24 de septiembre 2007 - 00:00
Marcel Marceau hizo del silencio una de las bellas artes
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Marceau:
«Quienes volvían
de los campos de
concentración no
podían hablar. Yo
tengo orígenes
judíos. Tal vez eso
haya influido
inconscientemente
en mi elección del
silencio».
El año 1947 marcó una inflexión en su carrera con la fundación de una compañía propia y, sobre todo, la creación del personaje de Bip.
Sus espectáculos, a medio camino entre el teatro y la danza, alcanzaron una dimensión internacional a partir de mediados de los años 50 y constituyeron una revisión moderna de la tradición de la dramaturgia de la «Commedia dell'Arte» italiana. Pronto se hizo tanto o más famoso que en Francia en países Japón o Estados Unidos, donde su «marcha contra el viento» constituyó una de las bases técnicas del baile de Michael Jackson.
El cine lo convocó poco, luego de un temprano debut en 1945, como Arlequín, en «Les enfants du Paradis» de Marcel Carné: tuvo una participación en «Barbarella» de Roger Vadim (1968) y una breve aparición en «La última locura de Mel Brooks» (1976), una película extravagantemente muda donde el único personaje que hablaba era él (en realidad, atendía el teléfono y exclamaba un sonoro «¡No!»).
En 1978, cuando estaba en la cumbre de su carrera, creó en París una Escuela Internacional del Mimodrama. Su concepción integral del mimo incluía, forzosamente, virtuosismo en la danza y acrobacia de bastón. Era, en sus propias palabras, la «creación total». Sin embargo, y pese a contar con las mayores distinciones oficiales de su país, se vio obligado a cerrar su Escuela en 2005 por falta de financiación.
En 2000 inició una gira internacionalde despedida y actuó en varias capitales del mundo. En Buenos Aires, sus espectáculos (que solía presentar en el Complejo La Plaza) agotaban localidades. Allí, en una oportunidad, el público pudo tener testimonio directo de lo que era su exigencia: durante una función se produjo un desperfecto con las luces, en medio de un pasaje muy sensible de uno de sus números como Bip. Marceau, desconcentrado, abandonó el escenario, y detrás de escena se oyó sonoramente una serie de juramentos e insultos. No era un hombre de temperamento fácil.
Y una vez explicó así su inclinación hacia el arte del mimo: «La gente que volvía de los campos de concentración no podía hablar, no sabía cómo contar. Yo me llamo Mangel y tengo orígenes judíos. Tal vez eso haya influido inconscientemente en mi elección del silencio».
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