11 de diciembre 2017 - 09:12

Combatir definitivamente la inflación: la lucha que el país ya no puede esperar

Es importante que el proceso se haga sin ningún “stress”, trabajando sobre las expectativas. La estrategia es un tipo de cambio flotante con metas anuales.

Federico Sturzenegger.
Federico Sturzenegger.
( Texto extraído de la conferencia del presidente del Banco Central en el encuentro de Bank Magazine)





El combate de la inflación tiene un componente de equidad distributiva; es un impuesto que pagan primordialmente los individuos con menos recursos y le genera una mayor regresividad a nuestro sistema impositivo. Por esto, la lucha contra la inflación tiene que ser fuerte, contundente y no puede esperar.

El desafío más grande en el proceso de desinflación es el de las expectativas. Con política monetaria, si se es muy contundente, baja rápido. Nosotros buscamos avanzar en sintonía con las expectativas, que nos permita que el proceso de desinflación se haga sin ningún "stress". Decidimos realizar el proceso de coordinación con metas de inflación y un tipo de cambio flotante. No hay que confundir la efectividad del instrumento con la gradualidad de la implementación del mismo. Lo mismo aplica con la política fiscal. El año pasado, cuando emergimos de la tasa del 38%, tuvimos un proceso de relajamiento de la política monetaria, que abarcó al segundo semestre y a los primeros meses de este año, que nos puso en una trayectoria que no era la que estábamos anticipando. Durante todo este año, comenzando en marzo, iniciamos una fase contractiva, donde se restringieron las condiciones de liquidez y monetarias casi de manera permanente. Esta es una medicina que hay que dejar que surta su efecto en el tiempo.

Empezamos a endurecer la política monetaria y tuvimos un proceso de recuperación de la economía, que se ha mantenido respecto al cuarto trimestre del año pasado. Durante 2018 se discutió mucho cómo impactaban las altas tasas de interés sobre el producto. En nuestros informes hicimos un ejercicio que fue de mirar a los países que en el mundo habían bajado la inflación de más del 30% a menos del 30% y luego a menos de 20%, para ver qué había pasado con el producto. Allí encontramos que hubo 84 países con esta experiencia, de los cuales en 78 la economía no solo había crecido sino que había aumentado 2 puntos su tasa de crecimiento respecto de la que llevaba anteriormente. Es natural que cuando se baja la inflación desde niveles tan altos, genera tantos beneficios, tantas externalidades, tantas certidumbres, que en realidad uno no tiene un efecto negativo, sino positivo. Y la Argentina no es especial. Entró como un ejemplo más para esta discusión y la economía se recuperó. No somos particulares, sino que la baja de la inflación tiene un efecto benéfico sobre toda la actividad económica. La economía este año ha mantenido un ritmo de crecimiento a una tasa del 1 punto sostenido trimestre contra trimestre.

En cuanto al tipo de cambio, el esquema flotante cumple tres roles: 1) absorbe los shocks externos para proteger la actividad local; 2) mantiene el equilibrio interno y 3) ayuda en un contexto de la entrada de capitales especulativos y produce una desdolarización de la economía. Como el tipo de cambio sube y baja, es difícil mantenerse con los precios atados al mismo. A nosotros nos ha sorprendido una baja en el coeficiente de 'pass-through' entre los movimientos de precios y el tipo de cambio. Previo a las PASO, la variación del dólar tuvo un impacto mínimo sobre los precios, en un mercado que va tomando volumen y liquidez de una manera muy interesante. En el último año, se ha mantenido prácticamente inalterado, con variaciones, pero sin una tendencia hacia la apreciación o depreciación. Esto es curioso porque en Argentina se habla de que para desinflar rápido hay que depreciar el tipo de cambio. El tipo de cambio real multilateral se ubica 20 puntos por arriba del que estaba con el cepo. Todo el conjunto muestra una política monetaria que se ha endurecido y terminó en lo que nosotros llamamos "anclaje de expectativas". Cuando en octubre de 2016 empezamos a relevar las expectativas del mercado y le preguntamos a la gente qué espera que fuese a ocurrir con la inflación en 2018 y en 2019 en una economía que tenía una inflación del 45%, dijeron que en 2018 sería del 14% y del 9%, respectivamente. Esos fueron los primeros números que obtuvimos en un primer momento. Hoy en día se ubican en 16% y 11%, aproximadamente. Llevamos la inflación del 45% al 22% y eso ha ocurrido con las expectativas. Partiendo de situaciones extraordinariamente elevadas, se encuentran muy estables, relativos al proceso de desinflación. Estoy absolutamente convencido de que en 4 o 5 años vamos a tener la inflación de un país normal.

Hay que mirar mes a mes la inflación núcleo interanual, donde ya se percibe un proceso sostenido de desinflación, lo que se vivió durante todo 2017 y continurá profundizándose en 2018.

Este indicador bajó todos los meses desde que empezamos con metas de inflación, excepto entre agosto y septiembre de este año por cuestiones estacionales, que subió un 0,1%. Y este proceso va a continuar ininterrumpidamente hacia delante. Desde mayo se ve una fuerte caída de la inflación núcleo, que responde a este proceso de contracción monetaria que arrancamos en marzo. Hay poco por inventar. Todo el mundo sabe cómo se hace. Hay que elegir la velocidad, es decir el modo de gradualidad, ante la coordinación con el programa fiscal. Hay que ser consistente y coherente para mantener una línea y en pocos años sorprenderemos sobre cómo la Argentina convivió durante tanto tiempo con una inflación tan elevada.

(*) Presidente del Banco Central de la República Argentina.

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