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¿A quién le tocará pasar la página de Afganistán?
Un final anunciado y que es aceptado por las propias autoridades militares tal como lo reconoció el secretario de Defensa de Estados Unidos, Robert Gates, a pocas horas de que Obama pronunciara su alocución por cadena nacional.
Lo incomprensible es la persistencia de Washington en cometer los mismos errores y la resistencia a enmendar estrategias que se sabe ineficaces con un alto costo en vidas humanas y un incansable derroche de recursos innecesarios. Quizás una explicación pueda estar en el no saber cómo proceder y, ante la duda frente a posibles consecuencias electorales internas, existe la tentación del recurso al mantenimiento al status quo. Sin embargo, la historia demuestra que ese comportamiento suele ser un búmeran.
Es difícil ver una estrategia a largo plazo en los movimientos exteriores de Estados Unidos, salvo en la intención de conflictos permanentes para mantener el poder a través de tensiones internacionales recurrentes.
Herramientas
Las llamadas nuevas amenazas, como el terrorismo internacional, el narcotráfico o el mismo crimen organizado, son las mejores herramientas en ese sentido por cuanto representan enemigos fragmentados y hasta, en ocasiones, abstractos.
Si ésa fuera la mirada, lo más probable es que se aproxime a un inevitable fracaso. Sería de lamentar que así sea en momentos en que la humanidad está ingresando en una nueva era de oportunidades únicas en términos de ciencia y tecnología. Eso indicaría, entre otras cosas, que el poder se mantiene y se expande a través de realizaciones más que a través de actos de fuerza.
Estados Unidos dio muchas muestras de esas ventajas en el siglo XX que debería repetir en el XXI. Una de las preguntas es por qué no lo hace. Puede haber diversas respuestas. Una quizás esté en la desorientación que embarca al Obama en política exterior que lo enfrenta entre las buenas intenciones que proclama y las políticas que adopta. Habría una contradicción entre ambas y no parecería, por sus propios actos, que se encuentre en condiciones de salir del laberinto.
El presidente de Estados Unidos parece necesitar de un tom tom que lo oriente con un pensamiento estratégico y con una lógica renovada. El GPS de Obama es el propio Obama cuando quizás necesite, por ejemplo, un Henry Kissinger o un Zbigniew Brzezinski que lo ayuden a ver el horizonte con mayor imaginación.
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