15 de enero 2014 - 00:00

Canela: “Yo también fui creciendo con este libro”

“A mí la música de la escritura de Saramago me pegó muy fuerte. En mi libro creo que hay cosas que podría haber dicho Saramago; entonces seguro que se las robé”, bromea Canela.
“A mí la música de la escritura de Saramago me pegó muy fuerte. En mi libro creo que hay cosas que podría haber dicho Saramago; entonces seguro que se las robé”, bromea Canela.
"¿Cómo se erige el corazón de un artista?¿Qué sombras del pasado, qué fantasmas y dichas del presente lo arropan? El resultado de esa alquimia, naturalmente, es su obra. Pero el tránsito hasta allí está marcado por el asombro y el misterio, por el éxtasis y acaso el vacío", se sostiene como propuesta a la lectura en la novela "En brazos del enemigo", que acaba de editar Edhasa, primera obra dedicada a los adultos, dado que hasta ahora había publicado poemarios y premiados libros para niños y jóvenes, de Gigliola Zecchin, periodista, conductora del programa cultural de televisión "El colectivo imaginario", editora, conocida públicamente por Canela, su sobrenombre. Dialogamos con ella sobre la novela con la que inicia un nuevo aspecto en su narrativa.

Periodista: ¿Cómo se le ocurre la historia de "En brazos del enemigo"?

Canela:
Es algo particular, tengo la escena, el lugar y una foto. Estaba veraneando en La Lejanía, al pie de las altas cumbres, un lugar magnífico para no pensar, para dejarse arrastrar por el paisaje. Estaba a la hora de la siesta sentada en un prado, a la sombra de unos árboles, y de pronto casi como una visión conecté dos historias que me habían impactado. Uní un sistema de aerosillas de metal, muy pequeñito, que hay en Cuesta Blanca, un lugar al que voy desde muy joven, y unas reflexiones acerca del vínculo entre los dueños de casa y los caseros de las casas de veraneo que hay en esa zona. De esa asociación nació el personaje de Lucía. Justo me sacaron una foto cuando estaba en ese lugar de inspiración, por eso se cuándo empezó la novela, que no sabía aún si iba a ser un cuento o una historia para adolescentes. Cuando me senté a escribir, a partir de las anotaciones que había hecho, me di cuenta que estaba escribiendo para adultos. Me lo dijo una de mis hijas, cuando le di a leer unas páginas. "Mamá, pegaste un paso a un costado". Porque no es un paso adelante, es ir a otro género literario. Así nació la historia. Siempre los cuentos nacen de una imagen o de un sentimiento que algo te inspira. El personaje fue creciendo y me tomó completamente, y así estuve conviviendo con Lucia durante cinco años.

P.: La novela tiene de relato amoroso y de novela de aprendizaje, de la construcción de la identidad de una artista plástica. ¿Supo desde el comienzo que se trataría de eso?

C.:
Por lo general la gente se queda muy prendida en el crecimiento artístico de Lucía y lo amoroso queda en un segundo plano. Trate de ver crecer a Lucía, saber que le pasaba , y cómo de entrada ella manifiesta talento para dibujar, ese fue el rumbo que fue tomando . Cuento como esa capacidad que ella tiene se convierte en vocación. Pensé mucho en el destino de esas personas que viven en la casa de otro y de pronto se ven expulsadas. Así aparece el tema de las familias que en un caso así tienen que emigrar, y de la impresión, sino el deslumbramiento, que casusa la ciudad de Buenos Aires a quienes viven en un lugar pequeño del interior. El padre, por ejemplo, pierde el rumbo. La madre tiene más capacidad de adecuación, que es lo que le pasa comúnmente a las mujeres. Lucía nace a otra vida, pero queda muy marcada por su vida anterior. No podría decir cuál fue el procedimiento, pero sí que en un momento sentí que necesitaba incluir algunos textos teóricos.

P.: Hace aparecer la "libreta roja" donde Lucía anota eslabones de su aprendizaje artístico.

C.:
De ese modo el lector puede penetrar en la evolución intelectual de Lucía. El punto de arranque de esa chica del interior es la humillación, esa expulsión que la lleva a buscar otro lugar para sí misma, aún antes de mudarse. Luego viene ese primer amor trágico y sentir que Buenos Aires le da la oportunidad de reencontrarse con esa persona amada, y aquí ocurre otra cosa, porque ella va creciendo. Yo también fui creciendo con la novela, sabiendo muchas cosas de mí misma. Escribir obliga a profundizar en todo, en los personajes que surgen de la propia imaginación, en la propia experiencia de las vivencias de otros, en que nos pasa frente a un padre que se desprende de nosotros y nos abandona. Yo tengo una inmensa familia y en el periodismo uno roza muchas vidas, si a eso se suman las lecturas, eso me ha ayudó a dar sustento a la la historia de Lucía, que todo lo que le sucede resultara creíble. La ficción, recordemos, es una gran mentira que construye la verdad.

P.: Usted hace verosímil el relato por los datos de lugares y nombres conocidos.

C.:
Aparecen artistas reconocidos y en su realidad. Como yo no soy artista plástica hubo cosas que tuve que investigar, Con algunos artistas estuve para documentarme, por ejemplo a Ernesto Pesce le hice una entrevista y estuve en algunas de sus clases. Lo que pongo de las clases de Pesce tiene que ver con lo que yo he visto allí. Lo que es de mi absoluta invención es lo que Lucía produce como artista. Del mismo modo sentí que Lucía tenía que enfrentar al tema de los desaparecidos, era imposible que una artista fuera ajena a un drama que partió el país en dos, y ella lo vive a su manera y responde con una obra de arte.

P.: Al comienzo del libro una bruja le lee a Lucía su destino en las hojas de té. La bruja es una mujer adinerada. En ese encuentro inicial se enfrenta el mundo de los ricos al de los pobres, el sincretismo de lo católico junto a lo pagano. ¿Hubo algo que le diera mayor trabajo narrativo?

C.:
Esos dos mundos atraviesan el libro de punta a punta. Lucía recibe una educación católica, pero el arte la llevará a cuestionamientos, y en un momento del relato aparece el budismo. Diría que nada me costó en particular, todo fue trabajoso, para todo tuve que investigar mucho, refrendar lo que escribí primero espontáneamente. Yo iba escuchando a los personajes. De pronto aparece un amigo de Charly, que no era necesario, se abre paso y conquista un capítulo que permite comprender mejor a Charly, que es un fuerte coprotagonista, como Octavio, en la historia de Lucía. La bruja le dice a Lucia que su vida se bifurca, que en un momento tendrá que elegir entre dos caminos. El lector sabe eso desde el comienzo, pero deberá avanzar para saber lo que ella elige.

P.: ¿Cuándo apareció el título de la novela, al comienzo o al concluir el libro?

C.:
Al final. La novela tenía para mí un título interno, pero al final, cuando estaba trabajando con el editor Fernando Fagniani, que ha sido elegido el editor del año, le llevé una lista de cuatro títulos que había encontrado en una relectura rápida del libro, y quedó la frase que dice Lucía en un momento de la historia: "que hago aquí en brazos del enemigo". Cuando Fagnani la eligió me pareció bien porque yo estoy muy asociada a la dulzura, a la calma, a la narrativa juvenil, y ese título me colocaba en otro espacio. Por otra parte, cada lector deberá decidir quién es el enemigo, y el propio enemigo que hay en nosotros.

P.: ¿Con qué autor cree que "En brazos del enemigo" tiene algún vínculo?

C.:
Soy una lectora tan continua y voraz que seguramente le adeudo cosas a muchos autores, pero a mí la música de la escritura de Saramago me pegó muy fuerte, y creo que hay algo de Saramago en el libro. Creo que hay cosas que podría haber dicho Saramago, entonces seguro que se las robé (risas).

P.: ¿Pensó en continuar la historia de Lucía o ya está en una nueva historia, en otro libro?

C.: Es una novela con un final abierto, pero no he pensado en continuar la historia de Lucía, aunque no lo podría asegurar. Todo lo que tenía adentro lo puse en la novela. Me parece que no hace falta una continuación de "En brazos del enemigo". Le he entregado muchísimo a esta obra, y me hace falta reponerme. Bueno, en poco tiempo va a salir otro libro, que se llama "Lo que cuentan los inmigrantes", que es un trabajo de investigación que hice con más de diez personas que me contaron lo que les contaba cuando eran chicos si eran hijos de inmigrantes, y que le contaban a sus hijos si se trataba de inmigrantes. Son diez capítulos, cinco de inmigrantes provenientes del otro lado del mar, y cinco de países limítrofes. Cuento del personaje que me cuenta la historia y me hala de las historias que se cuentan en su país, elige una y yo cuento esa que él ha elegido, la relato. Es un trabajo que hice simultáneamente con "En brazos del enemigo", me llevó tres años de investigación y de escritura.

Entrevista de Máximo Soto

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