La Fed y la crisis: dentro de las reglas, pero fuera de agenda
Lo no convencional de 2008 doce años después es un menú previsible. De hecho, Jay Powell tomó la decisión, y sin que terminara de hablar los futuros de Bolsa cotizaban una caída a pique de 10%.
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Jerome Powell.
¿Hasta dónde va a llegar la Fed? Nadie pestañeó cuando bajó su tasa a cero y anunció la compra de hasta 700 mil millones de dólares en bonos del Tesoro y agencias (a pagar con expansión de base monetaria). Lo no convencional de 2008 doce años después es un menú previsible. De hecho, Jay Powell tomó la decisión, y sin que terminara de hablar los futuros de Bolsa cotizaban una caída a pique de 10%. Hasta donde se creía, la política monetaria no curaba pestes, y a la par consumía su munición. Conclusión temprana: el placebo no funcionó, game over.
Agotado lo convencional, infructuoso lo no convencional predecible, la Fed recurrió a los efectos especiales y allí sí tuvo éxito. La voluntad de comprar deuda de empresas fue el mojón decisivo en los mercados. Así se gestó el rally en Wall Street pari passu con la destrucción de 17 millones de empleos en los EE.UU. Powell dobló la apuesta: comprará también deuda sin grado inversión (ángeles caídos, bonos que perdieron su pedigrí por el shock del Covid-19 siempre y cuando mantengan al menos una calificación BB menos) y fondos ETF que los tengan en cartera (y hasta tramos AAA de instrumentos altamente riesgosos como préstamos garantizados apalancados).
Entiéndase bien: la estrategia es un tríptico secuencial -tasa cero, expansión de oferta monetaria, y préstamos (y compras) de última instancia- y no tres sucesivos manotones de ahogado. Y hay un cuarto componente, la forward guidance: el banco central predica una recuperación robusta. Quien mire la realidad, en cambio, verá lo opuesto. En abril, Moody’s computa 311 compañías en calificación B3 negativa o menos, un salto de un centenar en un mes, y un récord flamante versus el pico de 291 de la crisis de 2009. La tasa de defaults en emisiones corporativas especulativas en EE.UU. cerró en 4,2% el año pasado y no tardará en alcanzar los dos dígitos aún si la Fed y el Tesoro hacen un buen trabajo. ¿Podrán los mercados sortear el trance sin deprimirse? ¿Y si se deprimen, cuánto más podrá intervenir la Fed para mitigar sus consecuencias?
Escribe Jeff Gundlach, el “nuevo rey de los bonos” según tapa de Barron’s en 2011: “La Fed está actuando en evidente incumplimiento de la Ley de la Reserva Federal de 1913. Una institución que viola las reglas de su propio estatuto está de facto admitiendo que ha fracasado y está fundamentalmente quebrada”. No es el único crítico ni el más indignado aunque se cita menos el riesgo moral que en la crisis de Lehman (que la Fed no rescató). El coronavirus es ajeno a cualquier maquinación para sacarle provecho al famoso “put” de la institución. Y no puede criticarse al departamento de bomberos por apagar rápido un incendio. Le pagan para eso. No obstante, ¿se excede la Fed en sus atribuciones? No, se ajusta a su estatuto actualizado.
Para los programas especiales, la reforma de 2019 exige la aprobación del Tesoro. Y se cumple a rajatabla. La Fed puede prestar a instituciones solventes con la garantía de buen colateral y expectativa de pleno repago. De ahí, la ingeniería de detalle: financia vehículos especiales de inversión cuyo capital lo aporta el Tesoro a fin de absorber eventuales quebrantos. No hay conflicto de interés entre política monetaria y fiscal en la coyuntura, y la Fed retiene la independencia: los programas llevan su marca registrada. Comprar obligaciones de empresas, ciudades y estados es terreno para la controversia: por qué este papel y no tal otro. Ello no impide que lo hagan bancos centrales como el BCE. Que quede claro: los que precisen un rescate como las aerolíneas tratarán con el Tesoro, el único que tiene autorización de gasto. La Fed puede prestar -o servir como agente financiero del Tesoro- no más que eso. Tampoco menos: es una herramienta formidable mientras exista demanda de dólares. ¿Está la Fed fundamentalmente quebrada? El apetito por sus pasivos persiste aun después de ampliarlos 1,6 billones de dólares en apenas tres semanas (35%). Una decena de bancos centrales tomó 385 mil millones de dólares a través de swaps cambiarios. Una gran convocatoria, sí, pero no de acreedores, sino de deudores netos que precisan fondeo en dólares -la figurita difícil- para remontar la crisis.
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