7 de junio 2020 - 00:00

La internacionalización universitaria durante el Covid-19

A nivel mundial, el movimiento de alumnos internacionales aporta a la economía global, de manera directa a través del pago de aranceles e indirecta mediante el gasto que realizan durante su estadía, un poco más de U$300.000 millones de dólares.

En la UBA, la más internacionalizada de todas las universidades argentinas públicas, solo 4 de cada 100 no son alumnos argentinos.

En la UBA, la más internacionalizada de todas las universidades argentinas públicas, solo 4 de cada 100 no son alumnos argentinos.

Los orígenes de la movilidad académica se remontan a la Atenas democrática del Siglo V A.C. Estudiantes del mundo helénico-parlante atravesaban largas distancias hasta llegar a dicha ciudad; el gran centro intelectual del mundo. El objetivo, escuchar a los grandes maestros. Platón (427-347 A.C.) y Aristóteles (384-322 A.C.) se encontraban entre los favoritos. Nacen allí los conceptos de academia y liceo.

Desde principios del nuevo siglo, esta forma de vinculación entre alumnos de diversos países y culturas, nucleados no solo en un aula universitaria sino en la vida cotidiana e interactuando con pares más allá de lo académico, ha sido una de las tantas formas que ha tomado la globalización. Previo a la irrupción de la COVID-19, el movimiento de estudiantes extranjeros en búsqueda de educación superior se expresaba de manera creciente. De los aproximadamente 3 millones de internacionales presentes en 2000, hoy son casi 6 los que se distribuyen entre las cerca de 20.000 instituciones de educación superior del sistema global. Sin embargo, este ordenamiento no es homogéneo, ni entre naciones ni entre instituciones de un mismo país. Mientras se busca conquistar espacios, la globalización de la educación superior presenta amplios ganadores.

Se calcula que a nivel mundial, el movimiento de alumnos internacionales aporta a la economía global, de manera directa a través del pago de aranceles e indirecta mediante el gasto que realizan durante su estadía, un poco más de U$300.000 millones de dólares. En un ranking de naciones, Estados Unidos, Reino Unido, Australia, Francia y Alemania se apropian aproximadamente del 40% de este monto. Asimismo, ciertas universidades son, desde el punto de vista económico, las más favorecidas.

En la Argentina, en las aulas de la Universidad de Buenos Aires (UBA), la más internacionalizada de todas las públicas, solo 4 de cada 100 no son argentinos.

Son ellas las más prestigiosas, las más buscadas. Por ejemplo, el 45% de los alumnos de la Universidad de Oxford, tal vez la institución más internacionalizada a nivel global, proviene de más de 150 países. Yendo a Australia, 3 de cada 10 alumnos de la Universidad de Melbourne son extranjeros. En la prestigiosa Harvard, uno de cada cuatro. En la Argentina, en las aulas de la Universidad de Buenos Aires (UBA), la más internacionalizada de todas las públicas, solo 4 de cada 100 no son argentinos. En el sector privado, con algunas excepciones, el porcentaje de estudiantes internacionales es asimismo bajo.

Algunas proyecciones estimaban que para 2030 el número de alumnos realizando estudios completos o parciales en universidades de países distintos al de procedencia ascendería por encima de los 10 millones. Sin embargo, la actual situación de pandemia nos pone frente a varios interrogantes. La irrupción de la COVID-19 le puso un brusco freno a la demanda por estudiar en el extranjero. Por otro lado, es también cierto que el escenario pos-crisis sanitaria presentará oportunidades que debemos aprovechar.

No caben dudas de que el impacto económico de esta pandemia, además de incidir sobre el número de alumnos que estudien en otros países, modificará el mapa del sistema de educación superior a nivel mundial. Debido a la contracción económica global, es esperable que las universidades de gestión pública reciban menos ingresos del Estado mientras que las de gestión privada se vean afectadas por el menor poder adquisitivo del alumnado y sus familias.

Ante esta situación, no es difícil especular que las privadas de menor prestigio académico serán las más dañadas y, en muchos casos, deberán cerrarse o fusionarse con otras para subsistir. Según Simon Margison, especialista de la Universidad de Oxford, en cinco años la movilidad estudiantil volverá -o incluso superará- los niveles pre-pandemia. Mientras tanto, la competencia por reclutar estudiantes internacionales, que en muchos países pagan aranceles más altos que aquellos de los locales, será más feroz aún.

Aunque ni la educación ni las movilidades presenciales serán reemplazadas en su totalidad por las virtuales, la digitalización posibilita nuevas alternativas para complementarlas: prácticas profesionales hechas en formato virtual en otro país; o que en un mismo semestre un alumno curse en simultáneo asignaturas en más de una universidad local y/o de otras latitudes; movilidades híbridas, que incluyan un componente virtual (ej. medio semestre) y otro presencial, reduciendo así el costo de la experiencia y democratizando un poco más el espacio internacional.

Las oportunidades son múltiples. Queda por ver si, pasada la crisis, las universidades capitalizan los aprendizajes u optan por volver al status quo pre-pandemia y si es así, en cuáles funciones y con cuánta intensidad.

(*) Dr. en Educación. Profesor del Área de Educación en la Escuela de Gobierno, Universidad Torcuato Di Tella. En coautoría con Alex Markman, Directora de Programas Internacionales, Universidad Torcuato Di Tella.

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