25 de agosto 2016 - 00:25

Macri-PJ y el peligro de caer en el bache del “kirchnerismo bordó”

• GIRO PRESIDENCIAL DE AYER ALARMÓ A SOCIOS.
• LOS RIESGOS DE MODERAR REFORMAS Y LA SEDUCCIÓN DEL ESTILO K.
El Gobierno sigue acercando acuerdos con el peronismo para garantizarse chances en la dura elección del 2017. En ese ejercicio desatiende a sus socios de Cambiemos y relativiza promesas de reformas. Carrió con más dudas.

Apoyo. Un centenar de partidarios del Gobierno, convocados por redes, se manifestaron anoche en el Obelisco.
Apoyo. Un centenar de partidarios del Gobierno, convocados por redes, se manifestaron anoche en el Obelisco.
 Una frase que pronunció ayer el presidente ayudó a complicar la discusión sobre relativismos y gradualismos que rodeó a las decisiones del gobierno en estos últimos meses. "Salir de tantos años de populismo no es fácil, pero no hay duda de que del populismo se sale con menos populismo", dijo ayer Macri durante el acto en la Bolsa de Cereales y desató dudas entre muchos de sus socios en Cambiemos. La cercanía de peronismos varios con los hombres y mujeres del PRO, especialmente en la provincia de Buenos Aires, ya había sido combustible suficiente para alimentar las preocupaciones, que ayer se agravaron.

La pregunta a hacerse tras esa sentencia presidencial resulta evidente para cualquier votante macrista: ¿cual sería la diferencia en la visión presidencial entre "menos" y "nada"? Que el populismo demagógico fue el cáncer de las democracias latinoamericanas en los últimos años es una verdad casi incontrastable. De su mano los que la abrazaron en la región abandonaron toda esperanza de avanzar hacia la modernidad. Tan es así que el rediseño de un Estado agigantado e ineficiente, gastador sin límites institucionales y arbitro absoluto en la distribución del ingreso por encima de cualquier voluntad particular, fue tema central y promesa de la campaña de Cambiemos. Esos postulados siempre fueron acompañados por la garantía de que la asistencia social no sería pato de la boda en esa reforma. Cuando llegó la hora del balotage Macri moderó algunas de esas propuestas para profundizar la seducción hacia el voto peronista.

Pero en cualquiera de las opciones que se trate, el 34,15 % de la primera vuelta o el 51,34 % de la segunda, los que optaron por Cambiemos (macristas, UCR, peronistas del PRO o de Sergio Massa) votaron por un cambio. Ahora bien, de esos porcentajes los únicos votos con chance de retener por el presidente en la elección legislativa del año próximo son los propios y los radicales. Estos últimos se quejan de no ser atendidos por el gobierno mientras ven como comienzan a desfilar por los despachos del PRO en todo el país los peronistas que hace 10 meses votaban, aunque fuera a la fuerza, por Daniel Scioli.

El gobierno esta preocupado, como es obvio, por esa elección legislativa que es bisagra de cualquier mandato y mas en medio de sus conflictos. En ese tren relativiza promesas de reformas que hizo en la campaña, que eran compartidas por todos los que pusieron la boleta en la urna, incluido el massismo. Aparece en el horizonte, por lo tanto, el miedo a una versión del macrismo proclive a hacer un kirchnerismo emprolijado, coloreado por las costumbres que impuso el blazer del uniforme que vistió el presidente en sus años de colegio, en lugar de profundizar reformas.

Dos promesas de campaña fueron cumplidas en el principio y le dieron aire a Cambiemos: la salida del cepo y la del default. No hubo costo político en esas medidas, que lógicamente fueron criticadas en los procedimientos y en el fondo por el kirchnerismo.

La pelea por tarifas cambió el escenario. Los votos a Cambiemos pidieron normalizar el país. Eso es salir de un imposible esquema tarifario que el deficit fiscal ya no puede financiar; reformar el gasto y llevarlo a niveles productivos; terminar con la corrupción y el cacicazgo de los barones del conurbano y mas allá; y llevar adelante una reforma del sistema político profunda.

Muchos de esos dolorosos cambios fueron reclamados por la sociedad en las urnas y ahora están en peligro. Es lo que se confirmará si el macrismo concurre a la audiencia pública para debatir las subas al gas con un esquema tarifario nuevo. Macri tuvo el OK del electorado para hacer ese cambio, se insiste, aunque sea con dolor. Hoy parece dar marcha atrás.

La realidad habla, entonces, de un gobierno preocupado por la presión de votantes que no fueron suyos y en peligro de abandonar banderas que prometió a quienes lo votaron y a sus socios que lo llevaron al poder, a quienes atiende menos por estos días que al PJ.

El macrismo no quiso pagar el costo de reducir la planta de empleados del sector público y dió macha atrás en recortes. Los ministerios son un ejemplo claro de kirchneristas nombrados a último momento por la administración anterior que este gobierno al final ratificó. En el Senado y la Cámara de Diputados hay ejemplos notorios, algunos abonan las historias de peleas entre Emilio Monzó y la Casa Rosada. Los aliados de Cambiemos, como Elisa Carrió, miran este escenario desde afuera, lo que multiplica peligros.

Otra preocupación ronda los pasillos del poder. El gobierno de los CEO debía garantizar eficiencia, esa que no existió en la era K que poco se preocupó por los costos, total los fondos siempre eran provistos por el Estado y sin atender el origen en impuestos de particulares. En las empresas esa garantía comenzó a relativizarse. Son cada vez mas las anécdotas de empresarios que concurren a la Casa Rosada en busca de soluciones y tras ser atendidos con amabilidad, comienzan a ser derivados al funcionario inmediato inferior hasta llegar así a casi dialogar con los porteros de cada dependencia, sin llevarse respuestas. Felices las consultoras que comenzaron a recibirlos de nuevo como clientes en un incentivo repentino al lobby rentado. Los radicales tambien atienden esos peligros.

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