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Costumbrismo uruguayo con breves aciertos
Más cerca de «La perrera» que de «Whisky», la película uruguaya que ahora se estrena tiene a su favor una serie de apuntes costumbristas algo desacostumbrados por estos lares (por ejemplo, el aburrimiento de un jovencito judío cuando en el colegio le pasan un documental sobre la Shoah, el pibe que juega póker y quiniela y se dice experimentado en la cama porque la doméstica lo soporta, pero no sabe cómo hablarle a una compañerita), señalables momentos sin palabras (durante el vals de una fiesta el chico mira embobado a la rubiecita que le esquiva la mirada mientras baila con él), y también varios acentos y muletillas graciosos para nuestros oídos, «vo».
A la obra le pesa, en cambio, cierto dogma propugnado por un sector de la crítica y de los autores para minorías, exigiendo el rechazo de lo que llaman «trucos dramáticos» y otras formas tradicionales de acercarse al público. Así es como acá se restringe el juego de causa-efecto, y se reducen todo lo posible las expresiones que permitan mayor identificación.
Un ejemplo. Tiene su gracia la escena de unos tipos sentados en una sala de espera con tal cara de aburridos que creemos estar en un velorio, pero resulta que es un prostíbulo. Pero se hace inverosímil la cara de indiferencia que tiene el chico en pleno debut sexual. Porque se presenta muy bien su miedo al debut (en imagen detenida vemos su rostro ingenuo, desesperado, y la espalda en el espejo, como queriendo huir), pero ya la escena siguiente hace perder las expectativas. Porque es así, la iniciación sexual y la sentimental del chico terminan siendo menos interesantes que sus consultas para sacarse los granos. Y las risas del público, al comienzo entusiastas, se van espaciando.
Interesan los apuntes ya mencionados, los conflictos de fondo, como el divorcio de los padres escuchado por los hijos y la noticia del amigo que se quedará a vivir en Israel, cosas que apenas tienen voz, y poco más. Gustará, de todos modos, a quienes exigen que el cine sea esto.
P.S.
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