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Antoniadis y Trigos, arte que trasciende lo decorativo
No bien se entra en el espacio de la galería se percibe un ambiente muy colorido y lúdico generalmente asociado a la juventud. No por nada la muestra se titula «Jugendstl», estilo artístico nacido en 1890 que tomó su nombre de la revista «Die Jugend» (Juventud) que se publicaba en Munich.
Juventud no es garantía de nada en el mundo del arte, pero se trata de una obra llena de guiños hacia seres, actitudes y objetos de la niñez o de la adolescencia. Estos se traducen en citas al Matisse del estilo decorativo que había cultivado hacia el final de la primera década del siglo la frontalidad, los adornos sobre los muebles.
Otra cita es Klimt influenciado por las estampas japonesas, el arte bizantino, de gran refinamiento decorativo. Ambos artistas son citados en el texto del catálogo por Philippe Cyroulnik, curador de la muestra, en cuanto a «la deuda que Antoniadis reivindica hacia Matisse por su apetencia a formalizar la figura y hacia Klimt por su capacidad a disolver la figura en el motivo decorativo».
Las citas o apropiaciones formaron parte de lo que abordaban varios artistas de los 90, grupo al que Antoniadis pertenece generacionalmente y que permitía redescubrir a los artistas del pasado, situación de la que mucho se abusó y que por su peso todavía parece ser un imán para algunos artistas también actuales.
Las figuras en Antoniadis no tienen rostros definidos, parecen maniquíes, fondo decorativo que remite al «japonisme», juguetes perfectamente ordenados en las repisas, fondo floral como en la primera época del Art Nouveau y también abstracciones geométricas. Aunque muy relacionada con el arte decorativo, siempre le ha dado una vuelta de tuerca muy personal, ya sea en el diseño textil o en la cerámica.
Quizás se le pueda adjudicar connotaciones psicológicas a la acción previa a la instalación de cerámicas de bazar rotas pero aquí sólo mencionaremos el carácter estético de ese amontonamiento que señalaría una arqueología del kitsch. Presenta también máscaras de porcelana y fotos de maquetas realizadas por la artista.
Una vitrina de mercería nos revela su afición por coleccionar muñecas con los jueguitos de té en miniatura, teteras de porcelana y hojalata, telas, un muestrario que nos llena de nostalgia y ternura, dos palabras que también sobrevuelan la muestra, especialmente una obra, «Sedimento», acrílico y laca sobre tela a la manera de un mural.
Silvina Trigos
Históricamente los textiles han sido encuadrados dentro de las artes decorativas, artesanías, artes menores. Sin embargo, la historia del arte textil demuestra la importancia cultural que conlleva desde tiempos remotos. En nuestro país y en la década del 60 se produce una gran renovación, las propuestas textiles se enriquecieron y el tapiz accedió al mundo del arte. Aquí cabe acotar que a través de los años y la proliferación de concursos, premios, bienales, ha habido un entrecruzamiento con otras disciplinas ya que muchos artistas evitaron quedar atrapados en compartimentos estancos, y se producen obras que ya escapan a toda clasificación.
Rosa Faccaro, autora de un importante libro sobre el tema, establece distintas generaciones de tapicistas, apelación que hoy es reemplazada por artista del arte textil. Entre los artistas de la segunda generación caracterizada por su formación independiente, con estudios y participación en el exterior, que en algunos casos trabajaron también en forma grupal, figura Silvina Trigos.
En la Sociedad de Horticultura (Agüero 2085), expone «Homenaje a la Flor», en la que confirma su capacidad para la composición y la combinación de materiales que ella denomina collage-textil porque no están hechos en telar sino cosidos.
Esta artista ha alcanzado un alto grado de perfección formal así como un exquisito cromatismo que le permite incursionar tanto en el Art Nouveau con sus reglas más estructuradas como en otras formas de mayor audacia. Sus exposiciones revelan que no deja nada librado al azar, que su intención es seguir en la creación de obras muy elaboradas y con la misma curiosidad y afán con la que elegía en su adolescencia los refinadísimos «trapitos» heredados de la empresa familiar, la Maison Carrau, un ícono de la alta costura de nuestro país.
Clausura el 30 de septiembre.
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