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''El turismo hizo que nos embelleciéramos''

El Tigre se preparo para su actual boom
de visitantes, sostiene Noelia Castro
Noelia Castro: Se ha consolidado como destino turístico. Hay mucha inversión pública y privada que ha contribuido en los últimos años a esa consolidación. A comienzos de la década del 90 comenzó una transformación importante con la recuperación del Paseo Victorica, el paseo costanero sobre el río Luján. Hoy allí se pueden encontrar pérgolas, bancos, farolas que permiten disfrutar del recorrido aun de noche. Se ha convertido en la zona gastronómica de la ciudad. Y tiene como su mayor alhaja el Museo de Arte. Además, se realizó la obra de la coqueta estación de trenes, que en su diseño remite a los clásicos modelos británicos. Se hizo en el año 97 la avenida de las Naciones Unidas, que permite un rápido ingreso por el Acceso Norte al centro de la ciudad. Todo esto fue importante a nivel de comunicación, pero también de embellecimiento. El Puerto de Frutos tuvo una transformación enorme desde el punto de vista estético, edilicio y de servicios. Todo esto, y muchas otras realizaciones, ha ayudado al desarrollo de Tigre como destino que, aun en este momento que estamos en baja temporada, mantiene su pequeño boom.
N.C.: Incorporaron servicios para los turistas, a través de nuevos emprendimientos para alojamiento, gastronomía gourmet, desarrollo de spas y resorts antiestrés con todo el confort. Han crecido las ofertas deportivas; ya no sólo están las tradicionales de los recreos, se han multiplicado las escuelas -sobre todo en el río San Antonio- de canotaje, kayak, esquí acuático y wakeboard. Allí está la escuela de Gabriela Díaz, tetracampeona nacional y subcampeona mundial de wakeboard.
N.C.: Como todos los otros destinos de la Argentina hubo inicialmente una recesión. Poco a poco fue cambiando. Creció la recepción de turistas internacionales. El año pasado, la mitad de las consultas que recibimos en la oficina de Turismo de Tigre fue de estadounidenses y europeos.
P.: ¿Qué europeos?
N.C.: Fundamentalmente de Alemania y Francia. En muchos casos vimos que ya venían con algún tipo de recomendación, que les habían dicho que éste era un lugar único en América latina. También nos visitaron, de forma notable, muchos brasileños y chilenos. Pero en ese miniboom que estamos viviendo hasta recibimos grupos japoneses. Y quizás esto tiene un dato contundente: en lo que va de 2000 a 2006 la cantidad de visitantes que recibimos en nuestras oficinas se incrementó en 200 por ciento. Tuvimos una impactante catarata de visitantes.
P.: ¿Y qué pasó con los porteños?
N.C.: Volvieron masivamente. Percibieron el crecimiento, el desarrollo de emprendimientos hospitalarios a nivel muy selectivo y una mejora en aquellos que ya estaban trabajando. El boca a boca comenzó a mostrar que la zona se había transformado y tenía una oferta que empezaba a cubrir aun las expectativas más exigentes. Además, contamos con el casino y el Parque de la Costa, que son atractivos para todo tipo de visitantes, que nos transformaron muchísimo. Antes el Tigre estaba muy vinculado a la naturaleza, por ser la puerta de entrada al Delta, y a la cultura, por la cantidad de museos de todo tipo que tenemos: Naval, de Bellas Artes, de la Reconquista, de la Prefectura. La llegada de las inversiones en el casino, no sólo con sus juegos por dinero, sino con sus shows, y el parque de entretenimientos, que se volvió un aspecto diferencial, trajo un nuevo enfoque sobre Tigre. Por lo pronto, incrementó, claramente, las visitas de los que viven en el interior del país.
P.: ¿En qué ayudó a Tigre el Tren de la Costa? ¿No estaba un poco caído?
N.C.: En un tiempo, siendo tan bello y confortable, se había caído mucho, y ahora volvieron a repoblarse sus negocios, que ofrecen -y ésta es la clave- productos típicamente argentinos a los turistas, de ponchos a vinos, de artesanías a recuerdos. El Tren de la Costa recibe una enorme llegada de turistas internacionales mediante las agencias de viajes. Hay paquetes combinados donde las agencias venden el producto: Tren de la Costa más paseo fluvial por el Delta. Claro, con paradas, por ejemplo, en la estación de anticuarios de San Isidro. Todo eso ha hecho que ese bello tren se esté recuperando comercialmente.
Tuvimos nuevos emprendimientos
P.: ¿Ya cuenta Tigre con hoteles boutique?
N.C.: En el Delta hay desde un lodge en el arroyo Las Cañas, para el sector realmente pudiente, hasta hosterías con servicio muy personalizado porque no tienen más de ocho cuartos; eso sí, con servicios de spa, con jacuzzis a la californiana. Hay complejos de cabañas que han sido pensados para familias. Hay casas que se rentan por períodos, que hoy son muy buscadas por parejas de extranjeros. Hay desde spas hasta residencias que proponen al visitante hacer, acompañado por un guía, trekking, canotaje, salidas en bicicleta por senderos en los bosques. Todo esto se puede hoy seleccionar por Internet; de hecho es lo que hacen muchos visitantes extranjeros.
P.: Tigre tiene problemas de estacionalidad: más público en verano que en invierno, en fin de semana que en días hábiles.
N.C.: Eso también está cambiando. Hay muchos eventos empresariales y sociales. Hay muchos eventos corporativos, coaching, capacitación, lanzamiento de productos.
P.: ¿No cree que les está faltando un gran centro comercial?
N.C.: Lo tenemos, y es el más tradicional y el más reconocido desde el punto de vista turístico: el Puerto de Frutos, que es un centro comercial a cielo abierto, donde se pueden encontrar los productos tradicionales de la zona, hechos en mimbre, en caña, en madera; artesanías; muebles. Y también productos muy variados, desde indumentaria y accesorios hasta elementos de decoración y gadgets. Además, tenemos un pequeño centro comercial cercano al acceso a Tigre. Y está el shopping de Nordelta, esa extraordinaria ciudad pueblo donde hay de todo (centro educativo, centro de salud, centro de oficinas, zona de deportes y entretenimientos) al más alto nivel.
P.: ¿Cuáles son hoy dos atractivos top realmente imperdibles?
N.C.: Nuestra estrella es hoy el Museo de Arte de Tigre, que ocupa el edificio emblemático del Tigre Club, donde funcionó el primer casino de la Argentina. Un edificio de gran belleza arquitectónica, estilo francés academicista, proyectado por el arquitecto galo Paul Pater, el mismo que hizo la residencia de los Ortiz Basualdo, que hoy es la Embajada de Francia. Ese edificio signa una etapa del pasado donde Tigre tuvo como sus turistas a la aristocracia porteña, ese patriciado que eligió Tigre para erigir casonas y palacetes de fin de semana. Etapa del jet set porteño que llegó hasta los años 40. En el Museo hay obras de Berni, Spilimbergo, Fader, Quinquela Martín, Roux, Norah Borges, entre otros. La segunda estrella es el Delta, que es el producto que más atrae al extranjero por sus características únicas. Si bien existen otros deltas en el mundo, éste es el único que desemboca en un río, en el Río de la Plata; es un delta que tiene un continuo crecimiento, muy dinámico porque el proceso de formación de islas se sigue dando año a año. Pero, además, atrae a los turistas del mundo la forma de vida del Delta, con sus lanchas colectivas -nuestros vaporetos-, las lanchas almacén, las lanchas hospital, el catamarán sanitario, la lancha banco, la lancha bomberos y las construcciones sobre palafito. Hay mucho más. Cuando uno pregunta a los extranjeros qué fue lo que más les gustó del Tigre comienza una charla larguísima, llena de datos, de detalles, y eso nos hace realmente felices.
Entrevista de M. S.
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