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¿Cuánto costará invertir en euros?
Quién lo ha visto al BCE, y quién lo ve. La principal referencia -la tasa refi- cayó 10 puntos base y se ubica en apenas un 0,05%. Las decisiones no se tomaron por unanimidad sino por una mayoría "confortable". Hubo, al menos, un disenso seguro: Jens Weidmann, del Bundesbank. Resta comprobar, en los próximos días, si las críticas germanas asoman con virulencia. De mantenerse un silencio discreto, las expectativas volverán a instalar la próxima venida de un QE soberano.
En Alemania toda la curva del Tesoro hasta los 4 años ofrece al inversor una retribución negativa por estacionarse allí. Hay que apuntar al bund de 5 años para aspirar a una compensación que exceda el mero precio de compra. Un rendimiento del 0,25% anual nominal, en términos reales no deja ser un quebranto: la última medición arroja una inflación minorista del 0,8%. Hay que duplicar el plazo -e irse a los 10 años- para recién obtener el 0,95%. Y el bund de 30 años sólo permite escalar al 1,87%. ¿Es razonable? Es lo que procura la política. Que los inversores salgan de sus madrigueras y tomen más riesgos, y que ello le imprima más vigor a una recuperación tambaleante. Los rendimientos en la periferia son más atractivos. Pero no se crea que mucho más. Han pasado dos años desde que Draghi prometió hacer lo que hiciera falta para salvar la moneda común. Y las aguas se calmaron. En la ajetreada Irlanda, por caso, la nota del Tesoro a 2 años se ubica por debajo de cero. Para hacer diferencia hay que estirar plazos. En 10 años, España rinde el 2,18% e Italia, el 2,35%. No es casual que España haya tanteado por primera vez el horizonte de los 50 años. Y lo hizo a destiempo, sin esperar los anuncios de Draghi. Aún así colocó todo el papel que quería al 4% anual.
Éste es el piso de las tasas, promete Draghi. Quizás. Pero no es el piso del euro. Y no se busca que lo sea, sino todo lo contrario. Si el paquete de medidas de junio puede acreditar un éxito, es el declive del euro. Y si alguna resonancia inmediata dispararon las medidas de ayer fue haber volteado la moneda en el acto. Al hundirse por debajo de 1,30, el euro deja atrás su Franja de Gaza (para especial alivio de Francia). Cuando hoy se conozca el informe de empleo en EE.UU., se verá mejor dónde podrá hacer pie en el corto plazo. Pero la negligencia benigna de Alemania para con la fortaleza del euro es cuestión del pasado. La política monetaria del BCE tiene entre ceja y ceja el fast track -la vía rápida- de su depreciación. Las tasas prometen ser más negativas cuando se las mida en dólares.
El BCE quiere energizar la economía real. Lo que ansía con el alud de estímulo cuantitativo -TLTRO, el QE de los ABS, y la versión tres del olvidado programa CBPP- es forzar un crecimiento del crédito a la actividad privada de entre 700 mil millones y un 1 billón de euros. Lo ensaya tarde. Y no es seguro que prenda. Pero su intención es un guiño a la Bolsa. Y el abanico de subas en las plazas europeas -entre el 1% y el 3%- confirma que el mensaje llegó a destino. Lo difícil no es atizar un mercado alcista. Tendremos bull market si el BCE se empeña; lo arduo será tener también una economía medianamente de pie que lo justifique.
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