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Borges inspira sólido espectáculo de Kovadloff, Lerner y Moguilevsky
Lo esencial de este espectáculo es recuperar la magnitud de la literatura de Jorge Luis Borges y mostrar cómo puede incentivar la creación de una música capaz de capturar la atmósfera sonora más adecuada para acompañarla. Dejando de lado alguna obviedad del discurso («Borges nunca escribió una novela»), la selección de textos es significativa y pone en contacto al auditorio con algunos fragmentos de las obras capitales del escritor.
Alternando los textos, dichos con voz cansina pero con intencionalidad y respeto por Santiago Kovadloff, se escucha una serie de composiciones originales de César Lerner y Marcelo Moguilevsky interpretadas por ellos mismos, el primero en acordeón, piano y percusión y el segundo, en vientos, voz, piano y percusión. Tanto como en la literatura borgeana, una palabra posee un valor incalculable porque es el producto de una búsqueda puntillosa del escritor, que sabe que existe una sonoridad justa para expresar su concepto, aquí la música recurre no sólo a los elementos tradicionales como la voz humana, el piano, el clarinete (estos dos últimos ejecutados con intensa expresividad por Moguilevsky) sino también a la sensación producida por un golpe en un pequeño gong, en el frotar de un dedo alrededor de una copa de cristal o simplemente el soplido en los instrumentos de viento.
Este cosmos sonoro, múltiple y de variados timbres, recrea un universo literario que, según la imaginación y la inspiración de los dos intérpretes, es el que más le conviene a la evocación de Borges.
Oír una vez más el relato de «Borges y yo», «El Aleph» o «El fin», sumado a algunos fragmentos de poesías o interesantes muestras del pudoroso humor borgeano, entre cáustico y sutil, viene muy bien.
Buena oportunidad para escuchar textos de Borges, tantas veces citado y reverenciado, y tan pocas veces leído en profundidad. Y también asistir a un recital de sonidos alejados de lo convencional, que poseen interrelación directa con las palabras del escritor.
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