale» («El atestado»), la crítica lo elogió como uno de los talentos más singulares de la joven literatura francesa. «El atestado» ya contenía los temas que marcaron la mayor parte de su carrera literaria: los viajes, la belleza de las regiones primitivas y su destrucción por parte de la civilización moderna.

La obra fue incluida en el entorno del «nouveau roman» y distinguida con el premio literario Théophraste Renaudot. Desde entonces, Le Clézio escribió casi cuarenta libros, entre ellos, cuentos, novelas, ensayos y traducciones de mitología india. En su obra desarrolla un lenguaje denso, que rastrea las conexiones entre el hombre y la naturaleza.

Sus libros son muchas veces enfrentamientos con las civilizaciones comercializadas e industrializadas y sus raíces personales.

Su libro «Ritournelle de la faim» («Salmodia del hambre»), publicado hace pocos meses en Francia, es un retrato de su madre Ethel, que era una niña en los años 30. Su infancia, marcada por el miedo y el hambre, se asemeja a una pesadilla. La prensa francesa calificó la obra de « pequeño milagro».

Las novelas de Le Clézio suelen tener referencias autobiográficas, no siempre exactamente fieles a la realidad. «Muchas veces tuve la sensación de que mis antepasados vivían en mí y yo veía con sus ojos», señaló en una ocasión. Los antepasados, de los cuales habla y escribe, abandonaron hace unos 200 años su hogar bretón para asentarse en la Isla Mauricio, de la que también tomó su ciudadanía. Esta isla en el Océano Índice sirve al escritor de marco en muchas obras, por ejemplo, en «El buscador de oro». En «Révolutions» llama a la isla lugar central de la nostalgia, al que siempre anhela volver. Desde 1973, divide su vida entre Francia, Estados Unidos y Mauricio.   

  • Reacciones

    «Es un gran honor. Mi reconocimiento a la Academia Sueca», dijo ayer Le Clézio, en declaraciones a la radio pública sueca SR de Estocolmo. Según el escritor, fue su esposa quien recibió la notificación, por teléfono, mientras él estaba escribiendo.

    Le Clézio respondió en tono tranquilo y sereno a la radio, pero en todo momento dejó claro el alto honor que para él supone el Más tarde, en una multitudinaria rueda de prensa que concedió en París, dijo que «escribir no es sólo estar sentado en tu mesa contigo mismo, es escuchar el ruido del mundo. Cuando estás en la posición del escritor se percibe mejor el ruido del mundo, vas al encuentro del mundo». La noticia del premio lo sorprendió en la capital francesa en una escala entre Corea del Sur y Canadá, cansado por la diferencia horaria.

    El presidente francés, Nicolas Sarkozy, felicitó de inmediato al flamante Premio Nobel. «Le Clézio es un ciudadano del mundo, un hijo de todos los continentes y culturas.

    Como viajero por el mundo, encarna en un mundo globalizado la irradiación de Francia, su cultura y sus valores y hace honor a la francofonía»,
    dijo el mandatario en un comunicado difundido desde el Elíseo. «Lo felicito en nombre de todos los franceses por este máximo premio que puede recibir un escritor y que honra a Francia, la lengua francesa y la francofonía».

    Con Le Clézio, ya son 14 los escritores franceses que ganaron el Nobel: Sully-Prudhome (1901), Frédérique Mistral (1904), Romain Rolland (1915), Anatole France (1921), Henri Bergson (1927), Roger Martin Du Gard (1937), André Gide (1947), Francois Mauriac (1952), Albert Camus (1957), Saint-John Perse (1960), Jean-Paul Sartre, que lo rechazó (1964), Claude Simon (1985), y Gao Xingjian, escritor de origen chino nacionalizado francés (2000).
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