5 de octubre 2010 - 00:00

“Carne argentina”, según Marcos López

La muestra de fotografías «Carne argentina» está acompañada por un libro publicado para la Feria de Fráncfort que recorre los últimos años de la ascendente carrera de López.
La muestra de fotografías «Carne argentina» está acompañada por un libro publicado para la Feria de Fráncfort que recorre los últimos años de la ascendente carrera de López.
A escasos metros del Museo de Arte Aplicado, en el Cultural Stadt Frankfurt en Main, se encuentra la muestra «Carne argentina» del artista Marcos López. La exhibición antológica, fue presentada hace unos meses en el Festival de Fotografía de Arles por la editorial Lariviére, junto a un libro publicado para la Feria de Fránkfort que recorre los últimos años de una ascendente carrera. Con una doble estrategia, López arma por un lado fotografías con montajes escenográficos, construyendo realidades ficticias generalmente inspiradas en la historia del arte y la fotografía, mientras por el otro lado, se apropia de estéticas ajenas: el grotesco o «cocoliche» argentino, el realismo de Antonio Berni o el Pop anglosajón de los años 60, que de alguna manera se ha convertido en canon de la cultura global. En ese proceso de apropiación establece una relación compleja y no simplemente mimética entre modelo e imitación, que puede describirse como paródica.

Así lo expresa López: «Yo copio el Pop Art, pero lo copio mal. No tengo otro interés que reciclar desde el Sur las influencias del Norte, donde se encuentran los espacios de legitimación del poder económico. Tengo el deseo casi infantil de jugar con los íconos del arte, de reciclar a Rembrandt en mi Carnicera. Soy como un hijo no reconocido de Diego Rivera, de Andy Warhol y de los grandes retratistas de la historia».

La imitación de López depende del modelo, pero lo cuestiona y lo enriquece al mismo tiempo, ya que su obra recupera valores generalmente menospreciados de la cultura popular argentina y latinoamericana. Con una mirada crítica y un estilo burlón -es decir, no desde la inmanencia del sistema, sino «desde el Sur»-las parodias de López, tan irreverentes como reveladoras, no esconden una poderosa dimensión dramática. A pesar de sus brillantes colores y de su forzado optimismo, allí está la melancolía y la densidad del ser argentino. Bien se podría asegurar (y no es una ironía) que el arte de López pone de alguna manera en vigencia el pensamiento de Martin Heidegger, quien, aunque el arte suele ser una ficción, observó que «permite brotar la verdad».

Sucede que el año pasado, en la Feria del Libro de Fráncfort dedicada a China, país que irritó a los alemanes con su falta de democracia, el Museo Schirn exhibió el realismo de «Arte para millones. 100 Esculturas de la Era de Mao». Lo cierto es que con toneladas de bronce volcadas en un centenar de figuras de tamaño natural que reviven la historia de los habitantes de China, los artistas mostraron un mundo que se veía falso y sin matices, que iba desde la humillación de un pueblo sojuzgado hasta la llegada del hombre nuevo, mirando demasiado seguro a un horizonte lejano, a la felicidad acaso mentirosa del porvenir.

Nunca fue tan oportuna como entonces la palabra de Heidegger: «El origen de la obra de arte, es decir, a la vez, de los creadores y los contempladores, es decir, de la existencia histórica de un pueblo, es el arte. Esto es así porque el arte en su esencia es un origen y no es otra cosa: una manera extraordinaria de llegar a ser la verdad y hacerse histórica». En suma, se sabe que el arte es una mentira que permite decir verdades, y más allá de sus libros, Fráncfort aspira hoy a pensar en el destino de la estética y también en el sentido del mundo.

A.M.Q

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