24 de septiembre 2007 - 00:00

Marcel Marceau hizo del silencio una de las bellas artes

Marceau:«Quienes volvíande los campos deconcentración nopodían hablar. Yotengo orígenesjudíos. Tal vez esohaya influidoinconscientementeen mi elección delsilencio».
Marceau: «Quienes volvían de los campos de concentración no podían hablar. Yo tengo orígenes judíos. Tal vez eso haya influido inconscientemente en mi elección del silencio».
«El ser humano es uno mismo y la risa es una sola. Yo he actuado en Oriente, y en Occidente, en el mundo entero, y he descubierto que lo que conmueve o lo que divierte es siempre lo mismo», así decía años atrás a este diario en una entrevista Marcel Marceau, el mimo francés y ecuménico por excelencia, que murió ayer en París a los 84 años.

Sus hijos dieron a conocer rápidamente la noticia de su deceso, aunque no quisieron detallar las causas. Marceau será enterrado en los próximos días en el cementerio de Pere Lachaise, donde seguramente tendrá una tumba escultural, evocadora de su arte.

Mucho antes de que el arte del mimo se convirtiera, en las calles de tantas ciudades, en un recurso más para pedir dinero al transeúnte, Marceau depuró esa especialidad hasta convertirla, en el curso del siglo XX, en una disciplina integral. Marceau creó a su célebre personaje Bip a fines de los años 40, inspirándose en muchas estrellas del cine mudo como Buster Keaton, Harry Langdon y sobre todo Charles Chaplin.

Nacido en Estrasburgo el 22 de marzo de 1923, en 1944 entró en la resistencia contra la ocupación de Francia por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial, después de que su padre, de origen judío, fuera detenido y deportado al campo de exterminio de Auschwitz, donde murió. Fue durante la guerra, para escapar a la persecución antisemita, por lo que cambió su apellido original Mangel por Marceau.

Una vez desmovilizado, aunque primero empezó una formación en artes decorativas en Limoges, pronto se orientó al teatro al inscribirse en la Escuela de Arte Dramático Charles Dullin, donde estableció una relación fuerte con uno de sus profesores, Etienne Decroux, que fue una pieza clave en su giro hacia el mimo.

El año 1947 marcó una inflexión en su carrera con la fundación de una compañía propia y, sobre todo, la creación del personaje de Bip.

Sus espectáculos, a medio camino entre el teatro y la danza, alcanzaron una dimensión internacional a partir de mediados de los años 50 y constituyeron una revisión moderna de la tradición de la dramaturgia de la «Commedia dell'Arte» italiana. Pronto se hizo tanto o más famoso que en Francia en países Japón o Estados Unidos, donde su «marcha contra el viento» constituyó una de las bases técnicas del baile de Michael Jackson.

El cine lo convocó poco, luego de un temprano debut en 1945, como Arlequín, en «Les enfants du Paradis» de Marcel Carné: tuvo una participación en «Barbarella» de Roger Vadim (1968) y una breve aparición en «La última locura de Mel Brooks» (1976), una película extravagantemente muda donde el único personaje que hablaba era él (en realidad, atendía el teléfono y exclamaba un sonoro «¡No!»).

En 1978, cuando estaba en la cumbre de su carrera, creó en París una Escuela Internacional del Mimodrama. Su concepción integral del mimo incluía, forzosamente, virtuosismo en la danza y acrobacia de bastón. Era, en sus propias palabras, la «creación total». Sin embargo, y pese a contar con las mayores distinciones oficiales de su país, se vio obligado a cerrar su Escuela en 2005 por falta de financiación.

En 2000 inició una gira internacionalde despedida y actuó en varias capitales del mundo. En Buenos Aires, sus espectáculos (que solía presentar en el Complejo La Plaza) agotaban localidades. Allí, en una oportunidad, el público pudo tener testimonio directo de lo que era su exigencia: durante una función se produjo un desperfecto con las luces, en medio de un pasaje muy sensible de uno de sus números como Bip. Marceau, desconcentrado, abandonó el escenario, y detrás de escena se oyó sonoramente una serie de juramentos e insultos. No era un hombre de temperamento fácil.

Y una vez explicó así su inclinación hacia el arte del mimo: «La gente que volvía de los campos de concentración no podía hablar, no sabía cómo contar. Yo me llamo Mangel y tengo orígenes judíos. Tal vez eso haya influido inconscientemente en mi elección del silencio».

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