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Aún hay tiempo de cambiar el rumbo del plan económico
• JOAQUÍN COTTANI FUE UNA DE LAS PRINCIPALES ESPADAS DE DOMINGO CAVALLO EN LOS 90
Casi tres meses atrás presentó una propuesta para salir de la crisis cambiaria. A pesar de que algunas medidas estuvieron en línea con sus ideas, advierte que lo anunciado no terminará en buen puerto.
El BCRA hizo todo lo contrario. Subió la tasa de interés de política a 65% y, en lugar de dejar flotar el tipo de cambio, siguió vendiendo reservas. Para desarmar el stock de Lebac, combinó una suba moderada de los encajes no remunerados con el reemplazo de Lebac por Leliq, que implicó un aumento importante en el volumen de Letras del Banco Central en poder de los bancos. El resultado fue equivalente a crear encajes marginales remunerados al 65% anual, lo cual no resuelve el problema de eliminar el déficit cuasi fiscal del BCRA, sino que lo agrava. Los bancos, chochos porque ganan plata fácil sin tener que prestar. El que pierde es el Banco Central, cuya hoja de balance se deteriora a un ritmo fenomenal.
Como era de esperar, el tipo de cambio se siguió depreciando hasta alcanzar $40 por dólar, con lo cual se malgastaron reservas internacionales cuya función era servir de colateral del pago de la deuda en dólares, lo que inevitablemente hizo que el riego-país aumentara. Una vez más, como tantas otras en la historia de nuestro país, los dólares del BCRA fueron a parar a manos privadas que se beneficiaron de la devaluación en detrimento del resto de la población. Hasta que, finalmente, el FMI le puso fin al asunto recordándole a las autoridades argentinas que el destino de los dólares que les prestaba a tasas subsidiadas no era jugar al póker con el mercado, sino restaurar la confianza bajando el riesgo-país.
La alternativa habría sido, como yo propuse, bajar la tasa de política monetaria y remunerar las Leliq a esa tasa o incluso una menor obligando a los bancos a mantenerlas en sus carteras en la proporción de sus pasivos requerida por el BCRA. Obviamente, el impacto en la hoja de balance de los bancos habría sido negativo porque el precio de las Leliq en el mercado interbancario habría disminuido, dado que la tasa de rendimiento de mercado habría sido temporariamente más alta. Pero ese efecto, equivalente a gravar temporariamente la intermediación financiera, se habría disipado a lo largo del tiempo porque, una vez que el tipo de cambio hubiera alcanzado su nivel de equilibrio, las expectativas de depreciación adicional del peso habrían desaparecido, la tasa de rendimiento de mercado habría descendido hasta igualar el nivel de la tasa de política, la cual habría estado en condiciones de seguir bajando. En lugar de ser las niñas bonitas de siempre que no pierden nunca, los bancos locales habrían aportado su esfuerzo a la estabilización y recuperación del país igual que los exportadores (vía retenciones), las pymes, los trabajadores, los jubilados y todos los demás sectores cuyos ingresos se ven afectados por la crisis.
También, obviamente, el tipo de cambio se habría depreciado más que lo que se depreció hasta ahora y la tasa de inflación sería aún más alta. Pero esos efectos también habrían sido temporarios porque, luego de alcanzar un pico, el tipo de cambio comenzaría rápidamente a apreciarse. Por otro lado, en el mercado de crédito, la tasa de interés activa sería menor que la que hay ahora porque el incremento en el costo de intermediación financiera antes señalado habría sido absorbido por los bancos y los depositantes y no solamente por los tomadores de crédito como ocurre ahora.
Pero lo más importante es que, gracias al mayor salto de una vez y para siempre del tipo de cambio real, la recaudación impositiva habría crecido bien por encima del gasto público gracias al aporte de las retenciones a las exportaciones y el IVA sobre las importaciones, con lo cual hoy no estaríamos dudando sobre la posibilidad de alcanzar déficit primario cero en 2019. Antes bien, estaríamos pensando en superávit primario. Y con respecto al déficit cuasi fiscal del BCRA, no habría ninguno gracias al efecto simultáneo de la depreciación del peso, que aumenta el valor de las reservas en moneda extranjera, y de la menor tasa de remuneración de los pasivos monetarios, que disminuye el gasto cuasi fiscal.
La política monetaria recientemente anunciada por el BCRA de evitar que la base monetaria crezca a pesar de la alta inflación inercial y dejar flotar la tasa de interés además del tipo de cambio es un contrasentido y pronto deberá ser abandonada si es que realmente llega a implementarse, porque va a provocar una tremenda y larga recesión. El Gobierno tiene aún la posibilidad de rectificar el rumbo antes que sea demasiado tarde.
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