22 de febrero 2007 - 00:00

Los animales de Redrado

Rubén Marín
Rubén Marín
Ni la polémica por la defensa retrospectiva de los derechos humanos, recurrente, elevó la temperatura del Senado tanto como lo está haciendo hoy, con sigilo, un proyecto de ley sobre «tratamiento humanitario» de los animales. La iniciativa fue aprobada por unanimidad en la Cámara de Diputados. En su expresión más sintética, establece una instancia de certificación de buen trato a los animales cuya carne será comercializada, que incidiría luego en su valor como mercadería para el consumo. Los organismos que extenderían el certificado podrían ser de orden público o privado. Pero lo que originó el escándalo es que, entre los senadores, se presume que el único ente privado capaz de ejercer ese control es una fundación capitaneada por Ivana Redrado, la esposa del presidente del Banco Central, Martín Redrado.

Estas presunciones llegaron a convertirse en episodios legislativos llamativos. Por ejemplo, el senador peronista por Corrientes, Fabián Ríos, denunció que se le había fraguado la firma para que el dictamen de este proyecto fuera aprobado rápidamente en la Comisión de Agricultura, Ganadería y Pesca.

  • Inadvertido

  • Pasó a confeccionarse, entonces, otro dictamen. Pero esta vez los que pusieron el grito en el cielo fueron los radicales. En rigor, a los senadores de la oposición les había pasado inadvertido el sentido comercial de lo que estaban firmando. Hasta que un asesor les hizo notar el detalle de ese mecanismo de certificación. Fue entonces cuando el entrerriano Ricardo Taffarel y la correntina Anahí Sánchez pidieron, por escrito, que se retirara su firma del dictamen aduciendo «irregularidades» en su confección. Sin embargo la queja más sonora llegó desde la bancada peronista, esta vez desde La Pampa. La senadora Silvia Gallego, no sólo no firmó el dictamen oficial sino que elaboró uno propio, en el que sostiene que el establecimiento de una certificación como la que se propone generará dos mercados discriminados: el de los productores que pueden pagar ese sello de calidad y el de los que, aun tratando bien a sus ejemplares, no podrían acceder a esa «cinta azul».

    La senadora Gallego tuvo, al parecer, alguna insinuación de sus pares para que reduzca su actitud. Pero ella amenazó -es lo que se dice- con una carta del propio Redrado pidiendo la aprobación del dictamen, que se tramita en la comisión que preside la chubutense peronista Silvia Giusti. No hace falta ese texto para que se conozca el interés de Redrado por el proyecto ligado a la fundación de su señora: él mismo se encargó de hacerlo expreso mientras abandonaban el comedor del Banco Central sus invitados Miguel Pichetto, Jorge Capitanich, Rubén Giustiniani, Ernesto Sanz, Gerardo Morales y Rubén Marín. Fue a este último senador, pampeano y jefe político de la señora Gallego, a quien interesó abiertamente en la iniciativa «humanitaria» para los animales y su comercialización. Tarea de un comprensible marido.

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