6 de febrero 2008 - 00:00

La concentración preocupa al campo

Mientras el campo produce más, los precios internacionales de granos y carnes continúan en aumento, se agranda la superficie cultivada, el ganado se engorda a corral y los rodeos de cría ocupan regiones antes improductivas, ... la familia rural continúa alejándose de la tierra...; los tractores y la maquinaria agrícola trabajan a destajo para pools de siembra y grandes corporaciones, y las tierras se alquilan al mejor postor o se transfieren y desnacionalizan a valores alejados de la realidad productiva y de la rentabilidad media de las explotaciones agropecuarias de la Argentina.

Es en este contexto bipolar donde cientos de miles de pequeños y medianos empresarios rurales, son tentados a salir del circuito productivo, para transformarse en ocasionales inversores urbanos o convertirse en locadores de lo que antes eran sus explotaciones agropecuarias, ahora alquiladas por cada campaña de siembra.

Es cierto que salimos del escarnio de los noventa y que el actual modelo económico sostenido por un tipo de cambio alto y superávit fiscal marca un rumbo correcto, pero el latifundio corporativo y el monocultivo sobre grandes superficies continúa avanzando en progresión geométrica sobre la estructura social del interior. El modelo de vida y la cultura productiva de la familia rural desaparece y el fundamentalismo mercantilista emerge, convalidando una tan relativa como falsa competitividad que arrasa a una Argentina en camino de convertirse en arrendataria de su propio territorio.

Las organizaciones del campo junto al gobierno nacional deben salir de los reclamos coyunturales cruzados y de la distracción de los problemas periféricos para discutir y cuantificar -al más alto nivel político e intelectual-los costos de este proceso de concentración, inequidad y pérdida de poder de decisión nacional sobre los recursos naturales del país que aún no ha sido abordado con la seriedad necesaria.

La Argentina necesita con urgencia aplicar medidas correctoras y complementarias del actual modelo productivo de crecimiento, desendeudamiento y capitalización del sector rural, para solucionar un actual esquema que sólo resulta funcional a los eslabones más fuertes y concentrados de las cadenas agroalimentarias.

Debemos apartarnos del simple análisis economicista que es incapaz de interpretar las consecuencias que tienen sobre nuestra estructura social, productiva, geopolítica y ambiental, las decisiones que se toman en los países centrales de la globalización, ya sean por parte de los Estados o gigantescas corporaciones mundiales.

El campo es mucho más que un ámbito de producción agropecuaria; es territorio nacional que debe estar integrado, en franco proceso de desarrollo, y ocupado por un tejido social del interior numeroso y unido al resto de la comunidad; están los parajes, poblaciones y ciudades del interior que de él dependen; también los pueblos originarios, con sus costumbres y tradiciones ancestrales, entrecruzados con los inmigrantes que llegaron desde todas las latitudes del orbe.

  • Recuperación

    La Argentina rural debe recuperar la figuradel productor agropecuario y de las pequeñas y medianas empresas como uno de los auténticos ejes de su desarrollo, y producir mediante un esquema productivo que se corresponda con sus intereses como Nación, sostenido por avances científicos y tecnológicos propios y abastecido con insumos de origen nacional en porcentajes crecientes.

    No podemos aceptar con indiferencia que los más fuertes y concentrados se apropien -y en buena parte transfieran más allá de nuestras fronteras-de la renta de nuestros recursos naturales y del trabajo de millones de argentinos que producen y consumen.

    El proyecto de desarrollo agropecuario que -según lo entendemos-requiere la Argentina con apremio, incluye medidas tendientes a terminar definitivamente con situaciones de rentabilidad negativa o insuficiente que aún persisten en importantes producciones como perversas consecuencias del modelo de convertibilidad de la última década del siglo veinte, de errores coyunturales, complicaciones burocráticas y fallas instrumentales y cortoplacistas de la actual política económica, a las que se suma una crisis financiera global que condiciona el poder de decisión nacional sobre nuestros patrimonios naturales.

    Desde el Frente Agropecuario Nacional valoramos el esquema macroeconómico de crecimiento productivo, pero debemos señalar que las falencias apuntadas son generadoras de injusticia y discriminación, al tiempo que habilitan los procesos de concentración y desnacionalización de la tierra y de la economía, que deben ser revertidos con urgencia.
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