20 de mayo 2016 - 00:00

Deliciosa obra coral construida como un puzzle escénico

Los intérpretes, además de encarnar roles pintorescos y entrañables, ofician de titiriteros, mueven utilería y, casi como una broma, entran y salen de la ficción para regocijo de los espectadores.
Los intérpretes, además de encarnar roles pintorescos y entrañables, ofician de titiriteros, mueven utilería y, casi como una broma, entran y salen de la ficción para regocijo de los espectadores.
"Cactus orquídea", del grupo "El ensamble orgánico". Dram. y Dir.: C. Meijide. Int.: I. Gozzolo y otros. Esc.: J. Drolas y S. Ruíz Calderón. Vest.: N. González y G. Alderete. (Teatro Anfitrión)

Un humilde ferretero no puede aceptar la muerte de su mujer y mitiga ese vacío con incesantes visitas al museo, donde cree recuperar a su amada en un retrato de Modigliani. Ese dolor irreductible sólo llegará a su fin cuando alguien le acerque las semillas de una planta mágica cuya flor abre una puerta a lo ultraterreno.

Esa misma anécdota llega a manos de un escritor a través de un encuentro casual. A partir de ahí el relato pasa a la acción y se ramifica en otras tantas historias cotidianas en las que también sobrevuela algún elemento mágico.

Casi todos sus protagonistas han sufrido alguna pérdida afectiva o buscan su lugar en el mundo, a veces desechando las pistas del destino. Como la empleada del museo que sólo se relaciona con turistas extranjeros a los que luego no soporta; o la camarera mexicana que rechaza los requiebros de un parroquiano debido a su propio complejo de inferioridad.

Este permanente cruce de personajes de distinta nacionalidad y condición parece sugerir que en el universo todo está conectado y en cierto modo expuesto al "efecto mariposa". Por lo tanto, cada pequeño cambio (en este caso un cactus que va de mano en mano) puede tener resultados imprevistos.

"Cactus orquídea" es un atractivo rompecabezas teatral que nunca pierde ritmo ni legibilidad. Cada escena se monta, se despliega y se desarma a la par de una escenografía en permanente movimiento. Con delgados paneles de madera, portátiles y flexibles, se definen distintos espacios (bar, ferretería, museo, oficina, etcétera) por los que circula una multitud de personajes.

Esta deliciosa obra coral -ya en su tercera temporada- es un ejemplo de versatilidad actoral. Los intérpretes, además de encarnar roles tan pintorescos como entrañables, ofician de titiriteros, mueven utilería y, casi como una broma, entran y salen de la ficción para regocijo de los espectadores.

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