Apuesta a la petrodiplomacia
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Luiz Inácio Lula da Silva
En 1997 -todavía no había asumido Chávez-, Venezuela exportaba 50% de su petróleo a los EE.UU. En 2006, y luego de haber insistido Chávez públicamente que quería desligarse de los EE.UU., las exportaciones de crudo bolivariano a ese país llegaron a 65%. Durante el mismo período, el petróleo venezolano pasó de representar 13,5% a menos de 8,5% de las importaciones del país del Norte. PDVSA, que no tiene refinerías en Venezuela, es propietaria en los EE.UU. del sistema integrado CITGO, de refinerías y 11.000 estaciones de servicio, además de otras 2.000 bajo el nombre de 7-eleven. Ecuaciones adversas para un negocio ahora «ideologizado». Entrampado, Chávez ya traspasó de dólares a euros parte de las reservas de la petrolera y ahora amenazó hacerlo a monedas asiáticas.
Mientras tanto, ha cerrado acuerdos por u$s 10.000 millones con China National Petroleum Corp. para explotación conjunta en la faja del Orinoco y la construcción de tres refinerías en China; y con la rusa Lukoil, la que también promete construir una refinería en la región del Orinoco. Petrobras, en cambio, está tentando nuevos negocios más allá de sus afinidades políticas. No descarta comprar gas a Libia y Kazajstán (en reemplazo del gas que no le va a proveer Bolivia después de la estatización), llevaría el polo gasquímico proyectado para Bolivia a Perú, y ya ha ganado la licitación para la exploración de dos plataformas en el Caribe colombiano. Pero la inversión más ambiciosa es la que proyecta en los EE.UU., donde piensa destinar u$s 5.000 millones para la exploración y producción de petróleo en el Golfo de México. La meta es llegar a producir 130.000 barriles por día en 2013. Y competir en las tierras del Norte con su vecina PDVSA.
Las conversaciones que retomarán Lula y Chávez hoy en Manaos abordarán también otros dos puntos de importancia para los negocios entre PDVSA y Petrobras, o la nueva petrodiplomacia. El primero de ellos es el faraónico Gasoducto del Sur, que costaría cerca de u$s 20.000 millones para transportar 100 millones de metros cúbicos de gas natural. El problema aquí, según dicen los diarios brasileños, reside en que Lula quiere garantías de las reservas gasíferas antes de comprometerse a emprender el proyecto.
El otro punto a discutir es el Banco del Sur, esa suerte de BNDES que, según dicen, fue originalmente una idea brasileña,y luego prontamente arrebatada por el venezolano. De todas maneras hoy la duda en Brasil es si es viable este banco y más cuando Chávez se ha embarcado en participar en la construcción de 14 refinerías en distintos países. En Brasilia y en Itamaraty, sobre todo, se plantean si es posible concretar esos proyectos, pues en los últimos años la compañía venezolana ha sufrido la deserción de técnicos y expertos en el negociopetrolero. Consciente de ello, Chávez no habría dudado en contratar para PDVSA a José Dirceu, el ex hombre fuerte del PT y del gobierno de Lula, como también a dos funcionarios clave del gobierno de Fernando Henrique Cardoso.
Lula sabe bien, como dice Sergio Leo de «Valor Económico», que a Chávez es mejor tenerlo cerca que alejado. Ha sido el brasileño quien ha llamado al venezolano.
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