16 de diciembre 2025 - 08:49

Nuevo esquema para el dólar: el BCRA sacrifica la rigidez cambiaria por la acumulación de reservas

El Central abandona el deslizamiento fijo del tipo de cambio y lo ata al ritmo de los precios internos. La medida es un reconocimiento a la inviabilidad del esquema anterior y busca la sustentabilidad del programa a costa de un sendero desinflacionario más lento.

El BCRA saldrá a comprar dólares a costa de un sendero desinflacionario más lento.

El BCRA saldrá a comprar dólares a costa de un sendero desinflacionario más lento.

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Atendiendo a las demandas y anticipaciones del mercado financiero, el Banco Central de la República Argentina (BCRA) oficializó una modificación estructural en su régimen cambiario que regirá a partir de enero de 2026. Este ajuste marca el inicio de una nueva fase en el programa monetario, cuyo propósito es consolidar la estabilidad de precios y encaminar la economía hacia una trayectoria de crecimiento.

La medida central consiste en desvincular la evolución de los límites del canal cambiario del deslizamiento nominal preestablecido y vincularla directamente a la dinámica de los precios internos (inflación).

El nuevo anclaje: indexación a precios domésticos

A partir del próximo mes, el techo y el piso de la banda de flotación cambiaria evolucionarán cada mes al ritmo correspondiente al último dato de inflación mensual informado por el INDEC (T-2).

Este cambio implica un abandono del esquema anterior, que utilizaba el deslizamiento nominal de la banda —que operaba como un ancla— para pasar a un mecanismo que ajusta el tipo de cambio a la inercia inflacionaria pasada. Por ejemplo, con la inflación de noviembre de 2025 fue del 2,5%, los límites de la banda cambiaria se modificarán a ese mismo ritmo en enero de 2026.

Este nuevo sistema de bandas mantendrá su función esencial de limitar el riesgo de movimientos extremos y abruptos en el tipo de cambio, proveyendo así un marco de certidumbre dentro del cual los participantes del mercado de divisas pueden operar.

El esquema de deslizamiento nominal anterior con una tasa fija (que en etapas previas funcionó como ancla), en un contexto donde la inflación se ha mantenido por encima de ese valor, generaba inevitablemente una apreciación del tipo de cambio real. El mantenimiento de esta dinámica, como se observó hacia fines de 2024, habría conducido a presiones cambiarias insostenibles, obligando al BCRA a quemar reservas para defender el techo de la banda cambiaria. La decisión actual es un reconocimiento pragmático de esta dinámica económica, respondiendo a una exigencia del mercado.

La acumulación de reservas: una condición sine qua non

El consenso en el ámbito económico apuntaba a la necesidad de que Argentina recomponga sus reservas internacionales de manera genuina, una meta ligada a la re-monetización y al crecimiento. Sin embargo, esta acumulación se veía dificultada por la rigidez del esquema cambiario anterior.

Con un tipo de cambio a 5%/7% del techo de la banda, cualquier incremento en la demanda de divisas impulsaría el precio rápidamente hacia el techo de la banda, forzando al BCRA a intervenir vendiendo dólares para cumplir con la regla cambiaria. El ajuste en el ritmo de evolución de las bandas permite un movimiento más fluido y creíble del precio de la divisa, facilitando el programa de compras de la autoridad monetaria.

El programa monetario 2026 requiere de la satisfacción de dos condiciones clave para su éxito en materia de acumulación de reservas:

  • Crecimiento de la demanda de pesos (remonetización)

La primera condición, considerada la más factible de cumplir, está ligada al crecimiento económico y la consiguiente remonetización. El gobierno estima que la base monetaria podría aumentar del 4,2% del PBI actual al 4,8% del PBI para diciembre de 2026.

Este aumento proyectado en la demanda de dinero es crucial, ya que permite al BCRA abastecer esa mayor liquidez mediante la compra de divisas, evitando así esfuerzos sostenidos de esterilización. La autoridad monetaria estima que, en este escenario base de remonetización, podría concretar la compra de hasta u$s10.000 millones en el año, sujeto al flujo de oferta de la balanza de pagos. Un aumento adicional de la demanda de dinero de 1% del PBI podría llevar las compras a u$s17.000 millones.

  • Suficiente oferta en el mercado de cambios

La segunda condición presenta una complejidad mayor, pues exige que el flujo de divisas que ingresa al país sea suficiente para abastecer todas las necesidades de la economía (importaciones, servicio de la deuda pública y privada y atesoramiento) y, además, el monto que deba adquirir el BCRA para su programa de acumulación.

El Gobierno aspira a que el flujo de dólares necesario sea aportado por el sector privado. Sin embargo, en el presente, la cuenta corriente ha mostrado un desempeño deficitario y la formación de activos externos (FAE) sigue siendo una demanda persistente de divisas.

El desafío de la deuda externa y el riesgo país

La necesidad de acumular reservas es apremiante en el contexto del mercado de deuda. Si bien la deuda privada ha mostrado emisiones récord poselectorales, 2026 presenta vencimientos exigentes por aproximadamente u$s14.000 millones. Es financieramente inviable pensar en renovar la deuda del Tesoro a tasas de interés como el 9,26%, observadas en colocaciones recientes.

La medida se da a conocer en un momento crucial para generar expectativas de cara al próximo año y con la intención de lograr perforar el piso del riesgo país, que se encuentra aún en niveles que impiden un regreso al mercado voluntario de crédito. De hecho, el BCRA debe buscar un waiver ante el Fondo Monetario Internacional (FMI) por el incumplimiento en la meta de acumulación de reservas.

El esquema cambiario indexado tiene un rol directo en la reducción del riesgo sistémico, al ofrecer una trayectoria más previsible del tipo de cambio y facilitar la acumulación de reservas. La recuperación del acceso al mercado internacional de capitales por parte del Tesoro de la Nación es esencial, ya que permitirá que las divisas ingresadas se acumulen en el balance del BCRA en lugar de ser utilizadas para la cancelación de deudas.

Un equilibrio delicado y el tono del programa

En resumen, la flexibilización del esquema cambiario y la intención de acumular reservas eran condiciones indispensables para la sostenibilidad del programa macroeconómico. Este ajuste acerca a la economía a la normalidad de un sistema de bandas flexibles.

El costo de esta flexibilidad será una menor rigidez del ancla cambiaria y, consecuentemente, un sendero de desinflación que podría ser más lento, pues el techo de la banda nominal se moverá en línea con la inercia de los precios. No obstante, este trade-off es necesario para hacer el programa económico sustentable en el mediano plazo.

El Gobierno no renuncia a su objetivo de desinflación, sino que ajusta las herramientas para reflejar que la economía es un equilibrio general donde no existe una única variable que ordene todas las demás. Manejar este equilibrio, permitiendo que la oferta monetaria acompañe la recuperación de la demanda a través de la vía más sana de acumulación de divisas, es fundamental para la credibilidad y el éxito de la “Fase de Remonetización 2026”.

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