Con la política de dólar alto no debe sorprender que el país esté 60º en un ranking de salarios (sobre un total de apenas 70). Este sirve para comprobar la estrecha relación que existe entre esa política oficial y el elevado índice de pobreza que si bien hoy está en 34%, podría haber caído mucho más. Así, en Buenos Aires el salario por hora es de u$s 2, por debajo de los u$s 2,70 de San Pablo, los u$s 3,20 de Santiago de Chile y mucho más del líder, los u$s 25,70 de Zurich.
La mano de obra en la Argentina se encuentra entre las más baratas del mundo de acuerdo con un ranking elaborado por la revista inglesa «The Economist». El salario por hora promedio en la Ciudad de Buenos Aires, medido en dólares, es 38% menor que el de Santiago de Chile y 26% menor que el de San Pablo.
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La Ciudad de Buenos Aires se ubicó en el puesto 60 de un ranking de 70. El listado lo lideró Zurich, con un sueldo de u$s 25,7. En Buenos Aires, el sueldo horario promedio fue u$s 2, sólo por encima de algunas ciudades del sudeste asiático (Bangkok u$s 1,8; Yakarta u$s 1,6; Manila u$s 1,4), de Europa del Este (Bucarest u$s 1,8; Sofía u$s 1,4) y otras como Karachi u$s 0,9 y Bombay u$s 0,8).
La baja posición en el ranking de la Argentina es una consecuencia de la devaluación de 2002, que bajó radicalmente el costo en dólares del salario local. Desde entonces, los sueldos para empleados en blanco se han recuperado más de 70%, pero sin alcanzar el nivel 200% superior en que se estabilizó el tipo de cambio. Si considerásemos un dólar a un peso, al nivel de la convertibilidad, la Argentina se ubicaría cerca de la posición 40, todavía por debajo de la mitad del ranking, pero por encima de todos los demás latinoamericanos y casi todos los países en vías de desarrollo.
Contrapartida
Los salarios más bajos favorecieron la expansión exportadora argentina, pero permanece la duda de si las devaluaciones justifican los costos sociales que conllevan. La contrapartida de la mejora de competitividad, producto de los menores salarios, fue paralelamente una explosión de la pobreza en la etapa posdevaluación, a niveles nunca antes experimentados. La crisis económica y social, al margen del impacto, también trajo efectos de largo plazo, por la intromisión estatal en los contratos privados (pesificación), como salida propuesta por el gobierno de entonces para la crisis. La cuestión de fondo igualmente pasa por la más rápida reducción que habría hoy en el índice de pobreza si se abandonara la política de dólar alto.
El otro interrogante existente es hasta dónde la buena performance exportadora (de u$s 25.560 millones en 2002 a u$s 40.106 millones en 2005, con un estimado de u$s 44.000 millones para este año) se debió a la nueva posición que ocupan los salarios locales en el conjunto mundial. De hecho, casi todos los países de Latinoamérica registraron importantes alzas en sus exportaciones por incrementos de precios de materias primas, y sólo Argentina atravesó una depreciación de su moneda tan importante.
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