China superó a Japón y ya es la segunda economía del mundo
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En términos interanuales, el PBI aumentó solamente un 0,4% en el segundo trimestre, en muy fuerte retroceso respecto al 4,4% del trimestre anterior y significativamente por debajo de la previsión del 2,3% pronosticada por los economistas entrevistados por la agencia financiera Dow Jones Newswires. Estas cifras decepcionaron a los economistas.
"Son una sorpresa negativa. Los efectos de las medidas de reactivación se atenúan. Aquellos que querían aprovechar de las subvenciones acordadas para cambiar su auto o su televisor ya lo han hecho," dijo el experto Yoshiki Shinke, del Dai-Ichi Life Research Institute.
"Con excepción de la compra de equipamientos de las empresas privadas y las exportaciones, los datos en su conjunto son malos", coincidió un analista de Daiwa Securities.
"Ahora está claro que Japón no entró aún en una fase de reactivación interna conforme al plan imaginado por el Banco de Japón", agregó.
A pesar de esta situación, el ministro delegado de Economía, Satoshi Arai, dijo que "no es indispensable actuar en lo inmediato" para lanzar nuevas medidas de estímulo de la demanda interna.
Lo cierto es que las empresas japonesas reducen sus gastos y la masa salarial con el objetivo de lograr precios bajos en un medio ambiente muy competitivo. Con este procedimiento agudizan el fenómeno deflacionista, uno de los factores de los modestos desempeños económicos de Japón.
Resignado, Japón espera ahora que la dinámica China, su principal cliente, le quite en forma duradera la plaza de segunda económica mundial este año o el próximo.
Superada desde un punto de vista estadístico, Japón conservará sin embargo durante varios años un avance en términos más concretos de condiciones y nivel de vida medios, despliegue de infraestructuras, educación generalizada, prestaciones sociales y otros criterios tangibles.
Japón está diez veces menos poblado y por lo tanto es diez veces más rico por habitante que China.
Para Japón, que enfrenta el envejecimiento y la disminución de la población, así como una ampliación de las desigualdades sociales, la cuestión es cómo revivir la actividad económica con una reducción del número de activos.
La ecuación es aún más difícil si se tiene en cuenta que el país tiene una deuda gigantesca y corre el riesgo de ver su tejido industrial deshilacharse, como consecuencia de la gran dependencia externa de sus empresas y la excesiva valuación del yen, que empujan a trasladar fábricas al exterior de Japón.
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